Los bebés, antes de tomar la alimentación complementaria y aunque nunca han comido otra cosa que no sea leche, presentan predilección por algunos alimentos, concretamente por los que come su madre.
Este traspaso de sabores se produce durante el embarazo (a través del líquido amniótico) y mediante la lactancia materna, donde la dieta de la madre condiciona su sabor.
Esto hace que el bebé tenga preferencia por aquellos alimentos que su madre come más a menudo, que acepte mejor alimentos que la madre ha tomado alguna vez y que llegue a rechazar aquellos alimentos cuyo sabor o aroma no conocen.
Esto no quiere decir que su alimentación tenga que restringirse a las preferencias que ya tienen puesto que ellos mismos pueden crear sus propias preferencias.
Se ha estudiado y concluido que la preferencia por los alimentos está muy relacionada con la frecuencia de exposición. Es decir, cuanto más coman algo, más lo aceptarán en el futuro.
Como siempre y como nos pasa a muchos habrá excepciones ya que hay alimentos que realmente desagradan y que por más que sea probado no se acepta.
Se ha sugerido que son necesarias un mínimo de 10 pruebas con un determinado tipo de alimento para que un bebé lo vaya aceptando (con un claro aumento de la aceptación a partir de las 12 o 15 pruebas).
Esto quiere decir que cuando ofrezcamos un alimento y sea rechazado no podemos concluir que no le gusta hasta que no se le haya ofrecido al menos esas 12 o 15 veces más (no el mismo día, sino 12 o 15 días diferentes que tampoco tienen que ser seguidos).
La idea es ofrecer el alimento y que lo vaya comiendo hasta que se rechaza, sea la primera o la quinta cucharada, y cuando se decida volver a comer ese alimento, pues se le vuelve a ofrecer.
Via: bebesyma