Es frecuente que los niños de dos años sientan predilección por uno de sus padres. A veces, es una situación difícil para papá y mamá. Si esto ocurre, no desesperes: ármate de paciencia y espera, normalmente esta etapa es pasajera.
Es frecuente que los niños pasen con mamá la mayor parte del tiempo, que sea ella quien los cuide, los mime, los consuele y satisfaga sus necesidades en el día a día. Lo más habitual es que sea ella quien ocupe el primer lugar en la jerarquía de apego del pequeño.
También puede ocurrir que la llegada de papá suponga una novedad tan atractiva, que su compañía sea tan deseada, que sea tan animado y divertido jugar con él... que su presencia parezca eclipsar a mamá.
Con dos años, los niños muestran sus gustos y deseos sin disimulos: a ratos quieren estar con papá y a ratos con mamá y nos lo harán saber, sin que esto indique que quieran más a uno que a otro.
¿Qué podemos hacer los padres?
Cuando nos encontramos con un favoritismo muy acentuado y persistente por papá o por mamá debemos investigar las causas.
- Quizá tenemos a ese papá tan comodón al que no sólo no le molesta que su hijo esté siempre pegado a su madre, sino que le viene de perlas. Así no tiene que ocuparse nunca de cuidarle, y tampoco de jugar con él ni darle un triste paseo.
- También hay madres acaparadoras que quieren ser las protagonistas absolutas del mundo afectivo de sus hijos, sin admitir interferencias de terceras personas. Aunque el padre tenga toda la buena intención del mundo, puede sentirse excluido de la educación de su hijo. Si realmente quiere colaborar, debe recuperar el lugar que le corresponde con un poco de convicción, perseverancia y habilidad.
- Otro caso típico es cuando una mamá que dedica mucho tiempo y energía a cuidar y educar a sus hijos se encuentra con una situación que le resulta injusta. Aparece papá y se convierte en la estrella indiscutible, mientras ella se siente ignorada. Es posible que mamá sea la única que se encarga de enseñar a los niños ciertos hábitos, inculcarles lo que está bien o mal, y afrontar alguna que otra rabieta. Papá, en cambio, viene cansado del trabajo y, para un rato que está con los niños, lo que quiere es «disfrutar con ellos». Una especie de rey mago al que sólo le toca jugar, halagar y complacer.
- Ya desde pequeñitos, una parte de la educación pasa por crear hábitos, horarios y rutinas en los niños, lo que exige coherencia y perseverancia. Si sólo uno, papá o mamá, se encarga de hacerlo y el otro pasa se establece una nefasta división de papeles: uno malcría y al otro le toca hacer de ogro.
Evita esta situación
- Padre y madre deben asumir por igual la responsabilidad de mostrar su autoridad e inculcar normas y límites adecuados a la edad de sus hijos.
- Es importante que la pareja dé muestras de unión, cariño y respeto mutuos. Además, es muy importante que los niños no crean que sus padres rivalizan por su cariño o su atención.
- No hay que ofenderse ni tomarse como algo personal que nuestro hijo muestre preferencia por el otro cónyuge. Tampoco hay que reaccionar mostrando rechazo hacia el pequeño porque es doloroso para él. Lo mejor es soportar el culto a uno de los padres con paciencia, sin sentirse acomplejado, pero tampoco tratando de cortejar al pequeño para atraerlo. Mientras dure el rechazo, los padres debemos actuar como siempre.
- Por último, no olvidemos que un enfado persistente o un rechazo intenso del niño hacia papá o mamá pueden encubrir, por ejemplo, una crisis de celos por el nacimiento de un hermanito u otra circunstancia dolorosa para él. Es necesario tomar nota, tratar de comprenderle y procurar mejorar la situación.
Por: Luciano Montero, psicólogo.
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