En realidad, tener todo el día el pulgar en remojo, especialmente después del primer año, es simplemente el resultado de no tener otro elemento externo que llevarse a la boca. Por eso es importante proporcionarle desde muy temprana edad un utensilio que le sirva para relajarse. El chupete, no cabe duda, es el más común y extendido.
Si sólo dispone de su propio dedo como aliado para relajarse, probablemente se acostumbre y no deje de hacerlo. Que se olvide de él siempre es más difícil que retirarle el chupete por una sencilla razón: el chupete lo puedes esconder hábilmente, pero el dedo no. Si la cuestión es chupar, siempre será mejor que sea algo que no forme parte de su propio cuerpo.
Aunque chuparse el dedo no tiene consecuencias negativas, más allá del año y cuando su frecuencia o intensidad son elevadas, sí puede dejar secuelas.
–Dentales: La presión del dedo sobre su paladar puede conllevar deformación, mordida abierta (contacto entre las piezas posteriores y falta de contacto en las anteriores) y otros problemas.
–Digitales: Si el niño es muy nervioso y chupetea exageradamente, puede deformar su propio dedo por hiperextensión del mismo o formar callos e infecciones alrededor de las uñas.
–Tóxicas: Tienen mayor riesgo de contagio de ciertas infecciones bacterianas o de ingerir accidentalmente sustancias nocivas.
Psicológicas: Es una conducta socialmente mal vista, por lo que puede ser víctima de burlas.