La hemorragia de oído puede ser una situación que realmente asuste a los padres de un niño pequeño, aunque veremos que en realidad puede no ser tan grave como parece.
Lo más normal cuando sangra el oído es que tras un golpe o traumatismo se puede romper la membrana del tímpano, lo mismo que ocurre con una otitis o infección. Por ello, no hay que introducir nada en ese oído, como agua, medicamento analgésico y menos aún intentar limpiar con un bastoncillo de algodón. Ocurre que podemos facilitar así el ingreso de bacterias al canal auditivo y complicar la situación con una infección.
En estos casos, simplemente hay que limpiar la parte externa con una gasa estéril y llevar rápidamente al niño a la sala de urgencias. Un médico allí podrá comprobar si los bordes de la membrana están posicionados como para una adecuada cicatrización. Si no es así, con aparatología específica el médico las pondrá en su lugar.
Luego, será el mismo proceso natural de cicatrización el que se encargue de sanar la herida por sí sola.
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