Somos y seremos su primer amor, pero no podemos dejar al niño encerrado en nuestro celo exclusivo: no es bueno para ninguno de los dos. Que tenga una vida afectiva rica es la prueba de que lo hemos amado bien.
Es duro ver que nuestro niño se lleva bien con su canguro o se arroja a los brazos de sus abuelos. No es que no nos quiera. Todo lo contrario: solo puede establecer buenos vínculos con otros si ya lo tiene sentado con mamá.
La mamá, su primer amor
La primera muestra de cariño que recibe el bebé es la leche, su primer objeto de amor es el pecho que le da de comer. A medida que crece bien alimentado, bien amado, su mundo también crece y empieza a incluir a otros. Si fue atendido, consolado, mimado, si sus necesidades fueron prontamente satisfechas, se acercará a los otros bien dispuesto, esperando de ellos lo mismo que puede esperar de su madre: afecto y satisfacciones.
Es la madre, con su actitud, la que permite al niño querer a otros. Es ella la que, al ver con buenos ojos que el hijo establece vínculos afectuosos, le enseña que eso está bien. Así, por amor a mamá, el niño amará a los otros.
El papá
Es verdad que a veces da como para ponerse celosas: nos pasamos todo el día detrás de los niños y sus necesidades, pero el padre es el Dios número uno.
En fin, habrá que aceptarlo, el amor por la madre no despierta suspiros románticos. Es más visceral, más de primera necesidad.
Pero no hay que olvidar que el lugar del padre lo crea la madre. Porque, aunque el mundo del niño al principio sea exclusivamente su mamá, el mundo de la madre, afortunadamente, no termina en el hijo. Ama, además, otras cosas, a otras personas. Y el padre, que ocupa un lugar tan importante en el cariño de la madre, también es por fuerza importante para el niño.
Es tarea nuestra animar y asistir al papá en los primeros cuidados del recién nacido para que se sienta confiado y eficiente.
Más que ponernos celosas de que el padre despierte en los hijos un amor tan intenso, debemos sentirnos orgullosas. Sin duda que él lo merece, pero nosotras contribuimos, ¡y no poco!, a ese sentimiento.
Los abuelos y los amigos
Es muy positivo para el desarrollo del niño que cedamos el protagonismo por un rato. No hay competencia entre el rol de la madre y lo que el hijo siente por ella, con el lugar de la abuela, por ejemplo, y el amor que le tiene su nieto.
Es muy importante que la mamá sume vínculos amorosos a la vida del niño. De hecho, nosotros también queremos a más de una persona. Y eso no significa que amemos menos a nuestro hijo.
Además, propiciarle vínculos afectuosos, dándole seguridad en sus relaciones con el resto de la familia, es otra manera de amarlo y de ayudarlo en el necesario camino de su independencia.
Aunque los abuelos le brinden ese aplauso sin límite y una complacencia total a todos sus caprichos, nunca ocuparán en el corazón del niño el lugar que pertenece a la madre.
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miércoles, 20 de agosto de 2008
Celos de madre. El amor de nuestro hijo no puede ser exclusivo
Etiquetas: FAMILIA