Son aparatosas y alarmantes pero no causan lesiones y tampoco dejan secuelas. Por eso no debemos asustarnos antes de tiempo si nuestro pequeño sufre una convulsión, sin embargo, debemos actuar con rapidez. No hay medidas preventivas eficaces ante la primera convulsión, pues no se sabe qué niño puede llegar a padecerla. Como medida general, hay que evitar que tenga subidas bruscas de temperatura, tratando la fiebre con métodos caseros (paños de agua tibia, quitarle parte de la ropa...) o con un antitérmico.
¿Cuáles son los síntomas?
El niño pierde la conciencia y empieza a sacudir su cuerpo, en especial los brazos y las piernas. Su mirada se queda fija y los labios pueden ponerse lívidos. En un tiempo variable que puede ser de entre unos segundos y más de diez minutos recupera la conciencia y entra en un sueño profundo del que se despierta solo al cabo de unos minutos.
¿A qué se deben?
La temperatura se regula en un centro que está en el cerebro. En los bebés este centro está inmaduro y cuando su temperatura sube bruscamente, el cerebro reacciona de una forma anormal, provocando convulsiones. En algunos bebés éstas se producen incluso cuando la temperatura sube sólo unas décimas.
¿Cuánto duran?
Hay dos tipos de convulsiones febriles: simples y complejas. Las simples suelen durar menos de diez minutos, el periodo de sueño posterior es breve y la recuperación rápida. Las complejas duran más de 15 minutos, la recuperación es más lenta y pueden repetirse durante la misma enfermedad.
¿Cómo actuar?
Lo mejor que se puede hacer para ayudar al niño (y para mantener la calma) es lo siguiente:
- Limpiarle la nariz, si tiene mocos, para que respire bien.
- Tumbarle en el suelo o la cama, sobre un costado.
- Aplicarle compresas de agua tibia en la frente y cuello o ponerle un supositorio de paracetamol, que le bajará la temperatura.
- Si ya ha sufrido convulsiones antes, ponerle una cánula rectal de diacepan, que habrá recetado el doctor para estas ocasiones.
- Introducir un pañuelo u otra cosa en la boca del niño: podríamos causarle una lesión sin querer.
- Sujetarle, para tratar de detener las convulsiones.
- Darle algo de beber o darle un antitérmico por la boca.
- Tratar de despertarle del sueño profundo.
Sí, en la primera crisis es conveniente consultar con el doctor. Él explicará qué se debe hacer en caso de que la convulsión se repita y diagnosticará el proceso que ha provocado la fiebre (suele ser una gripe, un catarro, una otitis...). También se debe consultar si las convulsiones se repiten en lo sucesivo, porque el niño puede necesitar un tratamiento preventivo.
¿Va a sufrirlas toda la vida?
Algunos niños tienen una segunda convulsión o una tercera y ya no vuelven a sufrir más en su vida. Otros, los menos, tienen más episodios. La tendencia a padecer convulsiones suele desaparecer hacia los cinco años.
¿Pueden dejar secuelas?
No. Las convulsiones febriles nunca dejan secuelas de ningún tipo, a pesar de su aparatosidad.
¿Predisponen para la epilepsia?
No. Las convulsiones febriles no guardan ninguna relación con la epilepsia, que se produce por otros mecanismos diferentes. La posibilidad de que un niño que ha sufrido convulsiones febriles desarrolle una epilepsia en el futuro es remota (del 0,4 por ciento) y sólo se da en los pequeños que tienen antecedentes familiares de convulsiones complejas y recurrentes o antecedentes de epilepsia.
¿Cuándo acudir a urgencias?
- Debemos acudir a urgencias si la convulsión dura más de diez minutos.
- Si pasan más de 20 minutos desde que finaliza la crisis y el niño no se despierta (solo).
- En caso de que la convulsión se repita durante el mismo proceso febril.
- Cuando, pasada la crisis, el niño presenta somnolencia, náuseas, vómitos o sus movimientos o su comportamiento son anormales.