La separación de los padres es una situación muy delicada en cualquier familia, especialmente cuando hay niños pequeños de por medio. Si los adultos no llevan bien el proceso, los que salen más perjudicados suelen ser los hijos.
He leído unas conclusiones muy interesantes acerca del divorcio y los hijos de Bárbara Figueiredo, una profesora de la Universidade do Minho de Braga (Portugal).
Señala que la edad más conflictiva en los niños para afrontar un divorcio es la comprendida entre los 3 y los 5 años y que los niños sufren más que las niñas la separación de sus padres, sobre todo si hay discordia.
Es lógico que en una primera etapa de la separación el niño se sienta triste, añore su vida en familia, sufra incertidumbre y desconcierto ante una nueva situación que no comprende.
Cuando se producen mudanzas, se cambia el lugar de residencia, cambios de colegio y amigos es cuando se manifiestan los principales problemas porque el niño “no sabe qué le espera” y se enfrenta a una situación desconocida que puede resultarle difícil de asimilar.
Para ello, los padres deben evitar las discusiones y situaciones violentas delante de los hijos y acompañarlos a lo largo del proceso para hacerlo lo menos doloroso posible.
Para que el niño no se debata entre dos mundos completamente distintos, la mejor opción es la custodia compartida y que ambos padres establezcan las mismas reglas o lo más parecidas posibles en la casa de mamá y de papá.
Vía: abc.es