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lunes, 21 de junio de 2010

¿Cuándo debe empezar la socialización en los niños?

La socialización de los niños es uno de los temas más debatidos en nuestra sociedad actual. Este término, que significa (en el ámbito infantil) hacer partícipe a un niño de la sociedad, o bien acercar la sociedad al mismo, se inicia realmente desde que nace, con la familia, con los vecinos, con la televisión (tremendo agente socializador), con otros niños en el parque y en la calle para pasar después a producirse sin la familia en la escuela y otros entornos en los que tengan que ganar, perder, compartir, discutir, enfadarse, reconciliarse, defenderse, etc.

Es precisamente en los ámbitos que suponen separar a los niños del entorno familiar en los que se produce el mayor debate y es por lo tanto de este tipo de socialización sobre el que hablaré hoy (y cuando hable de socialización me estaré refiriendo a la que separa a un niño de sus padres para compartir tiempo con sus iguales).

No hay prisa para iniciar la socialización

La socialización es un proceso que llegará tarde o temprano al que se le ha otorgado un valor exagerado en la actualidad, argumentándose incluso que es algo necesario (casi obligatorio) en edades tempranas, digamos a partir de los 12 meses.

De la misma manera que se trivializa el tema del tiempo, ofreciendo la solución llamada “tiempo de calidad” ante la falta de cantidad, se ha generalizado en la sociedad la visión benefactora de las guarderías como elemento eminentemente socializador hasta el punto de verse como un ente necesario (avisadme cuando el gobierno deje de crear plazas de guardería para empezar a alargar las bajas maternales).

La crianza de los pequeños recae hoy día en terceras personas y un gran porcentaje acude a escuelas infantiles o ludotecas. El sistema está montado así, con una baja maternal irrisoria que obliga a una madre (o a un padre) a tener que ceder gran parte de su papel maternal a otras personas o entidades.

Con el fin de despojar a los padres de cualquier sentimiento de culpabilidad o malestar se asoció en algún momento de la historia (desconozco quién lo hizo ni cuándo) el contacto con otros niños a un progreso en la socialización de los mismos, y esta socialización temprana fue definida como beneficiosa y necesaria para su desarrollo y aprendizaje.

Así, además de aquellas parejas que utilizan las guarderías por necesidad, es posible encontrar muchos padres que apuntan a sus hijos de un año (o menos, o más) a una escuela infantil porque “tiene que aprender que no es el centro del universo”, porque “necesita jugar con otros niños”, para que se “independice”, porque “allí se espabilan mucho” o porque sino será “muy dependiente de su madre” (vamos, un mimado o enmadrado, en el lenguaje coloquial).

Lo cierto es que los niños necesitan el afecto, el contacto y la seguridad que les proporciona su madre (en realidad se habla de la persona con la que más vinculada esté, que suele ser la madre, claro) para crecer física y emocionalmente estable, de manera ideal, hasta al menos los 3-4 años.

Esto no quiere decir que no pueda empezar a relacionarse con otros niños antes, que puede y será, seguro, enriquecedor, pero no es estrictamente necesario y menos si para hacerlo tiene que separarse de su madre.

Los niños son egocéntricos porque deben serlo

Los niños son egocéntricos hasta, más o menos, los seis años. Esto que suena tan negativo (un adulto egocéntrico no es bien visto) es una característica necesaria en los niños. Ellos necesitan ser así, necesitan sentirse el centro del universo y creer que todo les compete y que todo les afecta para crecer con una alta autoestima y conocerse a sí mismos tanto como puedan. En otras palabras, no es recomendable “soltar” a un niño a conocer a otras personas si todavía no se conoce a sí mismo y, para conocerse a sí mismo, debe sentirse en el centro de todo lo que le rodea y ver cómo encaja él en ese entorno.

Por poner un ejemplo, pretender que un niño socialice a edad temprana es querer que un niño camine cien metros cuando acaba de echar dos pasos. En definitiva, es pedirle que sepa que hay más niños, cuando ni siquiera sabe que él es un niño.

Los niños no empiezan a entender que son personas con un cuerpo que puede interactuar con el entorno y con los demás hasta los 18 meses.

A partir de entonces (de esa etapa en que descubren que son personas) empieza un complejo entramado de aprendizajes que les tiene que llevar a conocerse como personas.

Este aprendizaje debería llegar junto a la persona que más estabilidad emocional les proporcione y en contacto con la otra figura paterna (o materna), ya que ambos sirven de modelo del que aprender.

A partir de los 3-4 años la cosa cambia

Hacia los 3-4 años el lenguaje se ha ampliado considerablemente con respecto a edades anteriores, los accesos de rabia (rabietas) son cada vez menos frecuentes puesto que empieza a madurar el control de sus propias emociones pudiendo expresar, a su manera, los sentimientos de amor, tristeza, celos, envidia, alegría, curiosidad y orgullo.

Gracias a estas capacidades emocionales su visión egocéntrica se empieza a ampliar a otras realidades al comenzar a preocuparse por los demás (los niños son tremendamente empáticos, llegando incluso a llorar si ven que alguien está llorando y a ofrecer su bien más preciado para consolarle).

Esta maduración emocional es la que el niño necesita para empezar a conocer otros ambientes y aprender que existen otros niños con semejantes inquietudes y deseos y con capacidad para interaccionar con él de una manera diferente a la de papá y mamá.

Es este el momento ideal de iniciar la socialización, que debería ser siempre de manera paulatina y respetando los ritmos de los pequeños. Es decir, ni siquiera estamos diciendo que el colegio debería empezar a los tres o cuatro años, lo ideal sería que a esa edad empezaran a tomar contacto con otros niños en compañía de su madre (aunque sin prohibir contactos más tempranos, evidentemente, pues muchos son inevitables), siendo el niño quien decidiera hasta dónde separarse y hasta dónde llegar.

Es fácil entender por qué diversos países europeos defienden la escolarización a partir de los 6-7 años. Su objetivo es tratar de que el proceso de socialización sea precisamente eso, un proceso en el tiempo y no un “mañana empieza a socializarse, lo dejo en la guardería”.

Los menores de tres años socializan poco o nada

Si nos detenemos a observar a niños menores de 3 años, ya sea en la guardería, ya sea en un parque, podemos observar que, generalmente, hay poca interacción entre ellos. Con esto quiero decir que se defiende un concepto de socialización erróneo. El “en la guardería juegan todos y así aprenden a jugar unos con otros” es una falacia. Los niños juegan unos junto a los otros, pero no con los otros, y menos por iniciativa propia.

La escuela infantil se convierte entonces en un recurso (un gran recurso) para aquellas personas que la necesiten, sin embargo no es necesaria para el correcto desarrollo de los niños ya que, como hemos comentado, es hacia los 3-4 años cuando los niños deberían empezar a interaccionar con otros niños y siempre, de momento, con la presencia de los padres.