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miércoles, 30 de enero de 2013

Dejar dormir a los niños en la cama de los padres es ir contra la naturaleza y contra el sentido común, dice un psicólogo

El tema del sueño y del dónde deben dormir los niños por la noche es uno de los temas en el que los profesionales de la salud y la mente menos de acuerdo se ponen. Unos te dicen que no pasa nada si el niño duerme con vosotros, pero que a los seis meses debe ya salir de la habitación, otros que no pasa nada si duerme con vosotros hasta los tres años, o incluso hasta los cinco y otros que hagáis lo que os dé la real gana, porque no es un asunto realmente importante mientras el niño esté bien.

Como yo me posiciono más bien entre los últimos, es decir, que el niño debe dormir allí donde esté a gusto y tranquilo, sea donde sea, sigo sorprendiéndome cuando alguien hace una recomendación muy tajante de alguna de las otras opciones, como es el caso de Miguel Silveira, un psicólogo que afirma que dejar a los niños dormir en la cama de los padres es ir contra la naturaleza y contra el sentido común.

Para saber de qué os estoy hablando podéis leer su texto en su blog, donde al parecer habla de un caso que ha atendido, una mujer, que debió consultarle preocupada por no poder “independizar” a su hijo, por no poder darle autonomía nocturna, al no querer irse a su habitación a dormir solo con dos años de edad. Esto, que para Silveira parece ser un problema generado por la madre, que no ha sabido ponerse en sus trece y que ha consentido que el niño mande en casa, me parece tan banal en realidad, que he querido usar mi sentido común, y no el suyo, para ofrecer mi opinión al respecto, que no es mejor ni peor, sino simplemente diferente.

Como habéis podido leer, si habéis leído el texto, comienza exponiendo el problema y luego ofrece su conclusión, que es la siguiente:

    El niño sigue y parece que va a ser así hasta que cumpla seis años, me confesó la madre. Al parecer había leído varios libros para resolver el problema pero había contradicciones. Mientras unos pretenden que el niño duerma solo cuanto antes otros profesionales dicen que si se le separa de sus padres se sentirá desamparado y romperá a llorar. El solo pensamiento de que su hijo pueda sentir el desamparo ha hecho que esos padres sucumban y sean capaces de dormir separados hasta que el niño pida dormir solo, lo cual puede ocurrir cuando tenga seis años o cuando tenga trece, vaya usted a saber.


Teniendo en cuenta que ahora tiene dos años, es posible que suceda con seis o con trece, como comenta, o que suceda con tres o con cuatro. Imposible saberlo realmente, así que no hace falta decir “trece” como cifra para mostrar lo absurdo que es dormir con un niño. Hablando de la lógica evolución de un niño, lo que un niño no alcanza a entender con dos años, porque su raciocinio está aún poco desarrollado, es posible que sí lo entienda con los mencionados tres o cuatro años, cuando es más capaz de pensar y entender que, aún estando solo por la noche, no le va a pasar nada. Y ya no hablemos si el niño tiene seis. Basta con tratar el tema con naturalidad para que el niño duerma solo sin agobios en el momento en que se lo propongamos. Un caso no sirve de nada, pero como en mi casa nadie trató de forzar a mi hijo a dormir solo cuando era pequeño, no tuvo ningún problema, miedo ni aversión a hacerlo cuando ya tenía, precisamente, seis años.

En cualquier caso, si yo fuera psicólogo, que no lo soy, le diría a esta madre que, por el bien de la pareja, si es que ellos quieren dormir juntos, tratasen de hacerlo añadiendo otra cama a la habitación o comprando una cama más grande para poder dormir juntos los tres.

Sigue Silveira su escrito diciendo lo siguiente:

    Es absurdo que un niño sufra tal desamparo que le produzca un trauma por dormir en su cuna o en su cama. Desde que nace un niño comienza un proceso de separación progresiva de su madre y sus padres que culmina con la emancipación al convertirse en un adulto y por eso, entre otras muchas razones, un niño no debe dormir con sus padres sino en su propia cuna o cama a los pocos días de nacer y no le pasa nada.

Bueno, trauma igual no, pero un buen rato de llanto puede ser que sí. Y oír a un bebé llorar molesta, molesta mucho, y como normalmente los niños se despiertan varias veces de noche y te dejan dormir poco, como el cansancio se va acumulando y los nervios acaban quedando a flor de piel, tener al niño un buen rato llorando para dormirse no es plato de buen gusto para ningún padre. Si hablamos de un niño de dos años, siendo un poco diferente, no deja de ser molesto, porque el niño te la lía. Con esa edad mucha gente accede o no según lo que pida el niño. Pedir estar junto a tu madre, pedir dormir con ella, pedir contacto físico no me parece insano, sino más bien todo lo contrario… no quiero verme nunca en la situación de ver que mis hijos han crecido y me rechazan porque un día les enseñé que no podían estar conmigo de noche. No quiero que no cuenten conmigo porque les enseñé que no podían contar conmigo. Digo esto porque él comenta que a los niños hay que ayudarles a emanciparse y que por eso tienen que dormir solos de noche… yo digo que se emanciparán cuando buenamente puedan tanto si duermen conmigo o no, porque no creo que quieran dormir ellos y sus parejas en mi cama. Y añado que, como quiero que además de ser independientes sean personas sociables, afables y personas que aprecien el contacto, un abrazo, el apoyo cuando se sientan solos y la atención cuando la necesiten, accederé siempre a dormir con ellos de noche si lo necesitan, para que aprendan eso mismo.

    Es ley de vida y dormir con sus padres va contra la naturaleza, contra el sentido común, contra la necesidad y conveniencia de que la pareja duerma junta por obvias razones, contra la ley que dice que todo ser humano deberá acostumbrarse a valerse por si, contra le ley que dice que un niño no puede establecer su dominio sobre los padres con la treta del llanto. Los que tienen que dormir en la cama matrimonial son los padres que para eso se llama matrimonial.

Es ley de vida pero el gobierno no está haciendo nada para evitar que la mitad de los jóvenes esté en paro y que en consecuencia no puedan comprarse un piso y emanciparse. Vamos, que les vamos a dejar llorar en sus habitaciones para que luego no puedan independizarse nunca. Coincido, eso sí, en que los seres humanos deben valerse por sí mismos, pero no alcanzo a ver cómo puede ayudar el hecho de que un niño duerma solo si luego resulta que cuando culmine finalmente el proyecto de emancipación y se vaya con su pareja, se van a meter juntos en una habitación a compartir cama, destrozando todo el trabajo que hemos hecho los padres. Quizás sea más importante que los niños adquieran autonomía durante el día en las rutinas habituales: que vayan aprendiendo a vestirse solos, que empiecen a ser responsables de sus cosas, que puedan tomar decisiones en casa, etc.

Con respecto a la treta del llanto, como he comentado, depende de cuál sea la demanda deberá ser nuestra respuesta. Pongamos que nuestro hijo llora y berrea, tirado en el suelo, arqueando su cuerpo y molestando a todos los vecinos porque lleva doce horas sin comer. Nadie hablará de treta del niño, sino en todo caso de irresponsabilidad de los padres, que no le han dado de comer en todo el día. Si en cambio el niño llora porque a las diez de la noche ha pensado que es un buen momento para ir al parque a columpiarse, aquí sí habrá que tirar de herramientas educativas y diálogo para evitar salir por la puerta de casa.

Y en referencia al dónde tiene que dormir cada cuál, no me parece un argumento de peso decir que los que tienen que dormir en la cama matrimonial son los padres, porque por eso la cama recibe ese nombre. Es un argumento muy simple el que daré ahora, pero es que muchas parejas no están casadas, no son matrimonio, y en consecuencia no deberían dormir tampoco en esa cama. Por otra parte, en mi casa la comida se hace en la cocina, pero también se come en la cocina. Ya, lo sé. Tendríamos que comerla en el comedor, que para eso se le llama así. Sólo espero que nuestros hijos no se vean afectados por nuestra extrema vagancia, al no llevar cada día los platos y utensilios al comedor, tanto de ida como de vuelta, como mandan las leyes del sentido común.

    Qué manera de desvirtuar las leyes naturales y atentar contra el sentido común! Y luego quieren que esos niños crezcan sanos y normales…¡Los niños a su cama!

Es que no sé qué ley natural se está desvirtuando. En mi casa hay paredes y por eso hay habitaciones, pero gracias a la burbuja inmobiliaria de hace unos años llegaron a hacerse pisitos de treinta metros cuadrados, donde una familia tiene que dormir junta aún después de leer lo insanos y anormales que van a crecer los niños. Y si nos paramos a pensar un poco, seguro que muchos de nosotros dormimos en nuestra infancia con nuestros padres y seguro que muchos de nuestros padres lo hicieron con nuestros abuelos. El mundo tendría que estar lleno de jóvenes abrazados a sus padres y lleno de adultos inseguros e incapaces de tomar decisiones por haber dormido de pequeños con sus padres.

sábado, 19 de enero de 2013

Niños: La edad de los porqués

Si tu hijo te sorprende con cuatrocientas preguntas diarias del tipo "por qué moja el agua", no hay duda de que ha entrado en la etapa de las preguntas. Quiere saberlo todo y no admite un no por respuesta. Descubre cómo contestar a tanto "por qué" sin perder la paciencia.

Los niños son exploradores incansables. Al principio, cuando apenas manejan el lenguaje, esa exploración se centra en una incesante manipulación de objetos y en una investigación exhaustiva del entorno. Y, de pronto, florece el lenguaje, esa poderosa herramienta, y con ella vienen las preguntas, que les sirven para seguir conociendo el mundo.

Se dirigen a los padres porque los niños no asimilan la realidad de un modo directo, necesitan intermediarios, unos guías. Y de la calidad y disponibilidad de esos guías dependerá en gran medida el modo en que el niño se relacione con el mundo durante toda su vida.

Una fase normal

Lo que pasa es que a esta edad la avalancha de preguntas es tal que puede poner a prueba nuestra paciencia. Por eso, siempre es bueno recordar que se trata de una fase normal y tener presente nuestra responsabilidad como padres.

Las preguntas de los niños pueden ser disparatadas, absurdas, innumerables, agobiantes... pero eso no nos autoriza a menospreciarlas, ignorarlas o ridiculizarlas. Se ha demostrado que los adultos más espontáneos y creativos son aquellos cuyas familias, de pequeños, fomentaban una expresión abierta y sin trabas y aceptaba las manifestaciones de los niños.

Como el lenguaje es para ellos una adquisición reciente, quieren ejercitar su habilidad para preguntar y responder, con la entonación y la forma gramatical correspondiente. Esto por sí mismo les divierte, y por eso a veces ni siquiera esperan ni parecen atender a la respuesta y se limitan a encadenar preguntas.

Tampoco debe extrañarnos que haga la misma pregunta varias veces. A los niños les gusta la repetición, que sus certezas se confirmen una y otra vez. También les gusta lo predecible, reafirmar que a tal pregunta le corresponde siempre tal respuesta. No hay que extrañarse ni enfadarse.

Una llamada de atención

A veces las preguntas también son un recurso para buscar nuestra atención. Los niños disfrutan del placer de que les dediquemos tiempo y hablemos con ellos. Entonces, el interés está más en el hecho de hacernos hablar que en el contenido de nuestras respuestas. Por eso se dan «diálogos para besugos» del tipo: «¿Por qué ladra el perrito?», «Porque está feliz», «¿Y por qué está feliz?».

En estos casos, en lugar de llamar al niño pesado o mandarle callar, podemos intentar convertir el interrogatorio en una conversación. Por ejemplo, contraataquemos con: «¿Tú te pones feliz cuando te sacan a pasear?», «¿Por qué te pones contento?», «¿Te acuerdas del perrito que vimos ayer?». Él en cuanto pueda volverá con sus preguntas, pero habremos pasado de un interrogatorio a un intercambio más equitativo.

Cambiar los roles

Por ejemplo, si nos cansamos de responder a la pregunta: «¿Por qué echas crema a los zapatos?» con el consabido: «Para que brillen», podemos variar y contestarle con una respuesta absurda: «Para que puedan volar». Un niño de tres o cuatro años edad es crédulo, pero no tanto. Si nos contesta: «Pero los zapatos no pueden volar», podemos decirle «¿Para que sirven los zapatos?». «¿Hay más cosas que sirven para caminar?». Así romperemos el círculo vicioso.

Echarle ingenio no significa ridiculizar a nuestro hijo ni reírnos de él. Nos hace preguntas porque confía en nosotros. Nuestro sarcasmo, nuestras evasivas o nuestro silencio le defraudarán y le desanimarán a seguir preguntando. Y con ello lo único que lograremos es limitar su espontaneidad y su impulso de comunicarse.

Fomentar la comunicación

El hecho de que las preguntas sean ignoradas, ridiculizadas o castigadas («cállate ya, no seas pesado»), puede llevarle a la timidez. También puede causar problemas de adaptación o fracaso escolar.

No hay que obsesionarse con encontrar la respuesta precisa, ni tampoco complicadas explicaciones científicas. Respondamos con naturalidad y sentido común. El niño no siempre entenderá, pero eso no es tan grave. Lo importante es que sepa que las preguntas tienen respuesta, que él puede buscarla y que nosotros le apoyamos.

Siempre que podamos, aprovecharemos sus preguntas para introducir nuevas palabras y conceptos. Si el niño nos pregunta «por qué funcionan los coches», todavía no podremos introducirle en los secretos de la mecánica, pero es una buena ocasión para iniciarle en nociones como «rueda», «conductor», «velocidad» o «gasolina», con lo que se favorece su capacidad de observación y se enriquece su vocabulario.

Puede que, tras esforzarnos en encontrar una respuesta, el niño apenas la escuche y se distraiga o pase a otra pregunta. No nos enfademos ni nos desanimemos. No importa tanto el contenido como el mecanismo de la comunicación en sí.

Claro que no siempre podemos estar disponibles para el juego de las preguntas, y a veces tenemos derecho a estar agotados. Entonces es lícito decir: «Espera a que acabe con esto y después te contesto a todas las preguntas», y también: «Bueno, unas preguntas más y lo dejamos para mañana». Lo importante es dejar abierta la línea de comunicación y no transmitirle que sus preguntas nos desagradan.

martes, 15 de enero de 2013

Dieta alta en grasas generan niños más tendientes a la obesidad

Nuevas investigaciones afianzan la idea de que la dieta en el embarazo de la mujer tiene mucha influencia en la futura salud de los niños, concretamente en la obesidad.

En efecto, una alimentación con alto contenido de grasas saturadas, tiene una influencia en la predisposición futura a la obesidad infantil, y los alimentos que las contienen son por ejemplo los fritos, hamburguesas, mantequilla, carne vacuna, entre otros.

Pero al mismo tiempo, los aceites grasos, tales como ácidos grasos tipo omega-3, no tienen influencia negativa.

Para esta investigación, se tomaron muestras de sangre de embarazadas, luego se comparó con el porcentaje de grasa corporal de sus hijos de 4 a 6 años. En este rango de edad, cuanto más grasa saturada habían consumido la madre, mayor era la tasa de grasa y masa corporal del infante.

“Los resultados sugieren que hacer cambios en la dieta de la madre podría ser beneficioso para la composición corporal del niño en desarrollo”, explicaron los científicos.

El estudio indica, sin embargo, que aquellas madres que consumen suplementos de omega 3 contribuyen en el desarrollo óseo y muscular de sus hijos.

miércoles, 9 de enero de 2013

Caries en niños: aprende a prevenirlas

Aunque no es muy frecuente, algunos niños tienen caries en sus primeras piezas dentales. Se producen por un contacto prolongado de los dientes con la leche o con alimentos muy azucarados. Pero, no te preocupes: con los cuidados adecuados se pueden prevenir.

Las bacterias utilizan los azúcares que quedan en los dientes como fuente de energía para formar ácidos que empiezan destruyendo el esmalte dental y siguen con la dentina. Eso termina produciendo una caries que puede llegar a provocar la pérdida de la pieza.

La leche materna es menos peligrosa para los dientes que otros alimentos, porque tiene componentes que disminuyen el crecimiento de las bacterias y la producción de ácido, pero el riesgo de formación de caries puede aumentar si se alterna con otras comidas o con bebidas azucaradas.

Cómo prevenirlas
  • Limpia con una gasita los dientes y las encías del bebé (incluso aunque no le haya salido ninguna pieza) después de cada comida.
  • No le ofrezcas biberones que contengan líquidos muy azucarados, ni chuches o alimentos que tengan mucho azúcar.
  • Evita que se duerma con el biberón en la boca.
  • Nunca untes el chupete con miel, azúcar o sirope para tranquilizarle.
  • A partir del primer año ya se puede usar un cepillo de dientes con cerdas suaves especial para bebés,

La exposición al polen predispone al asma en el niño

Un estudio encontró que una madre que se expone al polen en las etapas finales del embarazo, tendrá un hijo con mayor probabilidad de padecer asma temprana, de acuerdo a investigadores de la Universidad sueca de Umea.

Estudios anteriores encontraron que cuando los niños nacen en época de alto polen, presentan más tasas de alertas respiratorias. Se encontró ahora que la exposición ya desde el final de la gestación en el vientre materno, también aumenta las tasas de asma temprano.

La exposición a altos niveles de polen durante las últimas 12 semanas de embarazo aumentan considerablemente el riesgo de hospitalización por síntomas de asma en el primer año de vida del niño.

Una alta exposición al polen en mujeres embarazadas que padecen alergia puede afectar al desarrollo del sistema inmune del hijo.

Embarazadas con alergias importantes al polen pueden también padecer complicaciones y, a veces, dan a luz antes de lo esperado, lo que eleva la tasa de problemas respiratorios.

viernes, 4 de enero de 2013

Accidentes domésticos Qué hacer cuando un niño se traga algo

Nuestro pequeño ya camina y sigue llevándose todo a la boca: una combinación peligrosa que puede darnos más de un susto. Te contamos cómo hay que actuar cuando se traga un objeto.

Para nuestro hijo, el mundo es un lugar fascinante, lleno de cosas que tocar, chupar, morder y… si son lo bastante apetecibles, tragárselas sin más. Las monedas son de los manjares más solicitados, pero el menú también puede incluir juguetes pequeños, globos, trozos de revistas, jabón, plastilina… A los padres les preocupan estos accidentes domésticos, pero tranquiliza saber que, en el 80% de los casos, el objeto en cuestión pasa a través del sistema digestivo y se elimina sin más con las heces. Cuando se trata de objetos punzantes, tóxicos o el niño sufre un atragantamiento, hay que tomar medidas de seguridad.

Monedas

Es lo más común y también lo más sencillo de resolver. A los niños les fascinan estos objetos redonditos y brillantes. Como no tienen bordes ni aristas y son de pequeño tamaño, la mayoría pasan por el tracto intestinal sin más (sobre todo las que tienen menos de dos centímetros de diámetro) y se eliminan a las 24 o 36 horas con las heces.

¿Qué hacer si se las tragan?

A los papás les queda la ingrata tarea de buscar la moneda en sus deposiciones y, si no nos quedamos tranquilos (en muchos casos echan la moneda y ni la vemos o no se la habían tragado realmente), habrá que pedir cita con el pediatra, que irá siguiendo los movimientos de las moneda por el tubo digestivo con sucesivas radiografías. Y no hay que preocuparse porque estén sucias.

Pilas de botón

Están en un montón de artículos, entre ellos juguetes, y su ingesta se considera urgencia médica, ya que contienen sustancias tóxicas como mercurio, cinc o litio y, si se abren pueden producir una quemadura importante de la mucosa gástrica o esofágica.

¿Qué hacer si se las tragan?

En este caso, también cuando nuestro hijo se ha tragado un objeto punzante o cortante, como un palillo de dientes o una aguja, hay que acudir a urgencias para sacar el objeto peligroso lo más rápido posible.
Pastillas

Los niños son bastante aficionados a “automedicarse” cuando nos despistamos, ya que les suele gustar el sabor de los preparados especiales para ellos.

¿Qué hacer si se las tragan?

No suele ser un problema porque los medicamentos para los pequeños no están concentrados, pero sí hay que tener cuidado si ha tomado un preparado en forma de gotas (suele estar concentrado) o gran cantidad de ibuprofeno, que puede resultar tóxico para el hígado. En el caso de las pastillas de los mayores hay que tener más cuidado. Si el niño toma, por ejemplo, antidepresivos o los medicamentos para la diabetes de la abuela, puede ser peligroso.

Frutos secos

Este tipo de alimentos (sobre todo los cacahuetes y las pipas de girasol) deberían estar prohibidos en la dieta de los niños pequeños ya que, al no estar capacitados para triturarlos adecuadamente, se corre el riesgo de que pasen de la boca a las vías respiratorias, lo que puede provocar atragantamiento y, en un caso extremo, asfixia. Tampoco deberían consumir aceitunas con hueso, cerezas, chicles ni caramelos y, con precaución y bajo supervisión paterna, alimentos como jamón serrano, chorizo o salchichón (sobre todo con piel), calamares, pulpo o palomitas de maíz.

Bebés y niños que duermen con la luz encendida, ¿más riesgo de miopía?

Es habitual en los países desarrollados que los bebés y los niños pequeños duerman con una luz de acompañamiento, cuando no con la luz principal. También son cada vez más habituales en estos países los casos de miopía ¿Existe alguna relación entre estos hechos? Tener encendida la luz por la noche, que puede ayudar a calmar al pequeño, podría tener consecuencias negativas para su salud.

Un estudio publicado hace años en la revista Nature, reseñado como “Keep your babies in the dark” (“Mantén a tus bebés en la oscuridad”) establecía una relación entre dormir habitualmente con la luz encendida entre el nacimiento y los dos años de edad y un incremento de la miopía.

A partir de una encuesta a los padres de 479 niños que asistían a su clínica de oftalmología pediátrica como pacientes ambulatorios, el doctor Richard A. Stone y sus colegas encontraron una fuerte relación entre la miopía y la exposición a la luz durante la noche en dichos bebés y niños.

La investigación, realizada por el Medical Center de la Universidad de Pensilvania y el Children’s Hospital de Filadelfia, indicaba que:
  • Un 10% de los niños de entre 2 y 16 años que habían dormido a oscuras hasta los dos años eran miopes en el momento de realizar el estudio.
  • Un 34% de los niños que habían dormido los dos primeros años de vida con la luz nocturna de un piloto tenue eran miopes.
  • Un 55% de los niños que habían dormido con una lámpara o una bombilla encendidas contrajeron miopía en edad adulta, cinco veces más que entre los niños que habían dormido en la oscuridad durante sus primeros años de vida.
La hipótesis para explicar estas cifras sería que el ojo se desarrolla sobre todo durante los primeros años de vida, y por lo tanto, es más vulnerable a la luz, por ello no existiría relación entre dormir con luz y miopía después de la edad de dos años y las cifras descienden según desciende la intensidad de la luz nocturna.

Los investigadores admiten que la búsqueda de una correlación entre la iluminación nocturna y la miopía posterior no significa que se haya encontrado una causa directa, y que no han descartado otros factores.

Por ejemplo, los niños que duermen en estancias iluminadas podrían llegar a ser miopes porque sus padres lo son (la propensión a la miopía de hijos de padres miopes es alta) y estos prefieren dejar las luces encendidas para que puedan ver a dónde van y no tener un accidente.

Pero según afirmaban en su estudio sí está claro que la ausencia de oscuridad en el sueño nocturno puede ser un importante factor de riesgo para el futuro desarrollo de un cuadro de miopía.

¿Podría se esta la explicación a que en el último siglo hayan aumentado tanto los casos de miopía en las poblaciones más desarrolladas? Hay datos que señalan que, especialmente entre la población asiática, la miopía supera el 70% (no obstante, solo un 1% de los niños del estudio eran de origen asiático).

¿Dejar luz o no mientras el bebé duerme?

Frecuentemente se hace referencia a este estudio (que data de 1999) para aconsejar a los padres que no mantengan luces encendidas cuando el bebé duerme.

De hecho los mismos investigadores recomendaban esta actuación como medida de precaución, al menos hasta que hubiera más estudios que corroboraran la relación, pero lo cierto es que han pasado años y no tenemos constancia de que se haya vuelto a estudiar el tema.

Los expertos aconsejan que los bebés pequeños no duerman totalmente a oscuras durante el día para no alterar su ritmo circadiano que se está formando, pero aquí estamos hablando de dormir por la noche.

Yo supongo que la razón principal para que dejemos una luz de acompañamiento es la comodidad a la hora de levantarnos por la noche a amamantar al bebé o a cambiarle el pañal, a calmarlo… sin tener que encender la luz principal, muy molesta a media noche.

Pero también es cierto que nosotros al final vimos que la luz no era necesaria (mis dos hijas durmieron en nuestra habitación los primeros meses) hasta que efectivamente tuviéramos que encenderla para ver qué le sucedía al bebé. Para dormirse, sí que tenían luz tenue, pero después la apagábamos.

Es decir, las niñas (y nosotros) dormíamos sin luz, pero teníamos a mano una luz piloto para cuando hiciera falta. Una luz suave, poco molesta, y lo suficientemente válida para movernos sin peligro, acomodarnos para darles de mamar o cambiar el pañal…

Ahora ambas duermen sin luz en su habitación, y cuando nos llaman o necesitamos verlas encendemos la luz del pasillo, indirecta, que no les molesta.

En definitiva, yo creo que lo principal es que los bebés y niños estén tranquilos a la hora de dormir y descansen lo mejor posible, pero no creo que ello dependa de tener o no encendida una luz por la noche (y menos toda la noche).

Si efectivamente las luces por la noche aumentan el riego de miopía en los niños, pensemos que lo mejor es que los pequeños nos tengan cerca, que sientan que estamos ahí y vamos cuando nos necesitan, esa es la mayor luz que les podemos dar, y además no conlleva ese probable riesgo de miopía.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Seguridad para niños en la cocina

Cuando los niños dejan de ser bebés se vuelven cada vez más curiosos. A partir del año, gateando o andando, llegan a lugares muy peligrosos. Y la cocina es uno de los sitios donde más accidentes se producen. Te explicamos qué precauciones tomar para evitarlos y te enseñamos algunas protecciones muy prácticas que existen en el mercado.

Cocinas seguras para los niños

Todos estos elementos habituales en la cocina pueden resultar peligrosos para los niños cuando empiezan a andar y moverse:

Productos de limpieza

Una de las causas más frecuentes de i ntoxicación en niños de estas edades es la toma por error de productos de limpieza. Evitarlo es muy fácil: poner un cierre de seguridad en los armarios y, si es posible, colocar esos productos en un lugar alto.

Utensilios de cocina

Muchos utensilios de cocina son peligrosos. Con una bolsa de plástico se pueden asfixiar, con los cuchillos y tijeras se pueden cortar y con los imanes de la nevera podrían atragantarse.

El cubo de la basura

Tiene que estar siempre bien cerrado y fuera de su alcance. Contiene muchos desperdicios nocivos para su salud y es una fuente directa de gérmenes.

La puerta del lavaplatos y lavadora

Es importante que estas puertas estén siempre bloqueadas para que el bebé no pueda introducirse en el interior.

Pequeños electrodomésticos

No olvidemos apagar los pequeños electrodomésticos (tostadora, cafetera o microondas) cuando no los usemos. Y es mejor colocarlos en un lugar alejado, para que no los agarre y se le caigan encima.

El horno

También representa un peligro: la puerta desprende calor cuando está encendido y el pequeño puede quemarse si se apoya en ella.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Qué triste que te critiquen por cuidar de tus hijos

Es muy habitual oír que tenemos que educar a nuestros hijos en valores, ponerles límites y enseñarles que la vida no es un camino de rosas para conseguir que sean como nosotros los adultos, que al parecer tenemos muchos valores. Es habitual pero es fácil darte cuenta después que por la boca muere el pez y que los mayores, los que tenemos más responsabilidad a la hora de tejer el entramado social, somos muchas veces más egoístas y envidiosos que los niños.

Para ser más concretos, me estoy refiriendo a todas esas mujeres (y hombres, aunque de estos hay menos) que, decididas a cuidar de sus hijos, alargan la baja maternal, se reducen la jornada o cogen excedencias, recibiendo críticas de personas de su entorno y de su trabajo. Y digo yo: qué triste es que te critiquen por cuidar de tus hijos.

Los bebés nos necesitan, mucho

Los bebés vienen al mundo para ser felices, aunque su primer objetivo es sobrevivir. Hacen lo posible por tener a sus cuidadores cerca, por estar bien alimentados, por sentirse bien y por eso lloran y se quejan mucho. Lo hacen normalmente hasta que son capaces de valerse por sí mismos y por eso son tan demandantes de pequeños, porque nos necesitan muchísimo.

La baja maternal es de 16 semanas, menos de cuatro meses, que hacen que una madre se separe de su hijo siendo aún un bebé, casi tan demandante como el primer día. Seguro que si preguntamos a cualquier madre que está a punto de incorporarse al trabajo por la duración de la baja maternal nos dirá que es muy poco tiempo. Fijaos si es poco tiempo que ni siquiera da para seguir una de las recomendaciones más conocidas de los últimos tiempos: dar leche materna exclusiva hasta los seis meses. No es que no se pueda hacer, pero es una gran traba que a los cuatro meses mamá tenga que irse de casa para trabajar.

Muchas madres buscan soluciones

Entonces, ante el panorama de dejar a tu bebé chiquitín totalmente dependiente en manos de otras personas muchas madres acaban por buscar soluciones temporales que les permitan seguir cuidando de sus hijos: reducciones de jornada, excedencias, etc., medidas que no siempre son bien vistas por el entorno directo de la mujer.

Si lo haces por poco tiempo es más que probable que nadie diga nada. Ahora bien, si la cosa empieza a alargarse las bocas empiezan a abrirse: que si vas a enmadrar al niño, que si cuándo vuelves al trabajo, que si sólo trabaja él, que por qué tú no haces nada, que el niño ya está creciendo y ya tendríais que buscar una guardería, que como te has reducido la jornada las demás tienen que hacer tu trabajo, que si no eres mejor madre por quedarte más tiempo cuidando de tu hijo, que si…

Y todo ello es muy triste, mucho, porque muchas veces es la misma familia, o la familia del marido quien te lo dice. A veces son tus compañeras, esas con las que tan buenos ratos has pasado, que a la que has tenido un hijo se quejan por darle más importancia a tu hijo que a tu trabajo. Y digo que es triste porque nadie piensa en el bebé.

Ese bebé que aún no tiene un año necesita a su madre y a su padre los primeros meses, eso nadie lo discute, pero también los primeros años. Ya, estoy loco, hablar de años, pero es que es así: años. Lo que pasa es que en las familias tiene que haber un equilibrio entre el dinero que entra y sale y tenemos que acabar trabajando mucho y a menudo hay que dejar a nuestros hijos para que los cuiden otros, que no quiere decir que sea necesario para ellos, sino una solución a un problema.

Por eso, cuando una madre decide dejar de trabajar, cuando una familia decide apretarse el cinturón y cuando escoge dedicar su tiempo a tratar de hacer feliz a su hijo para que crezca sano, fuerte y bien educado todos deberían alegrarse y como mucho tenerle envidia sana, esa de “qué suerte tú que puedes”.

Sin embargo hay gente egoísta, amargada y tóxica cuya felicidad parece depender de la infelicidad de los demás. Gente que luego encima te dice eso de “hay que educar a los niños en valores” o “hay que enseñarles a vivir”. Triste, muy triste.

Elegir el mejor juguete según la edad del niño

Con los Reyes Magos a la vuelta de la esquina, los juguetes se convierten en el mayor objeto de deseo. Todos los padres nos planteamos cómo acertar y cuál le hará más ilusión a nuestros hijos. Te damos algunas pistas en función de la edad del niño.

Los mejores juguetes no son los mas caros, sino los que proporcionan más tiempo de juego y se adaptan a los gustos, el carácter y el momento evolutivo del niño. Y recuerda: son necesarios para el desarrollo del pequeño, pero no eximen a los padres de jugar con sus hijos.

Los siete criterios de la buena compra

Lo primero es atender las preferencias de sus futuros dueños: el juguete debe servir de diversión y entretenimiento. Pero, a la hora de comprarlos, deberíamos estar pendientes de que cumplan estos siete objetivos:

    Que cumplan las normas de seguridad vigentes.
    Que no sean sexistas.
    Que sean adecuados a la edad del niño y a su momento evolutivo.
    Que no sean muy sofisticados.
    Que fomenten la comunicación.
    Que sean agradables para los sentidos del niño.
    Que no sean bélicos ni violentos.

Pensemos también en si hay otros hermanos más pequeños en casa. Los accidentes ocurren porque es imposible supervisar en todo momento el juego infantil. Con estas normas básicas, lo siguiente es saber qué tipo de juguetes es más apropiado para cada edad.

0-6 meses. Observa todo lo que ocurre a su alrededor

Para nuestro bebé todo es nuevo, así que nos sorprenderá con su enorme curiosidad. Le veremos escuchar atentamente los sonidos, seguir con la mirada a personas y objetos y, a partir de los tres meses, ya será capaz de coger cosas, agitarlas y llevárselas a la boca. Los juguetes le ayudarán a diferenciar colores, texturas, sonidos, movimientos... Pero no olvidemos que el principal juguete para un bebé son sus papás.

Podemos comprarle:

    móviles para la cuna;
    artilugios musicales;
    sonajeros de colores vivos;
    muñecos blanditos de goma o tela;
    anillas grandes para agarrar y morder;
    mantitas de actividades;
    libros de tela o plástico;
    bloques multicolores...

6-12 meses. No para un momento: se voltea, repta, gatea... ¡Rebosa vitalidad!

Si está tumbado boca abajo, se desplaza rodando hasta alcanzar sus juguetes. Puede pasarlos de una mano a otra y tirarlos mil veces. Enseguida será capaz de reptar, tal vez gatee y, muy pronto, podrá ponerse de pie. Como ya se sienta, su mundo de juegos se amplía. Le encanta parlotear y que respondamos a sus balbuceos, señalará lo que quiere, y ¡ay si no se lo damos!

Necesita:

    muñecos blanditos;
    pelotas, tacos y aros;
    encajables sencillos;
    juguetes musicales, sonoros y con teclas;
    juegos de baño;
    libros blanditos;
    bloques para meter y sacar;
    arrastres...

1 año. Primeros pasos hacia la independencia

Comienza a andar y a despegarse de papá y mamá, aunque se vuelva, muerto de miedo, en cuanto no les siente cerca. Ya sabe pedir y exigir lo que quiere, con una palabra o con gestos imperiosos. Su afán de exploración no conoce límites, y no podemos quitarle la vista de encima ni un solo instante.

Le gustan:

    los correpasillos, columpios, arrastres... y todo lo que se mueve;
    juguetes que emiten sonidos (causa-efecto);
    juguetes que prueban las leyes físicas: arrastrar, golpear, abrir, cerrar...

2 años. Ya quiere tomar sus propias decisiones

El niño ya tiene opiniones y deseos propios, expresa su voluntad y desea tomar decisiones. Claro que, a veces, se enrabieta al comprobar que todavía tiene un montón de limitaciones. Nuestro niño es un terremoto: todo lo toca, va de acá para allá, lleva y trae cosas, hace mucho ruido... Quiere aprender a todas horas y disfrutará un montón imitando a los mayores. Aparece la concentración en el juego, y ya no solo es capaz de representar papeles, sino también de pensar en la mejor forma de levantar una torre.

Necesita:

    muñecos y accesorios;
    cacharritos;
    granjas con animales;
    coches y camiones;
    teléfonos;
    carros para transportar cosas;
    pinturas;
    libros (como a cualquier edad);
    útiles para jugar con agua y arena.

martes, 4 de diciembre de 2012

Problemas de la vista en niños

Cuando el bebé nace, ve borroso a su alrededor y empieza a desarrollar la vista en función de sus necesidades. Al principio ve definido lo que está a unos 20-30 centímetros de su cara. Y lentamente va ampliando su campo de visión. La agudeza visual de los niños no pasa del 0 al 100 de un día para otro. Hasta los 6 años los niños no alcanzan el 100% de su visión. Esto no quiere decir que no existan problemas en la vista antes de los seis años, puede haberlos y cuanto antes los detectemos más posibilidades tendremos de corregirlos.


Astigmatismo

Se produce porque la córnea, la membrana transparente del ojo, tiene forma irregular.
  • En qué consiste: Una parte de la imagen queda enfocada por delante del resto, tanto en los objetos cercanos como en los lejanos. Los pequeños con astigmatismo normalmente ven las líneas verticales mejor que las horizontales.
  • Cómo detectarlo: En ocasiones los niños pueden girar la cabeza para mirar algo, ya que hay una parte de la córnea con la que enfocan mejor. No es fácil de detectar, a menos que el niño exprese que ve borroso o manifieste otras molestias.
  • Tratamiento: Si el astigmatismo genera problemas en la visión, el tratamiento habitual son las gafas. Suele ir asociado a miopía o hipermetropía.

Ojo vago o ambliopía

Es muy importante diagnosticar el ojo vago en los dos primeros años del niño, porque pasado un tiempo la pérdida de visión no se recupera.
  • En qué consiste: El ojo vago comienza cuando un ojo, o los dos, pierden un grado importante de visión. Puede estar causado por un problema de vista, por estrabismo o muy excepcionalmente por otras razones, como una catarata. Sin embargo, el auténtico problema de ojo vago se genera porque el cerebro, al recibir dos imágenes diferentes, la de un ojo y la de otro, acaba ignorando la imagen que ve mal. Poco a poco las vías que llevan información del ojo al cerebro dejan de funcionar por falta de uso, y el niño acaba dependiendo de un solo ojo para ver. Hasta los tres años de edad se puede reeducar al cerebro para que vuelva a ver por ese ojo, por eso es tan importante la detección precoz.
  • Cómo detectarlo: Debemos prestar atención si el niño es prematuro o existen en la familia antecedentes de ojo vago, problemas de retina, miopías, hipermetropías o astigmatismos altos. Los signos de alarma pueden ser:
    - El niño tuerce un ojo en ciertas ocasiones o cierra uno de los dos ojos para enfocar.
    - Tiene dolores de cabeza o tortícolis.
    - Inclina la cabeza a un lado para mirar las cosas.
    - Hace guiños, se frota los ojos muy a menudo.
    - Ya de más mayor omite palabras al leer o confunde las letras pequeñas.
  • El tratamiento: Consiste en llevar gafas y parches. Aunque para el niño es molesto porque le forzamos a mirar por el ojo por el que no ve bien, es primordial seguir al pie de la letra las recomendaciones del oftalmólogo.

Miopía

Se descubre en la edad escolar, cuando los niños muestran dificultades para ver lo que hay en la pizarra, ya que hasta entonces su mundo se ha desarrollado al alcance de su mano.
  • En qué consiste: La miopía implica ver bien de cerca y mal de lejos, debido a que la imagen, que debería formarse en la retina, se forma por delante de ésta. Esto hace que los objetos lejanos se vean borrosos. El niño puede tener una miopía baja (de 0 a 2 dioptrías), media (de 2 a 4) y alta (de 4 a 6). Con más de 6 dioptrías la miopía puede estar asociada a problemas de retina.
  • Cómo detectarla: Suele dar los siguientes síntomas: el niño entorna los ojos a menudo para enfocar en la distancia; muestra preferencia por actividades que requieren visión cercana, y es posible que rechace otras al aire libre que requieran agudeza visual de lejos. Pueden confundir a personas conocidas cuando se hallan a cierta distancia.
  • Tratamiento: La miopía se puede corregir con una operación con láser, pero no se puede practicar hasta que no haya terminado el crecimiento, es decir, al menos hasta los 18 años. Mientras tanto se hace un tratamiento con gafas cuya finalidad es que el niño consiga ver bien y evitar que la miopía aumente demasiado.

Hipermetropía

El niño ve bien de lejos y no tan bien de cerca. Suele diagnosticarse en la edad escolar.
  • En qué consiste: La hipermetropía es lo contrario de la miopía: el niño ve bien de lejos y peor de cerca. Las imágenes se enfocan por detrás de la retina, por lo que los objetos cercanos no se ven nítidos.
  • Cómo detectarla: A los niños con hipermetropía puede dolerles la cabeza al realizar actividades que le obligan a mirar de cerca durante mucho tiempo. Tras estas actividades pueden tener también los ojos cargados, los párpados rojos o torcer los ojos, por el esfuerzo que han hecho.
  • Tratamiento: Las gafas son la solución habitual. Su uso dependerá de las dioptrías y de cuánto afecte la hipermetropía a la vida del niño. Este problema suele corregirse con el tiempo, si seguimos las indicaciones que nos ha hecho nuestro oftalmólogo.

Estrabismo

Decimos que un niño tiene este problema cuando uno o los dos ojos se desvían de los ejes oculares, es decir, cuando la mirada no está alineada.
  • En qué consiste: Normalmente uno de los ojos se desvía hacia dentro o hacia fuera, pero también puede hacerlo hacia arriba o hacia abajo. Puede ser un problema de la musculatura del ojo: hay músculos que tiran más fuerte hacia un lado y el ojo se tuerce hacia allí, lo que repercute en la visión del niño, ya que el cerebro recibe dos imágenes diferentes y elimina una, lo que puede causar ojo vago. También puede ser secundario a un problema de visión o excepcionalmente el síntoma de una enfermedad sin relación con la vista.
  • Cómo detectarlo: Los dos ojos no están alineados, y es posible que no se muevan a la par en la misma dirección. En los bebés puede haber un falso estrabismo: parece que el niño tuerce un ojo, pero no es más que un efecto óptico debido a la forma del ojo o del puente de la nariz. Ocurre también en los niños orientales. Pediatra y oftalmólogo son los responsables de diagnosticar correctamente un estrabismo.
  • Tratamiento: Cuando el estrabismo está asociado a miopía o hipermetropía, las gafas pueden ayudar a corregir la desviación de los ojos, incluso totalmente en algunos casos. Otros niños necesitarán cirugía, que no se puede realizar con láser.

viernes, 23 de noviembre de 2012

¿Deben creer los niños en los personajes mágicos?

¿Deben creer los niños en los personajes mágicos como el Ratoncito Pérez, Papá Noel, el Hada de los dientes, el conejito de Pascua o los Reyes Magos?

Hay padres que consideran que ofrecerles estas creencias es engañarlos y que prefieren no hablarles mucho de estos personajes y así con ello evitar la futura decepción que tendrían cuando se enterasen que en realidad Papa Noel no existe.... o que el Ratoncito Pérez nunca se llevó sus dientes.

Pero privar de esta fantasía a los niños es privarles de un gran alimento para su imaginación, su desarrollo y también su alma. El pensamiento infantil es principalmente “mágico” y esta magia les ayuda a comprender el difícil mundo que les rodea.

El niño pequeño no distingue entre las cosas que son reales y las que son inventadas. Y precisamente por eso tiene una imaginación desbordante y se lo cree todo.

En un principio no sospechan que algo pueda ser mentira, especialmente si alguien más mayor que él o un adulto se lo cuenta. Por eso no dudan cuando les decimos que el Ratoncito Pérez se ha llevado su diente, o que los Reyes Magos van por todas las casas del mundo repartiendo regalos para hacer felices a los niños.

Necesitamos la magia para vivir

Y también por este mismo motivo, hemos de evitar contarles historias maléficas de brujas o monstruos que hacen daño, pues también se las creerán causándoles daño, miedo e inseguridad.

Pero en cambio, sí les ayuda conocer historias sobre personajes mágicos que hacen buenas acciones, reparten amor, sonrisas, protección o velan por la seguridad de todos los niños. Por eso las historias infantiles, son una herramienta ideal para ayudarles a comprender el mundo que les rodea, potenciando su ilusión y su alegría.

Así pues, los niños pequeños están preparados para creer en el Hada de los dientes o en Papá Noel, y necesitan creer en personajes e historias que transmitan amor, confianza, seguridad y buenas acciones que les ayuden a crecer. Al igual que ayudan los besos mágicos de mamá que todo lo curan, los muñecos comepesadillas que les ofrecemos para calmar sus miedos, los dibujos protectores o las tiritas especiales que curan con solo ponerlas.

Los personajes mágicos cuando el niño se hace mayor

Conforme el niño va creciendo y su pensamiento va madurando empezará a estar preparado por si solo para distinguir entre fantasía y realidad. Descubrir con 7 o 9 años, que el Ratoncito Pérez no existe no es descubrir que papa o mamá me mintieron, sino que es descubrir que has estado creyendo en una fantasía que te ha hecho tener ilusión y te ha hecho sentir momentos muy especiales.

La frustración o decepción es inevitable, pero no es dañina, pues al niño le está ayudando a madurar y a ir comprendiendo otras facetas de la vida y otros recursos que no tenía.

Claro que esta frustración es dolorosa, y los padres preferimos evitar todo dolor en nuestros hijos, pero en el acto de crecer está implícito el dolor de la frustración.

Y esa creencia, aunque ahora el niño sepa distinguirla de la realidad, no hemos de dejar que la pierdan del todo.

¿Mamá, he estado creyendo en una mentira? No cariño, los Reyes magos existen, pero en la fantasía; has estado creyendo en una fantasía. Incluso cuando somos adultos estos rituales mágicos, nos ayudan a creer en algo que va más allá de lo que vemos, nos ayudan a creen en el amor universal y nos ayudan a confiar, como cuando éramos pequeños, y sobre todo a no perder la ilusión. Algo que nunca debería faltar en ninguna familia, ya se tengan niños pequeños o adolescentes o adultos.

Los adultos, también necesitamos dosis de pensamiento mágico, así que también nos beneficia proteger estos rituales mágicos y no dejar que desaparezcan en nuestro núcleo familiar. Sí, ya sabemos que no existen, que no son realidad pero también sabemos que nos conectan con la ilusión y la confianza de creer en un mundo mejor.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Salud infantil ¡A moverse todos!

Moverse es básico para que nuestros hijos se desarrollen físicamente de forma adecuada. Hay niños que no paran pero otros necesitan que les propongamos actividades que les motiven para hacer ejercicio a ellos y al resto de la familia: ¡A moverse todos!

Hay divertidos juegos que podemos realizar con nuestros hijos pequeños que fomentan el hábito de moverse y les proporcionan, además, un ejercicio variado que pondrá en forma todo su cuerpecito. Y además, las ideas que os proponemos no son exclusivas para los niños, todos vamos a beneficiarnos haciéndolas con ellos.

Los niños, de todos modos, de forma natural, están predispuestos a hacer ejercicio y sus cuerpos se adaptarán perfectamente. Si el hábito de moverse se mantiene desde la infancia tendrán mejor forma física, peso adecuado y una forma excelente, lo que beneficiará a su sistema cardiovascular y a su salud en general.

Ideas para que se muevan los niños pequeños

En realidad, nosotros podemos empezar a hacer ejercicio con el bebé desde muy pronto, pero es cuando los niños pequeños adquieren cierta seguridad correteando cuando podemos hacer con ellos divertidos juegos que fomenten la actividad física y mantengan su cuerpo en forma. Eso si, para que lo pasen mejor tenemos que hacer también el programa de ejercicios nosotros.

Una idea que os proponemos son las burbujas de jabón. Les fascinan, les vuelven locos y es que son tan bonitas. Podemos ir soplando burbujas y pedirles que las atrapen. No van a parar de saltar y correr, además de reirse muchísimo.

Otra de las cosas que más les motivará es acompañar el juego con música, bailar con nosotros y montar una marcha tocando instrumentos o ir de un lado al otro de la casa para ir a hacer sonar el que le pidamos que toque.

También podemos jugar a las imitaciones de movimientos, sean simples ejercicios como saltar, agitar los brazos o dar patadas al aire de forma rítmica, sean movimientos que representen a animales mientras vamos haciendo el sonido correspondiente. Vamos a ponernos en cuclillas, caminar agachados, dar brincos y mover el tronco, primero nosotros y luego ellos. Y vamos a pasarlo genial.

Niños a partir de tres años

A partir de los tres años los niños van adquiriendo un mayor control de su motricidad y comprenden mejor las instrucciones verbales. Además, disfrutan mucho desarrollando su creatividad y esforzándose para alcanzar nuevas metas. Todo eso puede ser una motivación adicional a nuestros programas de ejercicios divertidos.

Los materiales que vamos a necesitar para nuestro programa de ejercicios son sencillos y fáciles de conseguir: pelotas, cuerdas, gomas elásticas largas, tizas, palas y cubos. Con esto tendremos un gimnasio infantil que, combinado con el parque, va a permitir que nuestro hijo esté en forma y divertido. Y no hay excusas, si no tenemos tiempo de ir al gimnasio, nos podremos en forma con nuestros hijos.

Con la goma elástica podemos hacer varias “trampas” que tengan que pasar por encima o por debajo, pero sin tocarlas. Es un juego estupendo que va a ponernos a nosotros, menos flexibles, en algún aprieto.

Luego, con la cuerda extendida en el suelo, deberemos hacer equilibrios imaginando que caminamos sobre un abismo o sobre el crater de un volcán. Si todavía tenemos fuerzas podemos intentar enseñarles a “pasar la barca” y a saltar la comba, aunque yo debo confesar que nunca he sido capaz de tanta coordinación.

En la calle o el patio podemos hacer otras actividades, como jugar a perseguir pelotas o lanzárnoslas suavito a las manos y hacer un gran agujero en la tierra donde enterrar un tesoro o inventar que encontramos uno.

Les encantará y van a mover todos los músculos.

Para terminar, sobre la acera podemos dibujar una rayuela o cualquier variante que se nos ocurra y comenzar a saltar a la pata coja. Después de este programa de ejercicios “¡A moverse todos!” os aseguro que vais a poneros toda la familia en forma y que, después de una noche, caeréis rendidos en la cama.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Los hijos de padres con ansiedad social tienen más probabilidad de tener un trastorno de ansiedad

Un estudio reciente realizado por el Centro Pediátrico John Hopkins de los Estados Unidos, logró determinar que los hijos de padres con ansiedad social tienen muchas más probabilidades de desarrollar un trastorno de ansiedad que aquellos cuyos padres padecen otro tipo de ansiedad.

Se trata de la forma más común de ansiedad, y entre sus características se encontró que existe una falta de calidez y afecto, además de unos altos niveles de críticas y dudas. El estudio se llevó a cabo con grupos de padres con ansiedad y sus hijos de siete a 12 años, de los cuales algunos adultos tenían ansiedad social y otros, otras clases de fobias como Trastorno Obsesivo Compulsivo o trastorno de pánico.

Se encontró que era mayor el número de niños diagnosticados con ansiedad entre los hijos de ansiosos sociales.

Pero además, tras realizar algunas tareas juntos mientras eran observados, se encontró que estos padres eran menos cariñosos con sus hijos, más tendientes a criticarlos y confiaban menos en que estos niños pudieran cumplir con la tarea encomendada.

“Hay una amplia variedad de trastornos de ansiedad, así que lo que hicimos fue concentrarnos en la ansiedad social, y hallamos que las conductas de los padres que fomentan la ansiedad podrían ser de una forma determinada según el diagnóstico de los padres, y no necesariamente comunes a todos los que sufren de ansiedad”, explicaron los investigadores.

Los resultados del estudio tienden a buscar la manera de prevenir la aparición de los trastornos en los niños, controlando los factores externos. “Los niños con una propensión heredada a la ansiedad no se hacen ansiosos solo por sus genes, así que lo que necesitamos son formas de prevenir que los catalizadores ambientales, que en este caso son las conductas de los padres, activen los mecanismos genéticos subyacentes responsables de la enfermedad”, explicaron.

martes, 6 de noviembre de 2012

Desarrollo y estimulación del niño de 2 años. ¿A qué jugamos?

La etapa de los dos a los tres años es una fase de búsqueda de la autonomía. La psicomotricidad de los niños da un salto de gigante y su socialización también: necesitan el contacto con otros niños. Además, es una etapa de autoafirmación: "yo" y "mío" se convierten en dos de sus palabras favoritas.

Desarrollo del niño de dos años. ¿Qué es capaz de hacer?

En los niños de dos a tres años no hay una norma fija que determine en qué mes pondrán en marcha sus habilidades. Cada niño lleva su propio ritmo y alcanza sus hitos de desarrollo a su paso. Con la misma edad, un niño puede subirse a lo alto del castillo del parque mientras otro necesita aún la ayuda de un adulto, y la evolución de ambos es completamente normal.

En general, un niño de dos años:

  • Anda y corre sin ayuda.
  • Es capaz de atender a otros estímulos mientras camina.
  • Abre puertas.
  • Arrastra juguetes mientras anda, y puede sujetar varios juguetes mientras está en marcha.
  • Sabe trepar a los muebles.
  • Disfruta imitando a los adultos.
  • Come solo, aunque se ensucie un poco.
  • Da la vuelta a un recipiente para sacar lo que hay dentro.
  • Puede saltar: a la pata coja, con los pies juntos, dando pasos cortos y largos…
  • Pasa las páginas de un libro.
  • Pinta garabatos y líneas con una tiza o una cera.
  • Hace torres de varios cubos y los junta en línea si le explicamos cómo hacerlo.
  • Aprende mediante ensayo-error o tanteo aleatorio.
  • Utiliza su propio nombre y los pronombres "yo" y "mío".
  • Responde a órdenes sencillas y puede mantener una conversación sobre lo que sucede a su alrededor.
  • Es capaz de mantener la atención unos minutos.
  • Juega solo o con otros niños.
Si nuestro hijo no dice más que un par de palabras, no es capaz de dibujar un círculo, se cae con mucha frecuencia o tiene dificultades para subir y bajar las escaleras, conviene visitar al pediatra para determinar si existe un problema de desarrollo.

Aprendizaje en el niño de dos años

El niño observa lo que le rodea y va comparando, clasificando y analizando. Así establece progresivamente relaciones y categorías (alto-bajo, grande-pequeño, muchos-pocos…).

Las rutinas y la repetición de actividades y secuencias son fundamentales en esta etapa, ya que le permiten ir descubriendo conceptos como antes y después, diferenciar los momentos del día y sentirse seguros, algo indispensable para que vaya ganando autonomía.

Quiere ser independiente, pero se frustra con frecuencia porque no llega a dominar muchas habilidades que ya empieza a saborear. Las rabietas alcanzan alrededor de los dos años su máximo apogeo.

Cómo estimular al niño de dos años

Los niños aprenden jugando. El juego permite al niño tomar sus propias decisiones –planificar, construir, etc.-, Además de desarrollar su creatividad, jugar le permite experimentar la sensación de dominio. En el juego practican nuevas habilidades, descubren las propiedades de los objetos cotidianos, se relacionan con los demás…

Su vocabulario experimenta grandes avances en esta edad: debemos hablar con ellos mientras vamos de paseo, cuando vemos cosas nuevas, en nuestras actividades cotidianas –a la hora de la comida, al hacer la cena…-.

A partir de los dos años, los niños pasan del juego en paralelo a compartir juegos con otros niños. Necesitan oportunidades para relacionarse con otros niños, aunque aún no querrán compartir sus juguetes ni pueden obedecer las reglas de un juego todavía.

Juegos y juguetes para niños de dos años

Los juegos que le permiten ordenar materiales de forma lógica y clasificar objetos les encantan y les vienen muy bien en esta etapa. Aprender canciones o poemas infantiles; escuchar música y bailar; jugar con agua y arena, saltar y correr; los juegos de imitación y los primeros juegos simbólicos –jugar a imitar a los personajes de sus cuentos, cuidar a los muñecos-; juegos que estimulen sus sentidos (¿A qué huele esto? ¿Esta fruta, es dulce o salada?); juegos de observación, como el “veo veo” o los juegos de memoria con tarjetas…

Los juguetes indicados a los dos años: sus primeros juegos de construcción, juegos de ensamblar piezas, plastilina, dominós, juguetes musicales interactivos, muñecos, juegos de empujar o pinturas.

Les encantan los libros ilustrados: cuando les leemos cuentos, mejora su expresión verbal y su capacidad de escuchar. No podemos olvidarnos de leerles el cuento de antes de dormir.

miércoles, 31 de octubre de 2012

5 medidas sencillas para restringir el consumo de azúcar a los niños

Todo padre sabe que no es bueno abusar de las famosas chuches, bollos, chocolates… Pero, ¿cómo negarle a tu hijo su capricho favorito? Se debe y se puede con estas cinco sencillas medidas, que ayudan a reducir el consumo de azúcar en niños.

Los alimentos que llevan azúcar tienen un sabor apetecible y eso fomenta que se quiera consumir. Por eso, limitar el azúcar a los niños requiere de una estrategia de padres y educadores que, además, han de apoyar el Gobierno y la industria.

Cinco medidas para reducir el consumo de azúcar en niños

No prohibir

Los expertos coinciden en que la prohibición no es eficaz. El niño probablemente lo vea como algo más deseable y puede ser peor el remedio que la enfermedad.

Alejar

No poner dulces al alcance de los niños: no tener chuches en casa (ni refrescos azucarados) es muy recomendable

Informarse

Hay que establecer canales de comunicación con otros padres y con el colegio. La lectura de las etiquetas del los alimentos, también es importante.

Dosificar

No es lo mismo consumir un dulce mientras se ve la televisión, que después de haber hecho deporte toda la mañana. Así, los expertos recomiendan dejar los dulces-premio como alimentos que se reciben tras el ejercicio, preferiblemente practicado en familia.

No añadir

A pesar de la cada vez mayor concienciación sobre los peligros del exceso de calorías, todavía perduran hábitos poco saludables. Por ejemplo, si se hace un zumo de naranja, es innecesario añadir azúcar, puesto que las frutas contienen azúcares naturales.

sábado, 13 de octubre de 2012

5-6 años ¿Es una niña cursi?

A los 5-6 años muchas niñas se obsesionan con el rosa, las princesas, las hadas... Es una etapa normal que acaba pasando. Simplemente están afirmando su identidad.

A partir de los cinco años los pequeños son más conscientes de su diferencia de género. Centran su atención en el rol con el que se identifican, y algunos exageran los atributos que se relacionan con su identidad sexual para diferenciarse del otro.

Es una etapa de rosas, princesas y muñecas para ellas. Y de coches, balones y bolsillos llenos de bichos para ellos. La tendencia permanecerá hasta los 14 ó 15 años.

Todo influye

Los psicólogos creen que el impulso hacia lo «femenino» o lo «masculino» es consecuencia de lo que ven y oyen en casa, en la tele, en el cole... Antes de nacer, la mayoría de los padres decoramos el cuarto del pequeño de un determinado color o le compran ropa en una tonalidad u otra dependiendo de su sexo. Las concepciones sociales de lo que es un hombre y una mujer influyen a los pequeños desde los primeros meses.

Después vendrán los cuentos, en los que las niñas son princesas con vestidos rosas y los niños valientes salvadores; las películas, en las que se repiten los mismos roles masculinos y femeninos; y la publicidad, que juega con estereotipos del hombre y la mujer. Todo va calando en la mente de los más pequeños.

¿Y qué decir de los juguetes? Observando los catálogos de las jugueterías, es sencillo darse cuenta de que la mayoría tienen otra versión en rosa, casi siempre con motivos de princesas, hadas o flores.

Y no es que la diferenciación sea negativa, pero a los niños se les propone una fantasía concreta, opuesta a la de las niñas, por lo que la mayoría creen que no pueden salirse de ella. Por eso consideran, por ejemplo, que lo que más debería gustarles es un balón, si son niños. O, si son niñas, que el rosa tiene que ser su color preferido.

Los especialistas recomiendan que dejemos jugar a los niños como quieran y con lo que quieran, sin influirles para que tengan plena libertad para elegir.

Son diferentes pero igual de buenos

Por más que los padres intentemos tratar a nuestros hijos de diferente sexo de igual forma, es inevitable que, en ocasiones, no lo consigan. Aceptar que niños y niñas son diferentes en algunos rasgos no es malo ni supone discriminación alguna.

El problema aparece cuando se concluye que unos son mejores que otros en algunas tareas o actividades. Mientras el pequeño no piense que no puede hacer algo por ser chico, o la niña no crea que ella está vetada para una actividad concreta por ser chica, los padres podemos estar tranquilos. Es un síntoma de que estamos educando a sus hijos correctamente. Así que, ¡qué más da que pasen una temporada obsesionados con las princesas, el rosa, el maquillaje o los tacones...!

lunes, 8 de octubre de 2012

¿Preguntarle a tu hijo si quiere tener un hermanito?‏

Llega un momento cuando tienes un hijo (o más) en el que la llamada de la selva vuelve y mamá siente que está preparada para traer un nuevo bebé a la manada. Los padres creo que no sentimos tanto esa necesidad corporal de bebé, ese instinto, sino que es una cosa más racional (yo quiero tener dos, yo quiero tener tres).

El caso es que cuando la pareja siente que falta una persona en casa, un nuevo bebé, y se plantea si tener o no otro hijo, siente la necesidad de preguntarle también al hermano mayor si aceptaría la llegada de un hermanito, hasta el punto que le preguntan: “¿Cariño, a ti te gustaría tener un hermanito?”. Y yo me pregunto, ¿es necesario preguntarle?   

Si el niño es pequeño

Me lo pregunto porque hay madres que preguntan a niños pequeños, de 2 ó 3 años, que apenas son capaces de elegir entre ponerse una camiseta gris o una negra (en todo caso eligen la última que le enseñas un poco por solucionar la disyuntiva), sobre el futuro de esa familia y claro, ‏una decisión tan importante no creo que deba dejarse en manos de un niño tan pequeño.

Vale, es cierto, la decisión final es siempre de los padres y no del niño de tres años (mal si así fuera), pero entonces, ¿por qué preguntarle? Si dice que sí parece que ha tenido que ver a la hora de buscar otro bebé pero, ¿y si dice que no? ¿Y si responde tajantemente que “para nada quiero un hermanito”?

Si el niño es más mayor

Si en cambio el niño es más mayor podría tener algo más de sentido (algo más, que no mucho más) preguntarle, porque ya es capaz de dar una respuesta razonada. Es un niño, es el hijo, es miembro de la familia y los padres pueden decidir darle voz.

En relación a darle voto, pues lo mismo que he dicho antes, no creo que un niño deba decidir si tener hermanos o no. Muchas veces los niños responden que no porque de repente imaginan a un ser más pequeño con grandes inquietudes tocando sus cosas y a sus padres repartiendo tiempo y recursos (o sea, juguetes y regalos) entre los dos y el mismo niño, con unos años más y con más ganas de compartir tiempo y juego, ser capaz de decir que “me habría gustado tener un hermano”.

Preguntar cuando ya no hay remedio

Esto también sucede. Papá y mamá han decidido tener un bebé y mamá queda embarazada. Entonces, para dar la noticia, se les ocurre hacer una pregunta: “Cariño, ¿te gustaría tener un hermanito?”. Claro, partimos de la base de que la mayoría de niños dicen que sí (lógico, vamos con una cara de felicidad en el rostro y con unos ojos tan abiertos y unas cejas tan elevadas que lo raro es que digan que no) y por eso preguntamos, para que nos diga “sí” y seguidamente le demos la sorpresa pero, una vez más, ¿y si responde que no? Es como el domingo por la noche cuando anuncias a tu hijo que mañana va al cole: “venga, vamos a dormir que mañana hay que ir al cole. ¿Te apetece ir al cole mañana?”. Y va el niño y dice que no, a lo que le respondemos “bueno, ya, pero hay que ir, así que a dormir”. Pues eso, para qué preguntas, ¿para crear una expectativa que nunca se cumplirá?

Pues me refiero a algo parecido, si resulta que el niño dice que no y tú estás casi acariciándote la barriga, pues a ver cómo le dices que “cariño, pues es que resulta que sí vas a tener un hermanito, ese que no quieres tener”. Pues para eso te lo evitas no haciendo la pregunta.

Dar la noticia y ya está

Mi sugerencia es que no preguntemos a los niños, porque tener o no tener un hijo es una decisión lo suficientemente importante como para que un niño pequeño, incapaz de valorar el asunto en toda su dimensión, nos dé su opinión. Si consideramos que sí nos interesa su opinión, pues debemos tener claro que podemos recibir un “no” como respuesta y si al final decidimos tenerlo tendremos que explicar muy mucho por qué, a pesar de que él no quería, hemos decidido finalmente tener otro hijo.

No sé, esto en el fondo es muy personal, claro. Yo a mis hijos les dejo decidir en muchísimas cosas del día a día y tienen mucha libertad para hacer lo que prefieran en cada momento (siempre que no falten el respeto de nadie), pero esto me parecen palabras mayores, una decisión que sólo los adultos deben tomar porque es cierto que un niño da muchas alegrías, pero también es cierto que da más trabajo, más responsabilidades y que requiere unos recursos y un tiempo que no todas las familias pueden ofrecer y esto es algo que sólo los papás pueden valorar.

martes, 25 de septiembre de 2012

¿Apuntarlos o no a actividades extraescolares?

Probablemente, algunos ya habréis apuntado a vuestros hijos a alguna actividad como danza, fútbol, música, pintura, karate, idiomas, ajedrez, etc., pero puede que muchos otros os estéis planteando si apuntarlos o no a actividades extraescolares.

Hay ciertas recomendaciones a tener en cuenta antes de apuntar a los niños a actividades extraescolares, sobretodo cuando hablamos de niños pequeños de menos de seis años.

¿Lo hacemos por ellos o por nosotros?

Una de las primeras cosas que debemos preguntarnos es si los apuntamos porque nos viene bien a los padres tener a los niños “colocados” un par de horitas más o porque realmente a ellos les gusta y disfrutar de las actividades.

En ocasiones la decisión depende más de los horarios laborales de los padres que de los deseos del niño. Al fin y al cabo, si el niño no se siente motivado por la actividad que va a realizar irá desganado y acabará abandonándola. O peor, se verá obligado a hacer algo que no le gusta en lugar de hacer alguna actividad más productiva como jugar.

Consejos para elegir la actividad

Si vuestros hijos quieren asistir a clases extraescolares, es muy importante saber elegir la actividad de acuerdo a sus gustos.

Pueden contribuir a despertar aficiones que no suelen encontrarse en la mayoría de los programas escolares como tocar un instrumento, aprender teatro, cocina, manualidades, etc.

Lo realmente importante es que ellos se lo pasen bien, se distiendan, hagan amistad con otros niños y conozcan nuevas posibilidades.

Idealmente, podemos buscar actividades para hacer con ellos como por ejemplo yoga, teatro, expresión corporal, etc. De esta forma, la actividad cumple su función educativa y además compartimos con ellos un tiempo precioso, fuera de las rutinas cotidianas.

Lo fundamental es que la actividad elegida sea un disfrute para ellos y no un agobio. Son actividades educativas y enriquecedoras para el desarrollo de los más pequeños, siempre que les dejen tiempo para el descanso y el juego.

Por eso, deberéis hablar con el niño para decidir la actividad que va a realizar y a lo largo del curso observar su comportamiento para saber si está entusiasmado, aburrido o cansado de la actividad. Y por supuesto, elegir el sitio adecuado para que asistan. Así, podréis tomar la decisión más adecuada en beneficio del pequeño.

Dejarles tiempo libre

Para los niños es muy importante disfrutar de tiempo libre en su infancia. Si tienen su agenda atiborrada de actividades no les dejamos tiempo para jugar, disfrutar de la naturaleza, pasar tiempo con los amigos, pensar, crear, descansar y por supuesto, restamos tiempo para pasar en familia.

Recargarlos de actividades a edades tan tempranas puede provocarles agobio, desinterés, e incluso desembocar en situaciones de estrés. Los niños pequeños necesitan menos tiempo de actividades pautadas y más tiempo de juego libre.

Por tanto, a la hora de plantearse si apuntarlos o no a actividades extraescolares debemos evaluar las ventajas y las desventajas, pero sobretodo debemos tener en cuenta los deseos y las necesidades de nuestros hijos.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Cómo ayudar al niño a madrugar

Durante las vacaciones de verano los niños suelen levantarse tarde. Ahora toca volver al colegio y madrugar. Los primeros días, hasta que se adapten al nuevo horario, les costará trabajo espabilarse. Algunos consejos prácticos te servirán para hacérselo más fácil.

El sueño es un proceso biológico con diversas fases en el que hay un inicio –dormirse– y un final –despertarse–. En este proceso intervienen factores como las hormonas, la temperatura corporal o la luz. También puede ser provocado por estímulos externos como las palabras o el tacto que interrumpen, de repente, la fase del sueño en la que nos encontremos. Cuando despertamos al niño de forma artificial y anticipada, estamos cortando de manera brusca una fase del sueño profundo. Por eso es lógico que un niño tarde en espabilarse, y que se levante cansado, de mal humor o, incluso, sin apetito.

Cuánto necesita dormir

Aunque las horas de sueño necesarias dependen de la edad, lo ideal es permitir que el niño se despierte solo o, si lo haces tú, despertarle al final de un ciclo de sueño. Para ello es imprescindible conocer cuánto necesita dormir.

Prueba a anotar, durante el fin de semana, el número de horas semanales que duerme de media. Si cuentas hacia atrás las horas que necesita a partir del momento en el que debe despertarse, podremos calcular la hora a la que tiene que irse a la cama para que su despertar se realice de forma espontánea y esté descansado.

Un pequeño ritual

¿Has pensado en convertir el momento de levantarle de la cama en un pequeño ritual? Así, además, favoreces un despertar natural.

- Despiértale 10 ó 15 minutos antes de la hora para que pueda desperezarse.
- Hazlo sin brusquedad y utiliza siempre palabras cariñosas, besos y caricias.
- Un desayuno completo y pausado será el complemento perfecto para que comience el día renovado, lleno de energía, y rinda más en el colegio.