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miércoles, 30 de enero de 2008

Mamá a cualquier edad





¿Hay una edad ideal para hacernos madres? ¿Cómo descubrirla, cómo adecuar nuestras necesidades con los límites físicos que la naturaleza nos impone? ¿Habrá una edad perfecta o será solo un momento adecuado?

Primíperas añosas
Hace pocos días, en uno de esos programas de televisión que nadie ve pero que inundan las tardes argentinas, una conocida vedette que ya pasó la barrera de los 50 proclamaba su deseo de volver a ser mamá.
Más allá de que el deseo enunciado sea cierto o un mero pretexto promocional, esta declaración vuelve a poner sobre el tapete la discusión acerca de la mejor edad para encarar la maternidad
Nuestras abuelas -nacidas bajo el signo del machismo universal- poco podían plantearse esta cuestión. Por lo general, los 20 años las encontraban casadas y con más de un bebé a cuestas. La aparición y popularización de la píldora en los años 60 colocó a la mujer en posición de elegir. Pero si bien podía controlar la natalidad, la sociedad no la miraba con buenos ojos si ya casada o "en edad de merecer" se dedicaba a otra cosa que no fuera la formación de una familia.
Las mujeres jóvenes de hoy nos enfrentamos a una disyuntiva real (o sea, de real aplicación): ¿Cuál es el mejor momento para convertirnos en madres?
Según un estudio publicado por el British Medical Journal (una de las más prestigiosas revistas médico-científicas) "las posibilidades que una mujer tiene de quedar embarazada y, posteriormente, llevar a buen término dicho embarazo, declinan considerablemente a partir de los 35 años, en forma independiente de su historial reproductivo". El estudio citado lista una serie de inconvenientes que suelen aparecer con mayor asiduidad una vez pasada la barrera de los 40 (abortos espontáneos, malformaciones, embarazos extrauterinos, etc.). De hecho, en cualquier libro de obstetricia, una mujer que espera su primer hijo después de los 30 años recibe la calificación de "primípara añosa" (¡!!) porque, si bien la ciencia ha avanzado muchísimo (y permite extender unos años las posibilidades de concepción), los límites biológicos no se han desplazado.

"Vieja" pero sabia
Sin embargo, el artículo también plantea un beneficio asociado al incremento de la edad materna. "La experiencia y el conocimiento tienden a ser mayores que en las mujeres más jóvenes; además, la situación económica también suele ser mejor en estos casos."
La maternidad es un trabajo arduo. Requiere de una mujer que pueda relegar su reinado en pos de otro ser que, a partir de su nacimiento, ocupará el centro de su atención. Necesita de paciencia, de reflexión, de generosidad. Y, fundamentalmente, de ganas.
Las mujeres de hoy desplegamos un largo listado de metas a cumplir antes de llegar al momento indicado: terminar los estudios, hacernos un buen lugar profesional, consolidar la pareja, tener un espacio propio y cierta estabilidad económica. Muchas veces el empeño puesto en lograr esos objetivos nos impide conectarnos con el deseo que, por su naturaleza, nunca es completamente oportuno.

Fernanda, 31 años, odontóloga, embarazada
"Me preocupa un poco tener a mi primer hijo a los 31. Por una parte estoy contenta, porque hasta ahora lo pasé bárbaro, pero me preocupa el paso del tiempo, hay menos posibilidades para adelante.
Siempre tuve miedo de tener que volver a que mi familia me cuidara, o me sostuviera económicamente. Tenía la sensación de que si no echaba raíces fuertes como adulta, iba a terminar yendo para atrás en lugar de para adelante? Por otra parte no quería abandonar mi carrera y sentir que no había podido avanzar por culpa de otro.
Entonces me puse a probar :quise saber hasta dónde podía llegar..
Ahora me resulta más sencillo decidir qué dejar."*

"Eva, 33 años. Licenciada en Educación, dos hijos
Para mi tener mi primer hijo a los 30 fue fabuloso. Vino en el momento adecuado, buscado, deseado. Siento que ahora tengo capacidad para tomar decisiones, para hacerme cargo. A veces pienso: si los hubiera tenido antes ya estarían criados y ahora empezaría otra etapa: podría viajar…Pero la verdad es que no cambiaría lo pasado, porque estudié, laburé. Y quién sabe si en vez de estar disfrutando no estaría ya divorciada y buscando otro hombre…"*

Por Laura Leibiker
autora del libro Detengan el mundo
¡estoy embarazada!