Adoptar un bebé: el dilema. Un tema delicado, no siempre fácil y cuya decisión pesa en términos de que se toma para toda la vida y por partida doble: es para toda la vida d ela pareja y también para la del nuevo ser.
Cuando se comienza a pensar en adopción, es porque en la mayoría de los casos ya se ha transitado un largo camino caracterizado por altibajos de esperanza, decepciones, anhelos y frustraciones. Pero la adopción abre un mundo nuevo y una vez que se comienza a mirar a través de ese cristal también la pareja se sumerge en un nuevo mar de indecisiones, esta vez -hay que adminitrlo con mayores certezas.
Les invito a pensar en una especie de perspectiva cósmica del asunto: allí están ustedes como pareja con mucho amor para dar, con brazos abiertos y dispuestos a muchos sacrificios en nombre de ese amor; por otro lado , por allí anda su hijo, quizá ya fue concebido, quizá no. Pero hay alguien predestinado para ustedes y viceversa y una vez que se toma la decisión hay que prepararse para la espera primero (en algunos países es realmente larga) y para el cambio de vida después.
Un punto importante es el pleno acuerdo de la pareja, éste debe existir desde el vamos porque si bien la amplia mayoría de los tiempos por venir son felices, los habrá duros y muy duros (igual como sucede con los hijos bioógicos) y especialmente en esos tiempos, siempre habrá que mirar al hijo como lo que es: el hijo de ambos, porque al adoptar un bebé estás adoptando un niño, un adolescente, un joven. Al asumir la adopción, se hará como un “paquete” (en el buen sentido de la palabra) que si bien traerá más gratificaciones que problemas, hay que estar fortalecidos en el amor para mantener las velas firmes por más duros que vengan los vientos…
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