Cuando nuestro hijo está resfriado, con gripe o cualquier otro malestar suele mostrarse inapetente y no sabemos muy bien qué hacer, si obligarlo a comer para reponer fuerzas o seguir una dieta especial. En este vídeo, el doctor José Manuel Moreno Villares, asesor de nutrición infantil de Ser Padres y pediatra de la Unidad de Nutrición Clínica del Hospital Materno Infantil 12 de Octubre de Madrid, nos explica qué debe tomar y en qué cantidades.
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lunes, 4 de febrero de 2013
Video: Qué deben comer los niños cuando están malitos
Cuando nuestro hijo está resfriado, con gripe o cualquier otro malestar suele mostrarse inapetente y no sabemos muy bien qué hacer, si obligarlo a comer para reponer fuerzas o seguir una dieta especial. En este vídeo, el doctor José Manuel Moreno Villares, asesor de nutrición infantil de Ser Padres y pediatra de la Unidad de Nutrición Clínica del Hospital Materno Infantil 12 de Octubre de Madrid, nos explica qué debe tomar y en qué cantidades.
"Castigar no sirve". Entrevista a la psicóloga Ana María Valenzuela
Las entrevistas que hago suelen producirme una gran satisfacción, pero debo decir que, en esta ocasión, me ha encantado hablar con la psicóloga Ana María Valenzuela y descubir que una profesional piensa como yo en estas cuestiones. Vamos a seguir aprendiendo con ella sobre Psicología Positiva, límites, emociones y pensamientos negativos y también sobre positividad y talentos.
¿Es bueno que los niños se atrevan a cuestionarlo todo?
Una de las fortalezas de las que habla la psicología positiva es, justamente, la capacidad de tener un pensamiento crítico y una mentalidad abierta.
El cuestionar las cosas no es más que ejercitar esta fortaleza. Claro que a veces necesitamos que los niños respondan rápidamente a nuestra petición, porque no es buen momento para deternos a dar explicaciones, sea por urgencia real o peligro, sea porque tenemos delante a una persona determinada.
En esos casos, ha de haber un trabajo previo con ellos para que comprendan que no siempre podremos dar todas las explicaciones, que han de confiar en nuestro criterio un poco a ciegas.
Tienes toda la razón, pero, ¿cómo conseguir que nuestros hijos tengan esa confianza en nosotros?
Siendo auténticos y honestos con ellos, con nosotros mismos y con el resto de personas con que nos relacionemos. Si hemos fallado en el pasado, admitámoslo sinceramente. Tener buenas habilidades de comunicación también ayuda mucho.
¿Debemos mentir a los niños?
¿Tú que crees? Y ahora no me preguntes por los Reyes Magos porque esta es una de las grandes contradicciones intelectuales del mundo, algo que yo racionalizo apelando a las virtudes de la fantasía y la creatividad, pero que mucha gente no acepta como argumento válido.
¿Recuerdas lo que me preguntabas de cuestionar todo? Bueno, hay cosas que pertenecen al ámbito de las creencias no fundamentadas en nada real, son un acto de pura fe, y no hay quien nos convenza de lo contrario.
Otra pregunta sería, ¿debemos decir toda la verdad? Y aquí mi respuesta sería que no siempre es necesario que sepan todos los detalles de todas las situaciones.
Voy a poner un ejemplo a ver si se entiende: ayer y hoy todo el mundo está comentando la situación de la contabilidad escondida de un partido político, ¿cierto?
Ahora piensa en un niño de 8 años que se entere y empiece a hacer preguntas. Las respuestas se adaptarán a su conocimiento previo de la situación, y se ceñirán a lo que él pregunta, ¿correcto?. Si el niño tiene 4 años, se le contestará de otra forma, sin mentirle, pero a lo mejor sin darle tantos detalles. Y si tiene 14, igual se le explican más cosas y usando otras palabras.
¿Y que hacemos si descubrimos que nuestros hijos nos han engañado o mentido?
¿Qué le ha llevado hasta ahí? Necesito saber qué le sucede, cómo se siente, qué necesitaba. ¿Cómo puedo reforzar lo que es naturalmente sano y positivo en él? ¿Cómo puedo ayudarle a que no necesite mentirme?
¿Crees que los castigos son positivos en algunos casos extremos?
No. En eso soy categórica. El castigo es una necesidad del adulto para decir la última palabra y quedar como autoridad reconocida.
Esa necesidad surge de la impotencia que sentimos de pequeños cuando los mayores mandaban y nosotros teníamos que ingeniárnoslas para salirnos con la nuestra y aún así eso no era válido. Así que la forma “válida” es mandar ahora que somos “los mayores”.
Si sientes que tu hijo de ha engañado, castigarle no va a solucionar nada en el presente, ni tampoco va a prevenir que te vuelva a engañar en el futuro. No sirve.
Pero, ¿y si el niño tiene comportamientos agresivos o peligrosos?
Te contesto lo mismo que cuando antes me preguntabas por los engaños. Si un niño está mostrando algo negativo, es porque no está a gusto, ¿qué puedo hacer para ayudarle a estar a gusto?
A veces, le podemos ayudar a expresar esa agresión de otra manera, o acompañarle en eso peligroso para que no lo sea tanto. Otras veces sencillamente es imposible hacer eso, y entonces hemos de asumir el incómodo papel de impedir que la agresión se repita o que el niño se ponga a sí mismo en peligro o lo haga con los demás.
Pero impedir eso no es castigarle. Yo no hablo de pegarle un bofetón o dejarlo sin tele, sin cine o sin ir de campamentos. Hablo de literalmente ponernos enmedio e impedírselo, acompañarle en todo el proceso de calma, y luego hablar tranquilamente a ver qué sucedió y qué podemos hacer la próxima vez.
¿Que es los límites adecuados que debemos ponerles a los niños?
¿Cuál es el tamaño adecuado de una habitación para que tú estés a gusto en ella? Perdona, sé que choca, pero odio la palabra límite.
En lugar de interpretarla como delimitación, mi cabeza la interpreta como limitación, y odio sentirme limitada.
Sin embargo, la comparación que hace Rebeca Wild en su libro “Libertad y límites, amor y respeto”, me gustó, me cuadró.
A mi también me gustó mucho, si.
Los compara con una pared, que delimita espacios, impide caídas, sostiene el tejado, etc. Así que depende de quién seas tú, quién sea tu niño y dónde estéis, el límite estará más allá o más acá. Así de forma general, si no hay peligro y no hay agresión hacia otro o hacia uno mismo, el límite lo pondrá tu imaginación.
¿Y qué hacemos con los defectos o fallos de nuestros hijos?
Amarlos. ¿Conoces a alguien perfecto? Fíjate mejor en sus talentos, en todo lo que podría llegar a hacer si a él le apeteciera hacerlo. Acompáñale en su autodescubrimiento. Fascínate con él.
¿Las emociones negativas deben reprimirse?
No. Reprimir o ignorar una emoción negativa, tratar de no sentirla a toda costa, es como oír llorar a un bebé y encerrarlo en el armario, poner el volumen de la televisión a tope, y fingir que no lo oímos. Una emoción negativa está expresando una necesidad no resuelta.
¿Pero, cómo les enseñamos a los niños a expresarlas o canalizarlas?
Cada emoción tiene su sentido vital, es lógico experimentarlas en algunas situaciones. Reconocerla, ponerle palabras, encontrar qué la hizo aparecer, ver qué podemos hacer al respecto… de nuevo, pongamos nuestra creatividad e imaginación al servicio del bienestar común.
¿Qué podemos hacer si nuestro hijo dice de si mismo que es tonto o que es malo?
¿Qué le ha llevado ahí? ¿Quién le ha dicho algo así? Tal vez hayamos sido nosotros, bien de palabra o bien con nuestras actitudes. Tal vez sea cosa del colegio. O tal vez lo haya visto en la televisión (dan cada serie por ahí que es como para echar a correr).
Siéntate y haced juntos inventario de todo aquello que se le da bien hacer, es importante que tengas un buen vocabulario de palabras positivas, un inventario de habilidades al que recurrir si a él no se le ocurre nada, ejemplos de su talento.
Si tienes un niño que suele hacer eso, prepara de antemano la conversación y aprovecha la próxima oportunidad para dirigir su atención hacia todo aquello de bonito que hay en su interior.
¿Es bueno que los niños se atrevan a cuestionarlo todo?
Una de las fortalezas de las que habla la psicología positiva es, justamente, la capacidad de tener un pensamiento crítico y una mentalidad abierta.
El cuestionar las cosas no es más que ejercitar esta fortaleza. Claro que a veces necesitamos que los niños respondan rápidamente a nuestra petición, porque no es buen momento para deternos a dar explicaciones, sea por urgencia real o peligro, sea porque tenemos delante a una persona determinada.
En esos casos, ha de haber un trabajo previo con ellos para que comprendan que no siempre podremos dar todas las explicaciones, que han de confiar en nuestro criterio un poco a ciegas.
Tienes toda la razón, pero, ¿cómo conseguir que nuestros hijos tengan esa confianza en nosotros?
Siendo auténticos y honestos con ellos, con nosotros mismos y con el resto de personas con que nos relacionemos. Si hemos fallado en el pasado, admitámoslo sinceramente. Tener buenas habilidades de comunicación también ayuda mucho.
¿Debemos mentir a los niños?
¿Tú que crees? Y ahora no me preguntes por los Reyes Magos porque esta es una de las grandes contradicciones intelectuales del mundo, algo que yo racionalizo apelando a las virtudes de la fantasía y la creatividad, pero que mucha gente no acepta como argumento válido.
¿Recuerdas lo que me preguntabas de cuestionar todo? Bueno, hay cosas que pertenecen al ámbito de las creencias no fundamentadas en nada real, son un acto de pura fe, y no hay quien nos convenza de lo contrario.
Otra pregunta sería, ¿debemos decir toda la verdad? Y aquí mi respuesta sería que no siempre es necesario que sepan todos los detalles de todas las situaciones.
Voy a poner un ejemplo a ver si se entiende: ayer y hoy todo el mundo está comentando la situación de la contabilidad escondida de un partido político, ¿cierto?
Ahora piensa en un niño de 8 años que se entere y empiece a hacer preguntas. Las respuestas se adaptarán a su conocimiento previo de la situación, y se ceñirán a lo que él pregunta, ¿correcto?. Si el niño tiene 4 años, se le contestará de otra forma, sin mentirle, pero a lo mejor sin darle tantos detalles. Y si tiene 14, igual se le explican más cosas y usando otras palabras.
¿Y que hacemos si descubrimos que nuestros hijos nos han engañado o mentido?
¿Qué le ha llevado hasta ahí? Necesito saber qué le sucede, cómo se siente, qué necesitaba. ¿Cómo puedo reforzar lo que es naturalmente sano y positivo en él? ¿Cómo puedo ayudarle a que no necesite mentirme?
¿Crees que los castigos son positivos en algunos casos extremos?
No. En eso soy categórica. El castigo es una necesidad del adulto para decir la última palabra y quedar como autoridad reconocida.
Esa necesidad surge de la impotencia que sentimos de pequeños cuando los mayores mandaban y nosotros teníamos que ingeniárnoslas para salirnos con la nuestra y aún así eso no era válido. Así que la forma “válida” es mandar ahora que somos “los mayores”.
Si sientes que tu hijo de ha engañado, castigarle no va a solucionar nada en el presente, ni tampoco va a prevenir que te vuelva a engañar en el futuro. No sirve.
Pero, ¿y si el niño tiene comportamientos agresivos o peligrosos?
Te contesto lo mismo que cuando antes me preguntabas por los engaños. Si un niño está mostrando algo negativo, es porque no está a gusto, ¿qué puedo hacer para ayudarle a estar a gusto?
A veces, le podemos ayudar a expresar esa agresión de otra manera, o acompañarle en eso peligroso para que no lo sea tanto. Otras veces sencillamente es imposible hacer eso, y entonces hemos de asumir el incómodo papel de impedir que la agresión se repita o que el niño se ponga a sí mismo en peligro o lo haga con los demás.
Pero impedir eso no es castigarle. Yo no hablo de pegarle un bofetón o dejarlo sin tele, sin cine o sin ir de campamentos. Hablo de literalmente ponernos enmedio e impedírselo, acompañarle en todo el proceso de calma, y luego hablar tranquilamente a ver qué sucedió y qué podemos hacer la próxima vez.
¿Que es los límites adecuados que debemos ponerles a los niños?
¿Cuál es el tamaño adecuado de una habitación para que tú estés a gusto en ella? Perdona, sé que choca, pero odio la palabra límite.
En lugar de interpretarla como delimitación, mi cabeza la interpreta como limitación, y odio sentirme limitada.
Sin embargo, la comparación que hace Rebeca Wild en su libro “Libertad y límites, amor y respeto”, me gustó, me cuadró.
A mi también me gustó mucho, si.
Los compara con una pared, que delimita espacios, impide caídas, sostiene el tejado, etc. Así que depende de quién seas tú, quién sea tu niño y dónde estéis, el límite estará más allá o más acá. Así de forma general, si no hay peligro y no hay agresión hacia otro o hacia uno mismo, el límite lo pondrá tu imaginación.
¿Y qué hacemos con los defectos o fallos de nuestros hijos?
Amarlos. ¿Conoces a alguien perfecto? Fíjate mejor en sus talentos, en todo lo que podría llegar a hacer si a él le apeteciera hacerlo. Acompáñale en su autodescubrimiento. Fascínate con él.
¿Las emociones negativas deben reprimirse?
No. Reprimir o ignorar una emoción negativa, tratar de no sentirla a toda costa, es como oír llorar a un bebé y encerrarlo en el armario, poner el volumen de la televisión a tope, y fingir que no lo oímos. Una emoción negativa está expresando una necesidad no resuelta.
¿Pero, cómo les enseñamos a los niños a expresarlas o canalizarlas?
Cada emoción tiene su sentido vital, es lógico experimentarlas en algunas situaciones. Reconocerla, ponerle palabras, encontrar qué la hizo aparecer, ver qué podemos hacer al respecto… de nuevo, pongamos nuestra creatividad e imaginación al servicio del bienestar común.
¿Qué podemos hacer si nuestro hijo dice de si mismo que es tonto o que es malo?
¿Qué le ha llevado ahí? ¿Quién le ha dicho algo así? Tal vez hayamos sido nosotros, bien de palabra o bien con nuestras actitudes. Tal vez sea cosa del colegio. O tal vez lo haya visto en la televisión (dan cada serie por ahí que es como para echar a correr).
Siéntate y haced juntos inventario de todo aquello que se le da bien hacer, es importante que tengas un buen vocabulario de palabras positivas, un inventario de habilidades al que recurrir si a él no se le ocurre nada, ejemplos de su talento.
Si tienes un niño que suele hacer eso, prepara de antemano la conversación y aprovecha la próxima oportunidad para dirigir su atención hacia todo aquello de bonito que hay en su interior.
La alimentación del bebé durante el primer año incide en el desarrollo mental
Estudios sobre alimentación infantil han hallado que la alimentación del bebé desde la sexta semana de vida hasta los doce meses, tiene una influencia directa en el desarrollo mental del niño durante toda su vida, concretamente una deficiencia nutricional en esta importante etapa produciría daños irreversibles en el desarrollo neurocerebral de la persona.
Es durante esta etapa en la que el cerebro pasa de ser una estructura simple con mínimos surcos y circunvoluciones a ser una estructura compleja, desarrollándose procesos como la mielinización, la organización de neurotransmisores, arborización dendrítica y sinaptogénesis.
Y si bien estos procesos dependen de muchas variables como la genética o el entorno, la alimentación juega un papel de importancia también.
En este sentido, la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses es la forma ideal de abastecer al niño de todas sus necesidades nutricionales hasta esa edad, pero luego necesita que comencemos a ofrecerle alimentación complementaria.
El crecimiento cefálico es la forma por la cual los pediatras lograr evaluar el neurodesarrollo, ya que la medición de su perímetro se correlaciona con el peso estimado del cerebro y desarrollo los primeros dos años de vida.
Es importante cuidar además los nutrientes transferidos desde la placenta en el tercer trimestre, la alimentación con leche humana, el alto aporte proteico y ácidos grasos de cadena larga.
Es por eso que en el embarazo y luego en la alimentación de los bebés de seis meses a un año, se sugiere incluir en la dieta ácidos grasos de gran jerarquía para ayudar a la realización de los procesos de desarrollo mental. Estos componentes están presentes en los pescados, en frutos secos y en algunas semillas como lino, chía o sésamo.
Es durante esta etapa en la que el cerebro pasa de ser una estructura simple con mínimos surcos y circunvoluciones a ser una estructura compleja, desarrollándose procesos como la mielinización, la organización de neurotransmisores, arborización dendrítica y sinaptogénesis.
Y si bien estos procesos dependen de muchas variables como la genética o el entorno, la alimentación juega un papel de importancia también.
En este sentido, la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses es la forma ideal de abastecer al niño de todas sus necesidades nutricionales hasta esa edad, pero luego necesita que comencemos a ofrecerle alimentación complementaria.
El crecimiento cefálico es la forma por la cual los pediatras lograr evaluar el neurodesarrollo, ya que la medición de su perímetro se correlaciona con el peso estimado del cerebro y desarrollo los primeros dos años de vida.
Es importante cuidar además los nutrientes transferidos desde la placenta en el tercer trimestre, la alimentación con leche humana, el alto aporte proteico y ácidos grasos de cadena larga.
Es por eso que en el embarazo y luego en la alimentación de los bebés de seis meses a un año, se sugiere incluir en la dieta ácidos grasos de gran jerarquía para ayudar a la realización de los procesos de desarrollo mental. Estos componentes están presentes en los pescados, en frutos secos y en algunas semillas como lino, chía o sésamo.
miércoles, 30 de enero de 2013
Video: Cuál es la temperatura ideal del cuarto del bebé
Los bebés, especialmente los recién nacidos y los prematuros, son muy sensibles a los cambios bruscos de temperatura y el calor o el frío les alteran fácilmente. El pediatra Ernesto Sáez Pérez, experto en neonatología y asesor de Ser Padres nos indica cuál es la temperatura ideal para el cuarto del niño y la casa.
Dejar dormir a los niños en la cama de los padres es ir contra la naturaleza y contra el sentido común, dice un psicólogo
El tema del sueño y del dónde deben dormir los niños por la noche es uno de los temas en el que los profesionales de la salud y la mente menos de acuerdo se ponen. Unos te dicen que no pasa nada si el niño duerme con vosotros, pero que a los seis meses debe ya salir de la habitación, otros que no pasa nada si duerme con vosotros hasta los tres años, o incluso hasta los cinco y otros que hagáis lo que os dé la real gana, porque no es un asunto realmente importante mientras el niño esté bien.
Como yo me posiciono más bien entre los últimos, es decir, que el niño debe dormir allí donde esté a gusto y tranquilo, sea donde sea, sigo sorprendiéndome cuando alguien hace una recomendación muy tajante de alguna de las otras opciones, como es el caso de Miguel Silveira, un psicólogo que afirma que dejar a los niños dormir en la cama de los padres es ir contra la naturaleza y contra el sentido común.
Para saber de qué os estoy hablando podéis leer su texto en su blog, donde al parecer habla de un caso que ha atendido, una mujer, que debió consultarle preocupada por no poder “independizar” a su hijo, por no poder darle autonomía nocturna, al no querer irse a su habitación a dormir solo con dos años de edad. Esto, que para Silveira parece ser un problema generado por la madre, que no ha sabido ponerse en sus trece y que ha consentido que el niño mande en casa, me parece tan banal en realidad, que he querido usar mi sentido común, y no el suyo, para ofrecer mi opinión al respecto, que no es mejor ni peor, sino simplemente diferente.
Como habéis podido leer, si habéis leído el texto, comienza exponiendo el problema y luego ofrece su conclusión, que es la siguiente:
El niño sigue y parece que va a ser así hasta que cumpla seis años, me confesó la madre. Al parecer había leído varios libros para resolver el problema pero había contradicciones. Mientras unos pretenden que el niño duerma solo cuanto antes otros profesionales dicen que si se le separa de sus padres se sentirá desamparado y romperá a llorar. El solo pensamiento de que su hijo pueda sentir el desamparo ha hecho que esos padres sucumban y sean capaces de dormir separados hasta que el niño pida dormir solo, lo cual puede ocurrir cuando tenga seis años o cuando tenga trece, vaya usted a saber.
Teniendo en cuenta que ahora tiene dos años, es posible que suceda con seis o con trece, como comenta, o que suceda con tres o con cuatro. Imposible saberlo realmente, así que no hace falta decir “trece” como cifra para mostrar lo absurdo que es dormir con un niño. Hablando de la lógica evolución de un niño, lo que un niño no alcanza a entender con dos años, porque su raciocinio está aún poco desarrollado, es posible que sí lo entienda con los mencionados tres o cuatro años, cuando es más capaz de pensar y entender que, aún estando solo por la noche, no le va a pasar nada. Y ya no hablemos si el niño tiene seis. Basta con tratar el tema con naturalidad para que el niño duerma solo sin agobios en el momento en que se lo propongamos. Un caso no sirve de nada, pero como en mi casa nadie trató de forzar a mi hijo a dormir solo cuando era pequeño, no tuvo ningún problema, miedo ni aversión a hacerlo cuando ya tenía, precisamente, seis años.
En cualquier caso, si yo fuera psicólogo, que no lo soy, le diría a esta madre que, por el bien de la pareja, si es que ellos quieren dormir juntos, tratasen de hacerlo añadiendo otra cama a la habitación o comprando una cama más grande para poder dormir juntos los tres.
Sigue Silveira su escrito diciendo lo siguiente:
Es absurdo que un niño sufra tal desamparo que le produzca un trauma por dormir en su cuna o en su cama. Desde que nace un niño comienza un proceso de separación progresiva de su madre y sus padres que culmina con la emancipación al convertirse en un adulto y por eso, entre otras muchas razones, un niño no debe dormir con sus padres sino en su propia cuna o cama a los pocos días de nacer y no le pasa nada.
Bueno, trauma igual no, pero un buen rato de llanto puede ser que sí. Y oír a un bebé llorar molesta, molesta mucho, y como normalmente los niños se despiertan varias veces de noche y te dejan dormir poco, como el cansancio se va acumulando y los nervios acaban quedando a flor de piel, tener al niño un buen rato llorando para dormirse no es plato de buen gusto para ningún padre. Si hablamos de un niño de dos años, siendo un poco diferente, no deja de ser molesto, porque el niño te la lía. Con esa edad mucha gente accede o no según lo que pida el niño. Pedir estar junto a tu madre, pedir dormir con ella, pedir contacto físico no me parece insano, sino más bien todo lo contrario… no quiero verme nunca en la situación de ver que mis hijos han crecido y me rechazan porque un día les enseñé que no podían estar conmigo de noche. No quiero que no cuenten conmigo porque les enseñé que no podían contar conmigo. Digo esto porque él comenta que a los niños hay que ayudarles a emanciparse y que por eso tienen que dormir solos de noche… yo digo que se emanciparán cuando buenamente puedan tanto si duermen conmigo o no, porque no creo que quieran dormir ellos y sus parejas en mi cama. Y añado que, como quiero que además de ser independientes sean personas sociables, afables y personas que aprecien el contacto, un abrazo, el apoyo cuando se sientan solos y la atención cuando la necesiten, accederé siempre a dormir con ellos de noche si lo necesitan, para que aprendan eso mismo.
Es ley de vida y dormir con sus padres va contra la naturaleza, contra el sentido común, contra la necesidad y conveniencia de que la pareja duerma junta por obvias razones, contra la ley que dice que todo ser humano deberá acostumbrarse a valerse por si, contra le ley que dice que un niño no puede establecer su dominio sobre los padres con la treta del llanto. Los que tienen que dormir en la cama matrimonial son los padres que para eso se llama matrimonial.
Es ley de vida pero el gobierno no está haciendo nada para evitar que la mitad de los jóvenes esté en paro y que en consecuencia no puedan comprarse un piso y emanciparse. Vamos, que les vamos a dejar llorar en sus habitaciones para que luego no puedan independizarse nunca. Coincido, eso sí, en que los seres humanos deben valerse por sí mismos, pero no alcanzo a ver cómo puede ayudar el hecho de que un niño duerma solo si luego resulta que cuando culmine finalmente el proyecto de emancipación y se vaya con su pareja, se van a meter juntos en una habitación a compartir cama, destrozando todo el trabajo que hemos hecho los padres. Quizás sea más importante que los niños adquieran autonomía durante el día en las rutinas habituales: que vayan aprendiendo a vestirse solos, que empiecen a ser responsables de sus cosas, que puedan tomar decisiones en casa, etc.
Con respecto a la treta del llanto, como he comentado, depende de cuál sea la demanda deberá ser nuestra respuesta. Pongamos que nuestro hijo llora y berrea, tirado en el suelo, arqueando su cuerpo y molestando a todos los vecinos porque lleva doce horas sin comer. Nadie hablará de treta del niño, sino en todo caso de irresponsabilidad de los padres, que no le han dado de comer en todo el día. Si en cambio el niño llora porque a las diez de la noche ha pensado que es un buen momento para ir al parque a columpiarse, aquí sí habrá que tirar de herramientas educativas y diálogo para evitar salir por la puerta de casa.
Y en referencia al dónde tiene que dormir cada cuál, no me parece un argumento de peso decir que los que tienen que dormir en la cama matrimonial son los padres, porque por eso la cama recibe ese nombre. Es un argumento muy simple el que daré ahora, pero es que muchas parejas no están casadas, no son matrimonio, y en consecuencia no deberían dormir tampoco en esa cama. Por otra parte, en mi casa la comida se hace en la cocina, pero también se come en la cocina. Ya, lo sé. Tendríamos que comerla en el comedor, que para eso se le llama así. Sólo espero que nuestros hijos no se vean afectados por nuestra extrema vagancia, al no llevar cada día los platos y utensilios al comedor, tanto de ida como de vuelta, como mandan las leyes del sentido común.
Qué manera de desvirtuar las leyes naturales y atentar contra el sentido común! Y luego quieren que esos niños crezcan sanos y normales…¡Los niños a su cama!
Es que no sé qué ley natural se está desvirtuando. En mi casa hay paredes y por eso hay habitaciones, pero gracias a la burbuja inmobiliaria de hace unos años llegaron a hacerse pisitos de treinta metros cuadrados, donde una familia tiene que dormir junta aún después de leer lo insanos y anormales que van a crecer los niños. Y si nos paramos a pensar un poco, seguro que muchos de nosotros dormimos en nuestra infancia con nuestros padres y seguro que muchos de nuestros padres lo hicieron con nuestros abuelos. El mundo tendría que estar lleno de jóvenes abrazados a sus padres y lleno de adultos inseguros e incapaces de tomar decisiones por haber dormido de pequeños con sus padres.
Como yo me posiciono más bien entre los últimos, es decir, que el niño debe dormir allí donde esté a gusto y tranquilo, sea donde sea, sigo sorprendiéndome cuando alguien hace una recomendación muy tajante de alguna de las otras opciones, como es el caso de Miguel Silveira, un psicólogo que afirma que dejar a los niños dormir en la cama de los padres es ir contra la naturaleza y contra el sentido común.
Para saber de qué os estoy hablando podéis leer su texto en su blog, donde al parecer habla de un caso que ha atendido, una mujer, que debió consultarle preocupada por no poder “independizar” a su hijo, por no poder darle autonomía nocturna, al no querer irse a su habitación a dormir solo con dos años de edad. Esto, que para Silveira parece ser un problema generado por la madre, que no ha sabido ponerse en sus trece y que ha consentido que el niño mande en casa, me parece tan banal en realidad, que he querido usar mi sentido común, y no el suyo, para ofrecer mi opinión al respecto, que no es mejor ni peor, sino simplemente diferente.
Como habéis podido leer, si habéis leído el texto, comienza exponiendo el problema y luego ofrece su conclusión, que es la siguiente:
El niño sigue y parece que va a ser así hasta que cumpla seis años, me confesó la madre. Al parecer había leído varios libros para resolver el problema pero había contradicciones. Mientras unos pretenden que el niño duerma solo cuanto antes otros profesionales dicen que si se le separa de sus padres se sentirá desamparado y romperá a llorar. El solo pensamiento de que su hijo pueda sentir el desamparo ha hecho que esos padres sucumban y sean capaces de dormir separados hasta que el niño pida dormir solo, lo cual puede ocurrir cuando tenga seis años o cuando tenga trece, vaya usted a saber.
Teniendo en cuenta que ahora tiene dos años, es posible que suceda con seis o con trece, como comenta, o que suceda con tres o con cuatro. Imposible saberlo realmente, así que no hace falta decir “trece” como cifra para mostrar lo absurdo que es dormir con un niño. Hablando de la lógica evolución de un niño, lo que un niño no alcanza a entender con dos años, porque su raciocinio está aún poco desarrollado, es posible que sí lo entienda con los mencionados tres o cuatro años, cuando es más capaz de pensar y entender que, aún estando solo por la noche, no le va a pasar nada. Y ya no hablemos si el niño tiene seis. Basta con tratar el tema con naturalidad para que el niño duerma solo sin agobios en el momento en que se lo propongamos. Un caso no sirve de nada, pero como en mi casa nadie trató de forzar a mi hijo a dormir solo cuando era pequeño, no tuvo ningún problema, miedo ni aversión a hacerlo cuando ya tenía, precisamente, seis años.
En cualquier caso, si yo fuera psicólogo, que no lo soy, le diría a esta madre que, por el bien de la pareja, si es que ellos quieren dormir juntos, tratasen de hacerlo añadiendo otra cama a la habitación o comprando una cama más grande para poder dormir juntos los tres.
Sigue Silveira su escrito diciendo lo siguiente:
Es absurdo que un niño sufra tal desamparo que le produzca un trauma por dormir en su cuna o en su cama. Desde que nace un niño comienza un proceso de separación progresiva de su madre y sus padres que culmina con la emancipación al convertirse en un adulto y por eso, entre otras muchas razones, un niño no debe dormir con sus padres sino en su propia cuna o cama a los pocos días de nacer y no le pasa nada.
Bueno, trauma igual no, pero un buen rato de llanto puede ser que sí. Y oír a un bebé llorar molesta, molesta mucho, y como normalmente los niños se despiertan varias veces de noche y te dejan dormir poco, como el cansancio se va acumulando y los nervios acaban quedando a flor de piel, tener al niño un buen rato llorando para dormirse no es plato de buen gusto para ningún padre. Si hablamos de un niño de dos años, siendo un poco diferente, no deja de ser molesto, porque el niño te la lía. Con esa edad mucha gente accede o no según lo que pida el niño. Pedir estar junto a tu madre, pedir dormir con ella, pedir contacto físico no me parece insano, sino más bien todo lo contrario… no quiero verme nunca en la situación de ver que mis hijos han crecido y me rechazan porque un día les enseñé que no podían estar conmigo de noche. No quiero que no cuenten conmigo porque les enseñé que no podían contar conmigo. Digo esto porque él comenta que a los niños hay que ayudarles a emanciparse y que por eso tienen que dormir solos de noche… yo digo que se emanciparán cuando buenamente puedan tanto si duermen conmigo o no, porque no creo que quieran dormir ellos y sus parejas en mi cama. Y añado que, como quiero que además de ser independientes sean personas sociables, afables y personas que aprecien el contacto, un abrazo, el apoyo cuando se sientan solos y la atención cuando la necesiten, accederé siempre a dormir con ellos de noche si lo necesitan, para que aprendan eso mismo.
Es ley de vida y dormir con sus padres va contra la naturaleza, contra el sentido común, contra la necesidad y conveniencia de que la pareja duerma junta por obvias razones, contra la ley que dice que todo ser humano deberá acostumbrarse a valerse por si, contra le ley que dice que un niño no puede establecer su dominio sobre los padres con la treta del llanto. Los que tienen que dormir en la cama matrimonial son los padres que para eso se llama matrimonial.
Es ley de vida pero el gobierno no está haciendo nada para evitar que la mitad de los jóvenes esté en paro y que en consecuencia no puedan comprarse un piso y emanciparse. Vamos, que les vamos a dejar llorar en sus habitaciones para que luego no puedan independizarse nunca. Coincido, eso sí, en que los seres humanos deben valerse por sí mismos, pero no alcanzo a ver cómo puede ayudar el hecho de que un niño duerma solo si luego resulta que cuando culmine finalmente el proyecto de emancipación y se vaya con su pareja, se van a meter juntos en una habitación a compartir cama, destrozando todo el trabajo que hemos hecho los padres. Quizás sea más importante que los niños adquieran autonomía durante el día en las rutinas habituales: que vayan aprendiendo a vestirse solos, que empiecen a ser responsables de sus cosas, que puedan tomar decisiones en casa, etc.
Con respecto a la treta del llanto, como he comentado, depende de cuál sea la demanda deberá ser nuestra respuesta. Pongamos que nuestro hijo llora y berrea, tirado en el suelo, arqueando su cuerpo y molestando a todos los vecinos porque lleva doce horas sin comer. Nadie hablará de treta del niño, sino en todo caso de irresponsabilidad de los padres, que no le han dado de comer en todo el día. Si en cambio el niño llora porque a las diez de la noche ha pensado que es un buen momento para ir al parque a columpiarse, aquí sí habrá que tirar de herramientas educativas y diálogo para evitar salir por la puerta de casa.
Y en referencia al dónde tiene que dormir cada cuál, no me parece un argumento de peso decir que los que tienen que dormir en la cama matrimonial son los padres, porque por eso la cama recibe ese nombre. Es un argumento muy simple el que daré ahora, pero es que muchas parejas no están casadas, no son matrimonio, y en consecuencia no deberían dormir tampoco en esa cama. Por otra parte, en mi casa la comida se hace en la cocina, pero también se come en la cocina. Ya, lo sé. Tendríamos que comerla en el comedor, que para eso se le llama así. Sólo espero que nuestros hijos no se vean afectados por nuestra extrema vagancia, al no llevar cada día los platos y utensilios al comedor, tanto de ida como de vuelta, como mandan las leyes del sentido común.
Qué manera de desvirtuar las leyes naturales y atentar contra el sentido común! Y luego quieren que esos niños crezcan sanos y normales…¡Los niños a su cama!
Es que no sé qué ley natural se está desvirtuando. En mi casa hay paredes y por eso hay habitaciones, pero gracias a la burbuja inmobiliaria de hace unos años llegaron a hacerse pisitos de treinta metros cuadrados, donde una familia tiene que dormir junta aún después de leer lo insanos y anormales que van a crecer los niños. Y si nos paramos a pensar un poco, seguro que muchos de nosotros dormimos en nuestra infancia con nuestros padres y seguro que muchos de nuestros padres lo hicieron con nuestros abuelos. El mundo tendría que estar lleno de jóvenes abrazados a sus padres y lleno de adultos inseguros e incapaces de tomar decisiones por haber dormido de pequeños con sus padres.
El humo de segunda mano en el embarazo se relaciona con problemas de conducta
Un estudio realizado por la Facultad de Enfermería de la Universidad de Pensilvania en Estados Unidos, determinó que aquellas mujeres expuestas al humo de segunda mano durante el embarazo, tienen hijos con mayores tasas de problemas de conducta.
En efecto, estos niños tienen mayores problemas de atención y agresividad, como también menores puntajes en pruebas de lenguaje, habla e inteligencia.
Es por ello que el estudio se realizó en China, donde el 70 por ciento de los hombres fuma y por ende, las embarazadas están expuestas al humo de sus parejas. De 646 niños evaluados, se encontró que aquellos que se gestaron en un ambiente limpio, tuvieron menos problemas de conducta y desarrollo en la niñez.
“Estos hallazgos podrían informar a los esfuerzos de salud pública por reducir el tabaquismo en público, y subrayan la necesidad de incluir la evitación [del humo ambiental de tabaco] como un componente potencial de la atención prenatal entre las mujeres embarazadas”, señalaron los autores del estudio.
El 25 por ciento de los niños cuyas madres fueron expuestas al humo de segunda mano tenían problemas conductuales, cifra que sólo llega al 16 por ciento entre los niños cuyas madres no fueron expuestas al humo pasivo.
También se encontró que a los niños expuestos al humo de tabaco también les iba peor en pruebas de trastornos de la conducta.
En efecto, estos niños tienen mayores problemas de atención y agresividad, como también menores puntajes en pruebas de lenguaje, habla e inteligencia.
Es por ello que el estudio se realizó en China, donde el 70 por ciento de los hombres fuma y por ende, las embarazadas están expuestas al humo de sus parejas. De 646 niños evaluados, se encontró que aquellos que se gestaron en un ambiente limpio, tuvieron menos problemas de conducta y desarrollo en la niñez.
“Estos hallazgos podrían informar a los esfuerzos de salud pública por reducir el tabaquismo en público, y subrayan la necesidad de incluir la evitación [del humo ambiental de tabaco] como un componente potencial de la atención prenatal entre las mujeres embarazadas”, señalaron los autores del estudio.
El 25 por ciento de los niños cuyas madres fueron expuestas al humo de segunda mano tenían problemas conductuales, cifra que sólo llega al 16 por ciento entre los niños cuyas madres no fueron expuestas al humo pasivo.
También se encontró que a los niños expuestos al humo de tabaco también les iba peor en pruebas de trastornos de la conducta.
viernes, 25 de enero de 2013
Video: En qué postura se debe colocar a un recién nacido
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