Un juguete en manos de un amigo es suficiente para que un pequeño de un año le pegue o le muerda para conseguirlo. La agresividad es normal a esta edad porque los niños aún no han aprendido a dominar sus impulsos. ¿Es posible controlarla?
Cuando cumplen un año, la autonomía física que logran cuando aprenden a caminar y a utilizar su cuerpo, les impulsa a utilizar la fuerza para satisfacer sus deseos. Ciertas dosis de agresividad son normales a esta edad, los niños todavía se guían por sus instintos, son egocéntricos y les cuesta tener en cuenta a los demás, por eso reaccionan de forma agresiva cuando se sienten frustrados.
Muchos padres no sabemos qué hacer, ¿como lograr que no muerdan o golpeen a otros niños? Aprender a afrontar las conductas agresivas de los niños requiere mucha paciencia, tiempo y perseverancia, pero es importante para ayudarles a superar esta etapa.
Estas son algunas de las situaciones en las que se manifiesta la agresividad infantil.
Pega por diversión
"Cuando le tenemos en brazos a veces nos suelta un manotazo o nos da un tirón de pelos. No parece que actúe con mala intención, sino por divertirse, porque casi siempre se ríe al hacerlo".
¿Qué hacer?
No hay que dar demasiada importancia a ese comportamiento, ya que se trata de un niño muy pequeño, pero eso no quiere decir que haya que consentírselo. Tenemos que ponernos serios y decirle que no se pega e inmediatamente retirarle la atención y suspender momentáneamente la comunicación con él.
- No conviene dar gritos ni hacer aspavientos, porque pueden servirle de aliciente y fomentar la agresividad.
- Procura actuar siempre de la misma forma, de modo sistemático, y que lo hagan igual todos los adultos que tienen contacto con el pequeño.
"Cuando mi hijo se enfada porque no le consiento algo, coge una rabieta y se golpea contra el suelo o los muebles".
¿Qué hacer?
- A esa edad los niños apenas controlan sus emociones, especialmente cuando se sienten frustrados, y los que tienen un fuerte temperamento pueden llegar a esos extremos.
- Asegúrate de que tu hijo no se haga un daño serio. Incluso puedes prepararle un lugar blando y protegido, donde dejarle en esos momentos.
- No le dejes imponer su voluntad, ya que entonces no cambiará su mal comportamiento.
- Tampoco hay que someterle a más frustraciones de las necesarias, pero eso no quiere decir que haya que consentírselo todo.
- Debemos tratarle con mucho cariño y serenidad, sin perder los nervios, para que él aprenda a controlar los suyos.
"Nuestro hijo empezó a morder cuando le salieron los primeros dientes. Lo hace sobre todo cuando se enfada, pero otras veces lo hace por las buenas. Tenemos miedo de que muerda a sus compañeros cuando llegue el momento de llevarle a la escuela infantil".
¿Qué hacer?
- Lo mejor es retirar al niño y decirle con calma y firmeza: "¡eso no se hace!", pero no hagáis demasiados aspavientos, porque pueden funcionar como estímulo. Acto seguido hay que procurar desviar su atención con juguetes o canciones.
- Si vemos que el hábito persiste y se hace demasiado frecuente, habrá que cambiar el procedimiento: cada vez que muerda, hay que suspender inmediatamente la comunicación con él, darle la espalda y alejarse. Todos los adultos en contacto con el niño deben ponerse de acuerdo para reaccionar de la misma manera.
- No hay que llamarle "malo", ni darle unos golpecitos en la boca. Tampoco debes devolverle el mordisco para que él también vea que duele.
- Es conveniente es que el niño tenga un sitio para jugar y desfogarse libremente, de modo que no acumule tensión que luego desahogue de esa manera.
- El hábito de morder suele desaparecer con el tiempo, pero a veces es muy persistente. Si el niño empieza la escuela infantil, deberías advertir a los educadores para que anden sobre aviso.
- Desde el primer año de vida y hasta los tres años aproximadamente, los niños tienen que aprender a autorregularse. Cuando muerden, arañan o pelean ponen a prueba su capacidad para controlar sus impulsos frente a determinadas situaciones.
- No nacen sabiendo dominar sus emociones y sus deseos. Aprenden a controlarlas a medida que se relacionan con los adultos y con otros pequeños, en situaciones sociales y espacios como la escuela infantil.
- El mejor modo de ayudarles es predicar con el ejemplo. Debemos mantener la calma y no responder a su agresividad con la nuestra.
- Es importante ayudarles a superar esta etapa para que sepan modular sus impulsos y frustraciones en años posteriores.
"Cuando nuestro hijo está con otros niños de su edad tenemos que andarnos con mucho ojo porque a la mínima contrariedad pega o incluso araña. ¿Debemos preocuparnos?".
¿Qué hacer?
- Con un año es normal que ocurran estas cosas porque sus reacciones y comportamientos son aún muy primitivos. El niño todavía no puede usar el lenguaje para hacerse entender ni para resolver conflictos. Por eso, su agresividad es la única manera que tiene para expresar lo que quiere.
- También es una cuestión de temperamento: hay niños muy movidos e impulsivos, y hay otros más tranquilos.
- Está bien que los padres le reprendáis diciendo: "no hagas eso", "hace daño", "pegar está mal". Hay que hacerlo con cariño pero también con firmeza. Y, nunca decirle: "ya no te quiero".
- Si persiste en pegar, se le puede retirar momentáneamente de la situación, pero eso no quiere decir que debamos prohibirle jugar con otros niños. Tu hijo tiene que estar en compañía de otros niños para aprender a estar en grupo y respetar a los demás. Pero, por ahora, necesitan que estemos presentes para prevenir choques y limar asperezas. A veces no hace falta separarle del grupo: basta con distraerle y animarle a cambiar de actividad.
- También conviene que aprenda a decir "no", "no quiero" y "es mío" cuanto antes, de modo que las palabras sustituyan eficazmente a la acción impulsiva. Además, debemos enseñarle a pedir las cosas en lugar de quitarlas.
- Es muy importante elogiarle generosa y expresivamente cuando juegue y se comporte adecuadamente con otros niños, y enseñarle maneras de ser amable.
- Y, sobre todo, hay que ser paciente, porque lo normal es que aún no se controle y que su comportamiento sea un tanto imprevisible.
"Nuestra hija nos pega cuando no se sale con la suya. Nosotros le reñimos y le damos golpecitos en el pañal, aunque hay quien nos aconseja que le demos un par de buenos azotes para que deje ese vicio".
¿Qué hacer?
No solo no hay que darle unos azotes, sino que tampoco hay que pegarle golpecitos en el pañal. Aunque parezcan poca cosa, los niños son unos grandes imitadores y esos golpecitos son suficientes para que el pequeño crea que es un modo válido para comunicarse.
- Cuando un niño haga eso, hay que decirle con firmeza: "no se pega".
- Si persiste en su agresividad, lo que se puede hacer, sin perder la serenidad, es apartarle de nuestro lado, llevarle a su cuarto, o dejarle allí solo si está en él.
- Hay que actuar de modo sistemático.
- Cuando el comportamiento de pegar forma parte de una rabieta, nunca hay que permitir que consiga algún propósito por ese procedimiento.
- Una vez que la crisis haya pasado, hay que volver a ser cariñosos con el niño, sin rencor, como si no hubiese pasado nada. Y, por supuesto, hay que ser cariñosos también el resto del tiempo.
"Cuando regañamos a nuestro hijo de un año se da cachetes a sí mismo y dice "nene malo". Nosotros nunca le hemos pegado, nos limitamos a reñirle y a decirle que es malo cuando se porta mal".
¿Qué hacer?
Si un niño se abofetea a sí mismo, podemos abrazarle y decirle que no se pegue, porque él no es malo, sino bueno, y nosotros le queremos mucho. Si le decimos que es "malo" él se lo tomará al pie de la letra y adoptará comportamientos autoagresivos.
- Los niños pequeños necesitan mucho cariño, y no solo de palabra, sino también a través del tacto: besos, caricias, achuchones y contacto corporal. También hay que dedicarles compañía y tiempo para que la educación no sea fría y racional y no exigirles un autocontrol prematuro para su edad.
- Con los niños de un año no son eficaces las regañinas; aún tienen una capacidad muy escasa para obedecer las órdenes, instrucciones o prohibiciones verbales. Cuando deseamos impedir que hagan algo lo mejor es decirles con firmeza "eso no se hace" o "eso no se toca" y simplemente retirar el objeto en cuestión o retirarles a ellos del lugar o situación.
- Solo a base de tiempo y paciencia las instrucciones acabarán por surtir efecto.