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lunes, 16 de febrero de 2009

Solo quiere estar con mamá

Madre no hay más que una y nuestros hijos lo saben. A los dos años pasan una etapa en la que solo quieren estar con mamá. Es una fase de "mamitis aguda" y no se sienten seguros con nadie más, ni siquiera papá.

En realidad, no rechaza a su padre y sí, sí le quiere. Lo que ocurre es que está pasando por una fase de mamitis aguda, una etapa en la que es su madre la única persona que le hace sentir totalmente seguro. Ella es su figura de apego, la plataforma desde la que va a lanzarse a explorar otras relaciones. Pero para llevar a cabo esta tarea necesita tener un poco más de seguridad, a vencer ciertos miedos propios de esta edad.

También necesita un poco de ayuda para poder confiar en otros. Y eso se consigue pasando tiempo con más gente, pero sabiendo que mamá está ahí para cualquier cosa. Sin prisa, y sobre todo sin forzarle, aumentará su autonomía. Y la hora del baño, de la cena o de la lectura de cuentos puede ser igual de divertida con papá, con la abuela o los vecinos. Aunque su madre siga siendo la mejor del mundo para él.

¿Es frecuente?

Entre los 10 y los 18 meses, los niños empiezan a ser más autónomos: ya pueden andar, explorar la casa o pedir lo que quieren. Sin embargo, necesitan a sus padres con la misma intensidad que cuando eran bebés. De ahí que busquen algo a lo que agarrarse y si es la mano de mamá, mucho mejor. Esta será una etapa pasajera que olvidarán en poco tiempo, en cuanto comprendan que cuando su mami no está, no pasa nada y además, ¡volverá!

Entre los dos y los tres años, los niños se relacionan con otras personas, hacen amistades o pasan más tiempo en el parque jugando con otros pequeños. Todo eso conlleva conocer mucha gente nueva y, al principio, pueden sentirse más cómodos si su madre está cerca para darles seguridad.

Los casos más habituales

Algunas circunstancias, como la llegada de un hermano, pueden descolocar su mundo. El único método que conocen para llamar la atención es dejar que todos sus cuidados (desayuno, lavado de dientes, hora de dormir...) recaigan únicamente en manos de la madre. De hecho, para el niño, es su mamá la que se ha olvidado de él.

Lo mismo ocurre si ella siempre ha estado en casa y se incorpora al trabajo tras una excedencia. En ese caso, la "mamitis" será casi imposible de evitar. En este caso se cuenta con una ventaja: se puede preparar al niño para que la separación no sea traumática. Semanas antes de que mamá vuelva al trabajo, otras personas empezarán poco a poco a cuidarle.

Otros cambios menos drásticos, como una mudanza o una cuidadora nueva, pueden hacer saltar las alarmas. Entonces, por mucho que papá se lo proponga, el pequeño decidirá que de reparto de tareas en casa, nada de nada. Por lo que respecta a él, mamá es su "encargada".

Para tranquilidad de todos, este tipo de "mamitis" no suele alargarse durante más de unas semanas. Si persiste, habrá que buscar otras causas.

No está castigando a papá

Los psicólogos afirman que a esta edad el pequeño todavía no es consciente de que negándose a estar con su padre podría estar castigándole o haciéndole sufrir, aún no tiene la capacidad de ponerse en el lugar del otro.

Se muestra inseguro y, de momento, con mamá le resulta todo más fácil. Por eso es importante no darle mucha importancia a frases como: "Contigo no, con mamá", y actuar como si nada hubiera pasado.

En cuanto se le pase ese excesivo apego a la madre, todo volverá a la normalidad.

¿Hay solución?

Aunque la mayoría de los padres vivan este tipo de situaciones con angustia, lo cierto es que hay solución. Y es más sencilla de lo que podría parecer a simple vista: se trata de generar en el niño cierta confianza y autonomía y que así deje de sentir inseguridad cuando no está con su madre.

* Es importante que aprenda a jugar él solo. Si se resiste, podemos idear un plan. Por ejemplo, empezamos a jugar con él a las construcciones. Pasado un rato, le dejamos continuar solo: nos vamos moviendo por la casa, y hablando con él. Se trata de que el niño sepa que estamos ahí, aunque se encuentre solo en la habitación.
* También conviene tentarle a hacer cosas con los demás. Por ejemplo, le dejamos unos minutos a solas con papá. Al principio, ese ratito tiene que ser especial: un cuento, unos minutos para volar por los aires... Las tareas menos divertidas, es mejor que las haga mamá. A los pocos días, ya se puede empezar con las tareas menos agradecidas...

Sin presiones

Algunos niños corren a refugiarse en las faldas de su madre cuando llegan invitados en casa. Todo el mundo les mira y les dice cosas con una gran sonrisa, pero, cuantos más esfuerzos hacen, más se aferran los pequeños a las piernas de su madre.

Aunque la situación pueda resultar algo embarazosa, no es bueno forzarles a saludar y dejarse coger por extraños. Los niños, igual que los adultos, necesitan su tiempo antes de tomarse ciertas confianzas. Y presionarles para que lo hagan antes de estar preparados no sirve de nada.

Poco a poco, cuando se encuentren a gusto y dejen de sentirse "vigilados", se relajarán. Mientras tanto, mejor dejarles su espacio.

Paso a paso

¿En casa la pareja se reparte las tareas por igual? Los niños adoran las rutinas y necesitan hacer las cosas todos los días de la misma forma. Si es la madre la que siempre se ha ocupado de cuidar al pequeño, es normal que rechace al padre si de repente, sin previo aviso, pretende «usurpar» el puesto de mamá.

Los niños que desde pequeños están acostumbrados a quedarse tiempo con los abuelos, los tíos... suelen ser más independientes. También pasan por fases de "enmadramiento", pero tienen más recursos para superarlas.

Aunque todavía son pequeños para hacer ciertas cosas, si muestran interés por coger el tenedor ellos solitos o vestirse sin ayuda, debemos dejar que lo intenten. De esta forma, irán desarrollando la autonomía que necesitan para ser independientes.

Los niños van aprendiendo a separarse de sus padres. Pero también los padres tienen que aprender a separarse de sus hijos. Si los adultos se toman esa separación con calma, transmitirán tranquilidad y seguridad a sus hijos y todo resultará más fácil.

Como en la guardería, cuando el niño sufre una crisis aguda de "mamitis", lo mejor es que la separación madre-hijo sea gradual: un día un ratito, al otro día un ratito un poco más largo, e ir aumentando esos espacios de tiempo progresivamente.