La temperatura del cuerpo humano ronda los 37 grados con pequeñas variaciones normales a lo largo del día. Es nuestro cerebro el órgano que, a través del hipotálamo, controla la adaptación de nuestro organismo a la temperatura exterior. Si el ambiente es helado reaccionamos con temblores y vasoconstricción, de este modo subimos la temperatura interna. Si hace mucho calor aumenta el pulso, la sudoración y la vasodilatación y de este modo hacemos que la temperatura de nuestro cuerpo descienda. Pero a veces nuestro mecanismo de termoregulación se ve superado por la dureza de las condiciones. Una de las consecuencias de esos fallos es el golpe de calor.
Si nos enfrentamos a un rápida exposición una temperatura exterior muy alta y no disponemos de elementos para protegernos de ella o no tenemos bastante hidratación podemos sufrir este grave cuadro llamado golpe de calor, al que son especialmente sensibles los ancianos y enfermos crónicos, pero también los bebés y en general los niños menores de seis años.
El golpe de calor precisa una atención inmediata para lograr bajar la temperatura y además tratamiento médico. Si no se proporcionan esos primeros cuidados el paciente puede morir. Hay que ser muy conscientes de que lo niños pequeños tienen más riesgos de sufrir este colapso, pues son más sensibles y menos conscientes de estar en una situación extrema. Pero lo más terrorífico es la noticia que se repite verano tras verano, los pequeños mueren porque han sido olvidados en un coche a pleno sol.
Para prevenir el golpe de calor en los niños es indispensable tener en cuenta algunas medidas sencillas. Hay que evitar el sol directo sobre la cabeza, usando una gorra. No se debe permanecer en el exterior en las horas de más calor y menos todavía hacer ejercicio físico intenso.
Es muy importante tomar alimentos frescos y con alto contenido en agua (gazpachos, zumos, frutas, ensaladas) y sobre todo beber mucho líquido. Si estamos en casa y hace mucho calor, hay que mantenerla en penunbra y estar en las habitaciones más frescas, dándonos duchas frescas a menudo. Si estamos en el exterior, buscar un lugar acondicionado o mojarnos en la playa, piscina o en una fuente. Desde luego, estas medidas generales, deben extremarse con los más pequeños.
Cuando una persona sufre un golpe de calor los síntomas son los de un colapso grave. Pulso acelerado, mareos, náuseas, confusión que dan paso a pérdida de consciencia. La piel está seca, enrojecida y caliente. La temperatura corporal llega a sobrepasar los 39 grados y en estos casos la necesidad de atención médica es indispensable.
Las medidas inmediatas, mientras llegan los servicios sanitarios, serán mantener al paciente a la sombra, a un lugar lo más fresco posible. Para ayudar a que baje su temperatura lo refrescaremos con aire y con compresas frescas mojadas con agua en los brazos, los muslos, la cabeza, el pecho y el cuello.y refrescarlo con aire o con agua.
En los casos en los que hay un golpe de calor el paciente ha sufrido una dehidratación y podemos ofrecerle líquidos que no estén muy frios : agua preferiblemente en los niños, o en los más mayorcitos alguna bebida comercial isotónica. Pero es importante ofrecerlos sólo si el niño está consciente, pues de otro modo podemos agravar su estado con un atragantamiento, lo que en estas circunstancias puede contribuir a los problemas que ya estuviese teniendo.