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lunes, 22 de abril de 2013

El sonajero del bebé, un juguete necesario

Dice el diccionario que “el sonajero es un juguete con sonajas o cascabeles, que sirve para entretener al bebé”. Nosotros añadimos, ¿solo para entretener? Con este juguete nuestro hijo hará descubrimientos muy positivos para su desarrollo en sus primeros meses de vida.

La importancia del sonajero

El sonajero ayuda al niño a saber que él puede hacer que las cosas ocurran a su alrededor. Si lo agita suena, se ilumina, cambia de forma… Esto es una satisfacción para él y básico en el desarrollo de su inteligencia:

Estimula sus sentidos: con sonidos, luces, colores, distintos materiales… el niño pone en marcha la vista, el oído y el tacto.

Mejora su coordinación: el niño quiere coger lo que ve y para ello es necesario que coordine la vista y las manos. Jugar con el sonajero le ayuda y verás como cada vez lo hace más rápido.

Nos ayuda a establecer rutinas: ¿jugamos con el sonajero antes del baño? Su sonido le va a ayudar a saber que después del juego, vendrán las pompas de jabón y el posterior masajito. ¡Estamos estimulando su memoria!

Entretiene y divierte.

Tipos de sonajeros

Existen multitud de tipos de sonajeros: los hay blanditos, para los primeros meses del bebé; multijuegos, que incorporan otras actividades de aprendizaje; con mordedor incorporado, en forma de libro, con diferentes texturas, con luces ...

La variedad de sonajeros en función del lugar o el modo en que van a ser utilizados también es enorme: podemos encontrar sonajeros de pulsera, para la muñeca o el tobillo del bebé, o calcetines con sonajero incorporado. Sonajeros para el carrito, la cuna o la bañera, sonajeros para el coche...

Toda la familia en bici: fomentar que los niños utilicen más la bicicleta

Ahora que empieza el buen tiempo, es un buen momento para fomentar en los niños que utilicen más la bicicleta, y no sólo como forma de entretenimiento, sino también como una forma de practicar ejercicio y hasta como un medio de transporte.

Como sucede en todos los aspectos de la crianza de los hijos, no hay mejor lección que el ejemplo, por tanto os animo a salir toda la familia en bici.

Yo soy una amante de los paseos en bicicleta en familia, os aseguro que podéis compartir momentos muy especiales. Es un plan perfecto para el fin de semana, incluso podéis llevar una cesta y hacer un picnic al aire libre en el campo o en el parque con los niños.

Lo primero que tenéis que hacer es equiparos. Para empezar, por supuesto necesitáis bicis, una silla infantil para llevar detrás si tenéis un bebé pequeño, y cascos para todos.

Ya si os hacéis aficionados, poco a poco podéis ir ampliando el equipamiento, pero lo bueno es que con una bici y un casco ya es suficiente para comenzar a disfrutar.

Montar en bici es ponerse en movimiento, activarse, aporta una sensación de bienestar y, sobre todo, de libertad. Si tenéis la oportunidad, animad a los niños a moverse por el barrio en bicicleta, ir al cole si es posible, a comprar el pan o cualquier trayecto corto que puedan hacer vigilados por vosotros.

Yo tengo la suerte de vivir cerca del colegio de mis hijas, donde tienen espacio para dejar las bicicletas, así que siempre que no llueva y no haga demasiado frío, van al cole en bici. Ese pequeño viaje las llena de energía y vitalidad para el resto del día.

Hay ciudades muy bien preparadas para la bici, otras no tanto, pero si más gente se sube a la bici seguramente se irán haciendo cada vez más “bici amigables”, así que os animo a toda la familia a montar más en bici.

Caídas de niños: consejos y datos importantes

Los niños tienen derecho a jugar y explayarse libremente en un ambiente seguro y sin riesgos. Un descuido puede provocar la caída de un menor y sus consecuencias pueden ser graves. En esta nota, no es la idea crear una especie de paranoia sobre el cuidado de los hijos, sino mantener a padres y madres alertas ante posibles situaciones de riesgo.

La mayoría de las caídas en niños pequeños son bruscas porque ellos aún se encuentran descubriendo su cuerpo y los movimientos que son capaces de hacer.

Las lesiones más graves son aquellas que se producen en la cabeza, ya que es un lugar clave en la psicomotricidad de las personas, por otro lado, este tipo de caídas se producen dentro de la casa o en el exterior de ésta. Los lugares del hogar más propicios en los que pueden suceder accidentes son los muebles, las escaleras y los andadores. En el caso de encontrarse fuera de casa, pueden ocurrir caídas o lesiones arriba del carro del supermercado o jugando en el parque.

Los principales consejos que podemos dar son:

1- No dejes a tu hijo sin supervisión en ciertos lugares en los que pueda sufrir accidentes.

2- No utilices andadores ya que no están recomendados por la Academia Americana de Pediatría (AAP). Está comprobado que no dejan que el niño aprenda en sus tiempos a mantener el equilibrio.

3- No coloques sillas cerca de las ventanas.

4- Dale libertad a tu hijo, pero, sobre todo aléjalo de posibles accidentes que provoquen lesiones o caídas.

Recuerda que las lesiones cerebrales traumáticas, causadas por caídas, son motivo de consulta al médico en niños de 0 a 14 años.

Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que las caídas representan la segunda causa mundial de muerte, en el caso de aquellas que ocurren sin intención o en el contexto de una eventualidad. Por eso, este organismo recomienda que se tenga en cuenta la disposición de los muebles de la casa, la seguridad de los lugares en los cuales los niños juegan a diario y la protección alrededor de las ventanas.

Para una información más detallada puedes leer el informe que te brindamos en el siguiente link

miércoles, 17 de abril de 2013

Salud: Alergia en niños preguntas y respuestas

Muchos padres se preguntan si sus hijos heredarán la alergia, si un bebé puede ser alérgico desde el nacimiento o qué signos nos pueden hacer sospechar de la existencia de una alergia.

La alergia es una reacción exagerada del organismo a ciertas sustancias que se ingieren, se inhalan o se tocan.

¿Tienen más riesgo de sufrir alergias los hijos de padres alérgicos?

Si los padres son alérgicos es muy probable que el niño también tenga manifestaciones alérgicas en algún momento de su vida, ya que este trastorno suele ser hereditario.

Por lo tanto, los padres alérgicos tienen que estar muy atentos ante la posible aparición de síntomas sospechosos de alergia en sus hijos.

¿Se manifiesta la alergia desde el nacimiento?

No. Un recién nacido no es alérgico porque no ha estado en contacto con ninguna sustancia extraña, solo tiene predisposición a ser alérgico. Después de un tiempo en contacto con alérgenos (leche de vaca y otros alimentos, ácaros del polvo, pólenes, epitelios de animales...) el niño se sensibiliza y aparecen los síntomas.

Una vez que se manifiesta la enfermedad alérgica, aparecerá siempre que el niño entre en contacto con la sustancia que la provoca.

¿Qué enfermedades nos hacen sospechar de la existencia de una alergia?

La dermatitis atópica, un eccema que aparece los primeros meses y produce picor intenso. Esta enfermedad afecta a los niños con predisposición alérgica, que suelen terminar desarrollando otras alergias: respiratorias, a los alimentos, a los medicamentos... Todo niño que sufre dermatitis atópica tiene riesgo de padecer otras alergias.

También pueden ser alérgicos los niños que reaccionan ante la picadura de un insecto con urticaria intensa e hinchazón exagerada.

¿Qué hacer en caso de duda?

Hay que tratar al niño como si fuera alérgico, impidiendo el contacto con la posible causa.

Además, se debe consultar con el médico, quien le enviará al alergólogo o al neumólogo. El especialista le realizará las pruebas de alergia, que consisten en pinchar distintos alérgenos en el antebrazo para observar la respuesta y confirmar si reacciona. Si las pruebas son positivas, el doctor informa a los padres sobre la enfermedad, indicando riesgos, peligros y precauciones.

Los padres deben comunicar al colegio el problema de su hijo, informar de todas las sustancias que le perjudican y explicar qué hacer si tiene una reacción.

¿El niño alérgico puede tener una reacción grave?

En la mayoría de los niños las manifestaciones alérgicas son de carácter leve, pero la alergia es imprevisible, puede dar un susto en cualquier momento.

Cualquiera que sea la sustancia que la produce, puede causar choque anafiláctico, que se manifiesta con mareos, visión borrosa, bajada de tensión, dificultad para respirar y pérdida de conciencia, síntomas que pueden llevar a un estado grave (parada cardiorespiratoria).

Aunque es poco frecuente, hay que saber que puede ocurrir y, si es así, cómo actuar.

jueves, 11 de abril de 2013

Niños: Aprender a andar mejor sin prisas

Muchos padres quieren que su niño empiece a andar lo antes posible. Sin embargo, debemos darle su tiempo para no interferir en su desarrollo. Intentar adelantar los primeros pasos, hacer al bebé precoz a la fuerza, es contraproducente.

Por norma general, el inicio de la marcha autónoma, suele ocurrir en torno a los 12-13 meses y se considera normal hasta los 15, o incluso hasta los 18. Pero, ¿cuándo saber que ha llegado el momento? ¿Podemos favorecer su madurez? ¿Cuáles son nuestros principales errores?

Si se pone de pie, ¿es ya la hora?

Ponerse de pie agarrado a un mueble es algo que hacen todos los bebés incluso antes de gatear. Es mero ejercicio. Les encanta: sienten el suelo bajo sus pies, notan su propio peso, se elevan… Lo hacen mil veces y no significa que el bebé empiece a andar, es parte de su ejercicio. Trabajan las piernas, los glúteos…

Los bebés deberían desplazarse en cada momento de la forma en que puedan hacerlo por sí mismos. Y no es un castigo, sino una oportunidad, un voto de confianza. En realidad, tampoco nos necesitan para andar. Los estudios realizados por la pediatra Emmi Pikler en Budapest reflejan que la supuesta ayuda que les ofrecemos resulta ser una traba y dificulta alcanzar la autonomía y la postura correcta.

El gateo, ¿una etapa trámite?

El gateo, normalmente la etapa anterior a andar, suele parecernos una etapa sucia (“¡todo el día en el suelo!”), peligrosa incluso, un mero trámite hacia la postura erecta. Por eso, a la mínima señal nos empeñamos en que ande, en lugar de volver al suelo. Pero no es en absoluto un trámite, sino una etapa muy beneficiosa. Y es que andando a cuatro patas se estimula la musculatura paravertebral (además de abdominales y lumbares), dos potentes haces de fibras a ambos lados de la columna que le ayudarán a mantenerse erguido. Gateando se fortalecen las piernas, cuyas rodillas y caderas sufren las consecuencias si el niño anda sin estar preparado. Además y, sobre todo, se conectan por primera vez de forma explícita los dos hemisferios cereblrales gracias al movimiento cruzado de brazos y pernas típico del gateo.

¿Con o sin zapatos?

Otro gran error es pensar que el bebé anda gracias a los zapatos. ¡O al refuerzo de los zapatos! Una gran suela puede sostenerlo de pie y, si le agarra el tobillo, pensamos, va más seguro. Pero no es así y hoy en día está totalmente desaconsejado. De hecho, se recomienda que el bebé empiece a andar descalzo o con calzado que se parezca a estar descalzo, es decir, que permita al pie en cada paso hacer todo el recorrido (desde el talón al dedo gordo), en lugar de tener que dar pasos en plancha. Si el bebé no es capaz de mantenerse de pie sin zapatos, sobre sus apoyos, entonces no está ni mucho menos preparado para sostenerse. El refuerzo del zapato es contraproducente en un pie inmaduro: si el zapato sujeta el tobillo, este se debilita, deja de hacer parte de su función y más tarde tendremos un tobillo débil, tendente a esguinces. Todo lo que hace el zapato deja de hacerlo el cuerpo.

Y si el niño quieres estar todo el tiempo de pie

Ocurrirá si en nuestra familia hay alguien siempre presto a cogerlo de la mano y acompañarlo. No ocurrirá si al bebé le queda claro que, para llegar allí, ha de hacerlo por sí mismo. De esta forma le ayudamos a construir una autoestima sana y le estamos dando un voto de confianza.

sábado, 6 de abril de 2013

Autoestima: cómo fomentarla en los niños

Autoestima es un concepto que, aunque tiene su origen en el campo de la psicología, ha pasado al lenguaje de la calle. Pero, ¿tenemos claro lo que significa?

Es el sentimiento del propio valor como persona, y nada tiene que ver con la soberbia, el egocentrismo o el orgullo desmedido, aunque haya personas que lo relacionen. Tiene mucho más que ver con la autoaceptación, es decir, con el reconocimiento de las propias habilidades y limitaciones, fallos y éxitos, sin sentimientos indebidos de vanidad o autorreproche de ningún tipo.

La autoestima es el núcleo de la salud mental

Tener una buena autoestima se considera un componente esencial de una personalidad sana y del bienestar personal.

Incluso se considera el núcleo de la salud mental, ya que una baja autoestima está presente en un gran número de enfermedades mentales y trastornos emocionales, y también en formas más leves y comunes de marginación, malestar y fracaso, por ejemplo.

La base se forma en la niñez

Es fundamental saber que los cimientos de la autoestima se forman durante la niñez, sobre todo en la relación que tienen los niños con sus padres, que son las personas emocionalmente más importantes para ellos. Tanto el autoritarismo como la permisividad excesivos dañan el desarrollo de una buena autoestima.

Un pequeño se querrá y se aceptará a sí mismo en la medida en que se sienta querido y aceptado por sus padres. Un amor sólido e incondicional, que se exprese en palabras y en actos, es la base de una buena autoestima.

Valorar y elogiar sus logros y progresos, aunque sean pequeños, y no centrarse solo en desaprobar y castigar sus comportamientos inadecuados. Aplicarles adjetivos positivos (guapo, listo...).

Ante un mal comportamiento, céntrate en el rechazo de la conducta y la necesidad de cambiarla en lugar de atacar personalmente o ridiculizar. Di “eso está mal”, nunca “eres malo”.

Marcar límites y normas claras que les guíen y muestren lo que pueden y no pueden hacer. Pero dentro de esos límites hay que respetar su libertad de acción.

martes, 2 de abril de 2013

Peleas de niños: ¿debemos intervenir?

Muchos padres nos planteamos si debemos intervenir en los conflictos de nuestros hijos de dos años con otros niños. La forma de actuar dependerá de la situación en que se encuentre el niño.

Nos surgen dudas como: ¿cuándo intervenimos y cuándo no? ¿cómo hacerlo? o ¿por qué no hacerlo? Te contamos cómo debes actuar cuando tu hijo se pelea con otros niños en las situaciones más habituales.

Quieren el mismo juguete

Juan está jugando tranquilamente en el parque con su cubo y su pala. De pronto, viene otro niño y le quita la pala. A Juan no le hace ni pizca de gracia e intenta arrebatársela.

¿Intervenimos? No

En principio, no. A esta edad las peleas no suelen ser graves y, con un poco de tiempo, los niños resuelven solos sus conflictos. Pero no siempre es así. Si la pelea por el mismo juguete llega a las manos y se convierte en una lucha sin cuartel, entonces no dudes en intervenir para separarles y protegerles. En la segunda parte de la intervención puedes adoptar un rol mediador, es decir, acompáñales en la búsqueda de un acuerdo que satisfaga a ambos. ¿Y si uno se queda con la pala y el otro con el cubo?

Pellizca a su hermano a escondidas

Y cuando lo descubres se te cae el alma a los pies. ¿Tu retoño hace eso tan terrible a su hermano? ¡A escondidas! Tú que pensabas que los celos eran cosa del pasado... ¿Haces como si no hubieras visto nada o le afeas su conducta?

¿Intervenimos? Sí

La oportunidad que te brinda ese pellizco es entender los temores y necesidades que llevan a tu hijo a relacionarse así con su hermano. No es grave ni tremendo, simplemente expresa algo que no termina de digerir. Sin reñirle, puedes informarle de lo que has visto y hablar de lo que le pasa. Tu intervención tiene el fin de proteger al pequeño y transmitirle seguridad.

Lo toca todo en el supermercado

Luis se divierte mucho en el súper. Se dedica a pasar sus manitas por el mayor número de superficies posible. Si son duras le basta con acariciarlas, algunas las coge y las echa al carro; sin son blandas, como el pan o los plátanos, disfruta apretando con los deditos. Su madre mira de reojo, no sabe si está bien o mal, pero si tuviera que ir regañándole todo el rato no terminaría nunca de hacer la compra.

¿Intervenimos? Sí

Aunque nunca regañándole. El niño toca todas esas cosas guiado por un saludable impulso de aprendizaje, que en este caso choca con el respeto a la propiedad de otro. Reconociendo su deseo de aprender, puedes explicarle que a los dueños de la tienda no les gusta que se toquen todas sus cosas, y a continuación ofrecerle una alternativa para cubrir su necesidad: dale a explorar los productos que vas metiendo en el carro y proponle que coja algunos él mismo. Así, aceptas su necesidad de manipulación y aprendizaje y a la vez le enseñas que hay normas relacionadas con respetar las cosas de otros.

No comparte sus cosas

Y no hay manera. Silvia se rodea de sus muñecas y cuando tus amigos llegan con su hija a pasar la tarde, no hay forma de que Silvia le deje nada. Cuanto más insistes, peor se pone la cosa...

¿Intervenimos? No

Es importante reconocer su derecho a no compartir. Son sus cosas, no las tuyas, y debes respetar a la niña. Esto no tiene nada que ver con el egoísmo, es un simple acto de reafirmación. Si su amiguita quiere jugar, deja que se entiendan, pero no la obligues a compartir. Si es una conducta que se repite siempre, puedes hablarle de lo bien que se lo pasa uno compartiendo y darle ejemplo. Si lo que no quiere compartir es un bien común entonces sí debes intervenir. Explícale que es de todos, muéstrale que otros niños también quieren disfrutar y negocia una forma de compartir el columpio.

Tiene una rabieta

Carmen no sabe dónde meterse cuando Laura se tira al suelo gritando en mitad de la calle. "Si no ha pasado nada", se dice Carmen. Lo ha intentado todo, desde razonar con la pequeña hasta darle un par de buenos gritos, pero nada funciona. A veces la deja berrear hasta que se cansa. Pero, ¡puede tardar tanto tiempo en cansarse...

¿Intervenimos? No

Intervenir no es necesario, pero sí acompañar. O, mejor, intervenir acompañando. Aunque no entiendas sus razones, los berrinches son una expresión de rabia que no debes bloquear. Hay que acompañar al niño para que no se haga daño y abrazarle cuando te lo permita, apoyándole para dejar atrás ese estado de ánimo.

Le pegan en la guardería

Un día Daniel se despertó de mal humor. También al siguiente y al siguiente. "Cole, no", se convirtió en la consigna matutina. Su madre preguntó a la profe si Daniel tenía algún problema. Esta le contó que un compañero la había tomado un poco con él, pero que eran "cosas de niños" y no debía preocuparse. La resistencia de Daniel para ir a la guardería crecía y su madre no sabía qué hacer.

¿Intervenimos? Sí

Nuestro hijo lo está pasando mal, aunque aparentemente no tenga importancia, y debemos darle herramientas para evitarlo. Habla con la profesora y con él. Es importante que exprese lo que le pasa, ya que sentirá alivio y apoyo. Puedes preguntarle directamente y compartir alguna anécdota relacionada con el tema. También debes enseñarle a protegerse. No está de más hablarlo con la profesora. Si está ocurriendo algo que altera significativamente a nuestro hijo, es bueno que su "seño" lo sepa, es posible que le falte información.

Pega en la guardería

Ricardo es el niño que pega a Daniel, su compañero de la escuela infantil, un día sí y otro también. Su madre recibe avergonzada las quejas de la profesora, pero no sabe qué hacer. Cuando le pregunta a Ricardo si pega, él siempre dice que no.

¿Intervenimos? Sí

La excesiva agresividad te informa de que algo no va bien. Una cosa es que de vez en cuando se le suelte la mano y otra muy diferente que pegue sistemáticamente. Es importante localizar su problema y, en paralelo, enseñarle a expresar su rabia o desacuerdo de otra forma. ¿Cómo intervenir? El objetivo de tu participación no es inhibir la conducta agresiva, sino saber qué le ocurre al niño que le hace manifestarse de forma tan violenta. Además, es importante enseñarle una forma diferente de expresar su agresividad. Aunque solamente tenga dos años, puedes explicarle las consecuencias de sus acciones. Si necesitas apoyo para descubrir lo que altera al niño, siempre puedes acudir a un profesional que te ayude a localizar su problema y solucionarlo.

Nunca le digas a tu hijo que "si haces eso, papá no te va a querer"‏

Hace unos días os traje una entrada en la que explicaba a los futuros padres que en el momento en que tuvieran a su hijo, y a medida que fuera creciendo, se iban a dar cuenta de que el amor que procede de los niños, el cariño que nos brindan, es el más puro, sincero y desinteresado que existe.

Lo hacen así porque son niños, pero los niños crecen, razonan y sienten, y de igual manera que aman, son capaces de sentir el amor de los demás, pero también el desamor. La mayoría de padres les queremos con locura, haríamos lo que fuera por ellos, pero muchos metemos la pata al mezclar churras con merinas, o dicho en cristiano, el amor con los actos, y caemos en la trampa de hacer un chantaje emocional que duele más de lo que creemos. Es el chantaje que les hacemos cuando les decimos “si (no) haces eso, papá no te va a querer”, algo que no deberíamos decirles nunca, jamás.

El amor no tiene que ver con el comportamiento

Ellos nos dan su cariño y su amor sin reservas. Quieren estar con nosotros a todas horas y quieren compartir sus vidas con nosotros. Si no fuera así, no llorarían al vernos salir de casa ni nos dirían esas frases que tan tristes nos ponen “pero, ¿por qué tienes que ir hoy a trabajar?”, a las que añaden “pues yo voy contigo al trabajo”. Nuestra obligación y responsabilidad es demostrarles también nuestro amor, quererles de igual modo, sin reservas y, sobretodo, sin que nuestro amor tenga nada que ver con su comportamiento.

No sé si alguna vez lo habéis dicho, pero seguro que más de una vez lo habéis oído. Un niño hace algo, o deja de hacerlo, y su padre, para tratar de conseguir el objetivo, que es que le haga caso, le dice que si hace algo, o si no lo hace, “papá no te va a querer”, mezclando el amor con los actos de los hijos.

¿Amor de quita y pon?

El amor no debe ofrecerse como recompensa (“te quiero mucho, porque has hecho lo que te he pedido”) ni debe restringirse a modo de amenaza, como en la frase mencionada. No debe hacerse así porque el amor y el cariño debe estar por encima de todas las cosas. Nuestros hijos deben saber que esto es inamovible, que les queremos y les querremos hagan lo que hagan. De hecho, es muy importante que lo sepan cuando todo va bien, y es muy importante que lo sepan cuando tenemos que actuar y hablar con ellos, cuando han hecho algo mal y les tenemos que corregir, cuando queremos que modifiquen algún comportamiento.

No quiero decir con esto que tengamos que decirles que les queremos y luego lo que nos molesta: “te quiero mucho, pero me gustaría que dejaras de hacer esto, porque si lo haces…”, sino simplemente no decir nada relacionado con el cariño o el amor en esos momentos. Al no decir nada no lo estamos tocando, ni para bien, ni para mal, no lo estamos mezclando con sus actos, ni con las consecuencias, ni con que todo acabe bien, mal o peor.

Si empezamos a mezclar amor con peticiones, si amenazamos con retirarlo o con darlo si hacen lo que queremos que hagan estaremos creando el amor de quita y pon, que no es más que un falso amor que se mueve por el interés y que no nace del corazón, sino de nuestra cabeza, de conseguir lo que queremos o de no conseguirlo. De igual modo que nosotros jugamos a amarles a intervalos, ellos también pueden acabar por utilizar el amor de quita y pon, ese en el que nos querrán si les complacemos, y no lo harán cuando no lo hagamos.

El amor debe ser intocable e imborrable

Es obvio que habrá muchos momentos en los que no sintonicemos con nuestros hijos, en los que ellos tiren para un lado y nosotros para el otro. Sucede a menudo, sucede entre los adultos, sucede entre los niños y sucede entre padres e hijos. Unas veces la discusión será un diálogo y otras veces uno de los dos perderá la paciencia y el diálogo acabará con uno de los dos queriendo zanjar el asunto con voces más altas. Es ley de vida, es aprendizaje, es negociar, es romper con todo para otro día quizás retomarlo y llegar a un acuerdo. Así se crece, así se negocia, así se enriquecen las dos partes, porque unas veces ceden unos y otras veces ceden otros.

Todo esto sucede y en todo ello no tiene que ponerse el amor en duda, nunca. Y digo nunca porque en más de una ocasión tendremos que decir “No” a nuestros hijos, y lo último que debe entender es que al decirles no les estamos dejando de querer. De igual modo, ellos no tienen que aprender que su cariño hacia nosotros puede ser frágil, como el que les hacemos entender que es el nuetro. No deben aprender a amar de manera condicional, porque entonces su amor ya no será puro, sino ese falso amor o cariño que mueve a tantos adultos que en sus relaciones personales sólo buscan el beneficio propio.

Su autoestima en peligro

La autoestima es la imagen que uno tiene de sí mismo, que tiene mucho que ver, pero mucho, con la imagen que los demás tienen de uno, o mejor dicho, tiene mucho que ver con cómo cree una persona que los demás le ven o cuán importante es para ellos.

No es lo mismo para un niño ser querido por sus padres y saberse querido, que ser querido y creer que ese amor pende de un hilo muy fino que cualquier día puede romperse. Esto resta confianza en uno mismo y hace vivir con miedo y con poca seguridad, porque como sabéis, los niños no siempre toman las mejores decisiones y en ocasiones meten la pata hasta el fondo, pero no siempre lo hacen con maldad.

Cuántos niños pensábamos de pequeño “no es justo” cuando nos castigaban por algo que habíamos hecho sin querer, o que habíamos hecho sin saber que estaba mal. De hecho, a veces nos castigaban por cosas que un día estaban bien, o no pasaba nada por hacerlas, y otro día, porque el criterio del adulto había cambiado, estaban mal. Actuaciones así nos desorientaban muchísimo. Pues imaginad qué hubiera sucedido si el querernos o dejarnos de querer hubiera ido entremezclado en ello.

jueves, 28 de marzo de 2013

Los hermanos más solicitados por los niños

Cuando nuestro hijo piensa en un hermano, imagina a alguien que cubra una necesidad muy concreta. Con un hermano siempre hay alguien en casa para jugar y divertirse.

Además, las relaciones fraternas ofrecen a los pequeños la oportunidad de experimentar y aprender. Pero, ¿qué tipos de hermanos quieren nuestros hijos? Según las necesidades de los pequeños estos son algunos tipos de hermanos que demandan.

El hermanito para jugar

Lo más común, sobre todo entre los hijos únicos, es querer un hermanito para jugar. Se lo imaginan de su mismo sexo, estatura y gustos, alguien con quien compartir su día a día y sus juegos; un igual con quien establecer una relación muy diferente a la que tienen con papá y mamá. No hay que ser hijo único para desear un hermano, casi todos los pequeños de cada familia desean tener un hermano menor para jugar, sobre todo si existe distancia con los hermanos mayores.

Un hermano mayor

Como el mundo de los deseos no tiene límites, también son muchos los que quieren tener un hermano mayor. Esta petición, casi exclusiva de los abrumados hermanos mayores, manifiesta que en parte se sienten solos en su posición y necesitan comprensión, apoyo o a alguien que los defienda. Es un deseo más propio de las niñas que de los niños.

El hermano que complete el grupo

Clara y María no cejan en su esfuerzo. Creen que el bombardeo continuo y sin tregua tendrá sus frutos. Tienen 10 y 7 años, y quieren una hermana pequeña. Sienten que les falta alguien porque en casa de la vecina son tres, en casa de su amiga Laura también, y además saben que, cuantos más hermanos sean, mucho mejor. Por otra parte son niñas, les gustan los bebés y ¡quieren uno en casa! Tienen una imagen idílica de lo que supone cuidar del bebé, muy diferente a la que tiene su madre.

El hermano contra la oscuridad y el miedo

Muchos niños quieren un hermano para no dormir solos en esa habitación en la que se alargan las esquinas de noche. En cuanto se dan cuenta de las ventajas nocturnas, el hermano se convertirá inconscientemente en la compañía ideal para afrontar juntos las sombras y sonidos nocturnos. Y también los diurnos.

Diferentes tipos de epilepsia infantil


Éstas podemos dividirlas según según si la crisis se origina en una zona determinada del cerebro o bien dichas descargas afectan a la vez a varias partes del cerebro. También podemos diferenciar entre aquellas crisis que se originan sin existir evidencia de alteración en el sistema nervioso o en las que sí existe.

Según esto que hemos visto, podemos hablar de crisis parciales o focales cuando la crisis epiléptica tiene su comienzo en un área limitada del cerebro, pudiendo acompañarse de síntomas de tipo motor, sensoriales o psíquicos. Este tipo de crisis son las más frecuentes, y podemos dividirlas, a su vez, en:

Simples: son aquellas que ocurren sin ningún tipo de pérdida de la conciencia, pero si con alteraciones motoras o sensoriales, pudiendo ir acompañadas de sensaciones fóticas (relacionadas con la luz), gustativas, de calor o de hormigueo o adormecimiento.

Complejas: al contrario que las anteriores, y como consecuencia de una afectación de estructuras cerebrales más complejas, en este tipo de crisis sí existe pérdida de conciencia, acompañada o no de sensaciones de miedo, problemas de memoria o cognitivos, alucinaciones o movimientos involuntarios de diferentes partes del cuerpo.

Por otro lado nos encontramos con las crisis generalizadas, las cuales constituyen descargar que afectan a la vez a más de una zona concreta del cerebro, produciendo pérdida de la conciencia que en muchas ocasiones cursa junto a reacciones motoras anormales.

Pueden ser primarias, que es cuando las crisis epilépticas se presentan de forma simultánea por todo el cerebro, o secundarias que, por el contrario, es cuando la descarga se origina en una parte determinada del cerebro y posteriormente se va extendiendo al resto del cerebro.

Así mismo, pueden presentar o no trastornos motores mientras duran las crisis. En el caso de que se manifiesten estas descargas motoras podemos encontranos con diferentes tipos de alteraciones motoras, como por ejemplo las mioclonías masivas bilaterales, que consisten en sacudidas involuntarias de las extremidades de duración breve y que ocasionean movimientos violentos en el pequeño.

También pueden darse crisis clónicas, en las que el niño pierde la conciencia y se producen contracciones musculares que se repiten de forma rítmica, o crisis tónicas, donde existen contracciones tensas sostenidas en los músculos sin que se muevan.

Finalmente, dentro de las crisis convulsivas, también pueden darse las llamadas crisis tónico-clónicas, las cuales se conocen también con el nombre de “crisis de gran mal”. La duración de estas crisis oscila entre los 5 y 10 minutos, existiendo una pérdida total de la conciencia.

Se divide en dos fases, siendo la primera la fase tónica, la cual en alguna ocasión se da después de un dolor intenso en el abdomen y sensaciones de mareo. Se da una contracción intensa de todos los músculos del cuerpo, acompañada de una desviación de la mirada (al dar la crisis, los pequeños tienden a mirar hacia arriba), elevación de los brazos y espamos en la largine, lo que hace que se emitan diferentes gritos agudos e intensos (llamado “grito epiléptico”).

Después de esto llega la llamada fase clónica, durante la cual se producen varios movimientos convulsivos repetidos en brazos y piernas, así como incapacidad para controlar el pis. Después de esta fase, llega un breve periodo comatoso seguido de una fase de sueño tras la cual el niño se encuentra desorientado y confuso, con dolor de cabeza, muscular y dificultad para recordar lo ocurrido.

En el caso de que la crisis no curse con ningún tipo de descarga motora, podríamos encontrarnos crisis atónicas en las que se llevaría a cabo una pérdida de la conciencia y disminución del tono muscular, lo que ocasiona que el pequeño se desplome pudiendo producirle daños importantes debidos al impacto. Por otro lado, las crisis acinéticas tienen, igualmente, una pérdida del movimiento y hacen que el niño caiga al suelo, aunque no existe afectación del tono muscular.

Las ausencias, llamadas hasta hace poco “crisis de pequeño mal”, son muy características de la infancia y suelen desaparecer antes de los 15 años aproximadamente. Durante las ausencias disminuye la conciencia (pudiendo llegar incluso a suspenderse) durante unos 2-15 segundos.

Nos damos cuenta de que el niño está teniendo una ausencia porque deja de hacer lo que estaba haciendo, permanece quieto durante ese tiempo, y al concluir la crisis se encuentra desorientado. Pueden darse alteraciones como palidez de la piel, incapacidad para controlar el pis o la saliva.

Como podéis ver, al hablar de epilepsia no hablamos siempre de lo mismo, sino que existen diferentes tipos de epilepsia infantil que hacen que debamos tenerlo en cuenta a la hora de llevar a cabo el tratamiento más adecuado para cada caso.

sábado, 23 de marzo de 2013

Claves para entender a un niño de dos años

¡No hay quienes les comprenda! Quieren algo y luego lo desprecian, no contestan a preguntas simples, hacen lo contrario a lo que les decimos… No nos están desafiando. Simplemente, su razonamiento es diferente al de un adulto.

La forma de entender el mundo de un niño de dos años no tiene nada que ver con la de los mayores. A esta edad, los niños no tienen capacidad para ponerse en el lugar del otro, ni para calibrar bien las consecuencias de sus actos.

No muestra gratitud

No había forma de hacer entender a Alberto que el correpasillos de su primo no era suyo y cada visita a casa de los tíos se convertía en un drama. Sus padres le regalaron uno igual el día de su Santo como sorpresa. Pero cuando lo recibió no se inmutó. ¿Había perdido el interés?

¿Qué le pasa?

No es que Alberto esté descontento, es que está desconcertado por el nuevo sentimiento que empieza a conocer, ya sea agradecimiento o una alegría inmensa. A los dos años todavía no tienen la capacidad de ponerse en el lugar del otro, por lo que, por mucho esfuerzo que hayan puesto sus padres en encontrar un correpasillos idéntico al de su primo, no entiende que debe mostrarse agradecido.

Qué hacer

Nada, salvo esperar a que crezca para poder ver su alegría al lograr las cosas que desea muchísimo.

Desconoce qué es el castigo

Hoy toca estar revoltoso, y mamá y papá se están hartando. Para que Salvador cambie de actitud, le dicen: "¿Quieres quedarte sin ver Peppa Pig esta tarde?". Responde tranquilamente: "Sí". Llega la hora de los dibujos y mamá apaga la tele. Entonces, empieza a llorar desconsoladamente y pregunta por qué lo han hecho.

¿Qué le pasa?

No es que no distinga entre respuestas afirmativas y negativas, simplemente no calibra bien la dimensión del castigo y tampoco conoce sus consecuencias.

Qué hacer

Para evitar que luego se eche atrás, hay que hacer las cosas de inmediato. Así le será mucho más fácil entender la relación entre causa y consecuencia.

Solo contesta a preguntas concretas

Puede tirarse toda una tarde hablando, pero cuando mamá o papá le preguntan qué tal en la guardería, qué ha hecho esta tarde o cómo ha pasado el fin de semana con los abuelos, obtienen la callada por respuesta.

¿Qué le pasa?

Esta reacción bastante habitual en niños de dos años. Son preguntas con una respuesta muy poco concreta y le cuesta resumir todo lo que ha hecho o piensa. Al no saber por dónde empezar o qué priorizar, opta por callarse.

Qué hacer

Preguntas concretas del tipo: "¿Qué es lo que más te ha gustado del fin de semana?" o "¿Habéis jugado con los muñecos de los primos?" son mucho más fáciles de responder.


Un “¿qué?” por respuesta

A pesar de que la virtud de todo padre que se precie es mantener la calma, a veces resulta difícil no llegar a la desesperación. Porque, vamos a ver, ¿quién es el santo que no salta cuando su hijo, sí o sí, responde por decimoquinta vez con un "¿qué?" a cualquier pregunta que se le formule?

¿Qué le pasa?

No es que esté intentando que papá y mamá rebasen el límite, simplemente pide tiempo muerto. Muchas veces está distraído cuando le preguntan, por lo que su atención no se fija al 100% en la persona que le está hablando. Por eso, ese continuo "¿qué?" es una forma de ganar tiempo para procesar lo que le han preguntado.

Qué hacer

La única opción es llamar su atención antes de preguntarle algo y, al hacerlo, hablarle despacio. Así el niño no tendrá necesidad de pedir ese tiempo muerto.

Le gusta transgredir los límites

A Jordi le encanta hacer guarraditas con la comida. Por eso, sus padres le han preguntado antes de darle la papilla si iba a jugar con ella. Su respuesta ha sido un "no" tajante. Acto seguido, ha metido la mano en el plato, se la ha restregado por la cara y ha escupido. ¿Les desafía?

¿Qué le pasa?

No, más bien está tanteando, le gusta trasgredir límites. Necesita probar dónde está la línea, es una especie de juego. Es su manera de sentirse reforzado y valorado.

Qué hacer

No queda más remedio que ignorar su mal comportamiento y prestarle atención cuando obedezca.


Busca nuestra atención

Cuando pide algo insistentemente y finalmente se lo damos, lo rechaza. Así que, cuando lo vuelve a pedir, lo más habitual es pensar que nuestro hijo tiene ganas de jugar con nosotros.

¿Qué le pasa?

Este comportamiento solo es una forma de intentar llamar la atención. Por eso, como lo que en realidad buscan es que estemos pendientes de ellos, no hace falta darles lo que nos piden.

Qué hacer

Cuando les prestemos la atención que buscan, hablando, escuchando o jugando con ellos, se olvidarán de lo que estaban reclamando porque, en realidad, ya lo tienen: que les tengamos presentes.


Quiere lo mismo una y otra vez

Nicolás solo quiere ver la película de Los Aristogatos. Y, además, pide que le repitan una y otra vez la misma escena. ¿Está obsesionado?¿La querrá ver hasta que se haga mayor?

¿Qué le pasa?

Puede que haya visto cientos de veces la misma peli, puede que se la sepa de memoria y que pensemos que hasta que cumpla los quince no se va a hartar de ella. Esa actitud es de lo más normal. Simplemente, la película cubre sus necesidades, conecta con su psicología, le hace reír y, claro está, eso le hace sentir bien.

Qué hacer

Nada. De repente, de un día para otro (y ese día no está lejos) dejará a los Aristogatos apartados en un rincón y no volverá a acordarse de ellos nunca más. Entonces... se aprenderá de memoria la siguiente película. No hay nada de malo en ello.

Y es tímido… cuando quiere

Entre las faldas de mamá se sienten protegidos ante la perturbadora presencia de ese desconocido (que, además, probablemente querrá alzarlo, besarlo, zarandearlo... ).

¿Qué le pasa?

A los dos años, los niños empiezan a sentir timidez, un sensación que muchos no habían experimentado. Suele ocurrir en críos que por carácter son tímidos o que, aun sin serlo, no se han expuesto todavía a muchos "saraos" sociales. Además, algunos ya han experimentado lo que suele pasar cuando mamá se encuentra con una amiga: que le empieza a hacer monerías y no le deja en paz. Ni a él ni a su madre, que se pasa horas y horas (según su particular forma de apreciar el tiempo) hablando con esa desconocida.

Qué hacer

Para que no se sienta incómodo ante una persona que no conoce, tenemos que empezar por respetarle y no forzarle a mostrar conductas que no desea. Es posible que en unos minutos se le pase. Habrá que ofrecerle situaciones en las que pueda interactuar con otros niños y con sus padres.

martes, 19 de marzo de 2013

El niño tiene tos, ¿cuándo ir al pediatra?

Con niños pequeños, no hay invierno que no pasemos por unos cuantos resfriados en casa. Y si con nuestros bebés la preocupación aumenta considerablemente, conforme van creciendo nos acostumbramos a diferenciar los tipos de tos y a “mantener la calma” ante este proceso.

Hay bastantes dudas sobre si determinados fármacos son eficaces para tratar la tos, y además conocemos que la tos en los niños es un reflejo de protección: constituye una respuesta beneficiosa del cuerpo cuando hay una obstrucción o una infección que afecta al sistema respiratorio, desde la nariz hasta los pulmones.

Todo ello puede hacer que dejemos pasar la tos, o como mucho acudamos a remedios para que la garganta no sufra, y lo normal es que la tos remita con el paso del tiempo y acabe quitándose. Recordemos que en niños mayores de un año, la miel puede resultar beneficiosa en el caso de la tos seca del inicio de los catarros, pero no debe mojarse en ella el chupete, ni olvidar el lavado de dientes.

No obstante, hay ocasiones en las que sí deberíamos preocuparnos. Si el niño tiene tos, ¿cuándo hay que ir al pediatra?

- Si la tos viene acompañada de dificultad para respirar, fatiga…
- Si al coger aire al respirar notamos un sonido agudo y anormal producido por el flujo de aire (estridor inspiratorio), especialmente si se produce fatiga o si estamos hablando de un bebé. Esta afección, que se caracteriza por una tos fuerte y repetitiva, puede ser síntoma de una obstrucción.
- Cuando existe sospecha de que el niño ha aspirado un cuerpo extraño, ya que en este caso también se produce tos seca y a modo de ataques de tos. Os recordamos en este punto los consejos sobre cómo actuar si se atraganta un niño o un bebé.
- Si la tos es persistente (más de tres semanas). Habitualmente la tos blanda o productiva (que expulsa flemas) es de corta duración y se asocia a los catarros “normales” de los niños pequeños, una tos que contribuye a la curación. Pero si se alarga en el tiempo, hay que llevar al niño al pediatra.
- Cuando la tos se acompaña de fiebre prolongada.
- Si la tos en accesos con cambios de color en los labios o cara del niño (azulados o violáceos).

Por último, también nuestro sentido común tiene mucho que decir en los casos de tos de los niños, pues muchas veces la gravedad salta a la vista y no es necesario disponer de un listado de evidencias de peligro.

En definitiva, aunque la tos es un síntoma de los más frecuentes en los niños y no suele ser dañino, como la producen muchas patologías diferentes si nos encontramos con alguno de los casos de tos anteriores hay que visitar al pediatra para que haga un diagnóstico correcto y en su caso localizar y tratar un posible riesgo.

viernes, 15 de marzo de 2013

7 trucos para que los niños aprendan a comer sano

¿Por qué, si nuestro país se caracteriza por la saludable dieta mediterránea, hay muchos niños que no comen correctamente? En los últimos años los hábitos de alimentación han cambiado y hemos pasado de llevar una dieta sana a empezar a tomar algunos alimentos que no lo son tanto.

1. Comer de forma saludable

Es fundamental que aprendan el hábito de comer de forma saludable entre los cinco, seis y siete años. A partir de los diez será muy difícil conseguir que cambien sus costumbres a la hora de elegir sus alimentos y decidir lo que les gusta o no les gusta.

2. Variedad y equilibrio

Habrá que intentar que tomen verdura preparada de formas muy diferentes, para que vayan descubriendo distintos sabores asociados a la comida sana. El mismo plato de acelgas cada dos días provocará que «cojan manía» a toda la verdura. La podemos cocinar con bechamel, queso o puré de patata para que les vaya gustando. Lo mismo ocurre con la fruta: el típico plátano para merendar o almorzar en el colegio les puede llegar a aburrir.

3. Cuidado: lo imitan todo

Muchas veces los niños imitan a sus padres a la hora de comer: «Como a mi padre no le gusta la fruta, a mi tampoco. Mi madre no me va a reñir porque él tampoco se la come». Tenemos que tratar de evitar que asocien nuestros gustos con los suyos. En la mesa, lo ven y lo escuchan todo.

4. Cocinar y congelar

A veces, preparar verdura o guisos más sanos nos quita mucho tiempo y es más trabajoso. Lo más práctico es cocer verdura o cocinar legumbres en grandes cantidades para congelar y darle después al niño su ración cuando le toque. Siempre son mejores los alimentos sanos, aunque estén congelados, que recurrir a la comida rápida y a las patatas fritas.

5. Crear hábitos de alimentación

Si no les gusta la comida que hay ese día (alcachofas), le decimos que coma menos que los demás. Verá que al resto de la familia sí le gustan y que es «normal y habitual» comer alcachofas. A lo mejor dentro de un tiempo le terminan gustando o se las terminará comiendo ¡porque tiene más hambre! Lo cierto es que lo asimilará como un hábito familiar.

6. ¡Esto no me gusta!

Cuando algo no les gusta, hay que respetarlo. Pero no es lo mismo que no le gusten las acelgas que la verdura en general. En ese caso, la comida se convierte en un capricho y eso no es bueno. Debe acostumbrarse a que en su casa se come «lo que hay» y que no siempre se puede elegir. Los caprichos son para situaciones especiales.

7. Alternativas bajas en calorías

Si llega a casa del cole y va directo a la nevera a buscar el batido de chocolate (envasado) que tanto le gusta... le podemos decir que ese día no hay. Y en su lugar le ofrecemos chocolate negro en tableta, pepinillos o cebolletas en vinagre o cualquier otro alimento «premio», pero que no siempre sea alto en calorías.

La lectura convierte el sueño en vida y la vida en sueño... también para un niño

Qué hay más apasionante que viajar dejando volar la imaginación a través de los libros. Aprender, soñar, divertirse, llorar, pensar… Son tantas cosas las que nos pueden dar las letras, que cualquier bebé debería venir con un libro bajo el brazo.

Hoy quiero rescatar un fragmento del discurso de Vargas Llosa con motivo de la entrega del Premio Nobel de Literatura en 2010. Un texto que ya había leído en su momento, pero que ahora recuerdo porque, tal vez, hoy necesito un poco más de literatura en mi vida y creo más firmemente que los libros deberían formar parte del crecimiento de cualquier niño.

Las palabras del escritor dan cuenta de la importancia de la lectura en su vida. Y en esos recuerdos de infancia, ¿quiénes aparecen vinculados a los libros? El colegio, los profesores, los padres, la familia.

Ojalá muchas otras personas supiéramos expresarnos tan bien como él, porque estoy segura de que ese mismo sentimiento de agradecer a padres o maestros el amar los libros es muy compartido.

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores.

Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero (…)

No muchos de nuestros hijos serán escritores llevando su pasión por la lectura a este modo de vida. Pero sin duda muchos amarán la magia de las palabras, de los dibujos, las sorpresas en cada página, el placer de dormirse con un libro en sus oídos, imaginando esos mundos de ensueño que les visitarán durante la noche…

Antes de que ellos aprendan a hacerlo solos, leerles cuentos a nuestros hijos nos hace cómplices, es una fuente de riqueza y de placer inmensos. Por eso espero esta noche, a pesar del cansancio, encontrar ese hueco para un cuento.

viernes, 1 de marzo de 2013

Desórdenes del sueño en los niños, ¿cuándo hay que preocuparse?

Dormir es una función necesaria para la salud de cualquier persona, por eso se pueden identificar ciertos desórdenes que provocan que el sueño no se desarrolle con normalidad y puedan afectar a su calidad y a la salud del niño.

No obstante, no se deben considerar desórdenes los despertares nocturnos de bebés y niños, que no solo son normales sino también saludables. Hablamos de otros trastornos que pueden ser más preocupantes, aunque afortunadamente temporales en su mayoría, como las pesadillas o los terrores nocturnos… Otros, como la apnea del sueño o la narcolepsia requieren una atención médica.

Pesadillas infantiles

las pesadillas en los niños son muy frecuentes y son la manifestación inconsciente durante el sueño de sentimientos de inseguridad, ansiedades, miedos o preocupaciones. El niño se suele despertar sobresaltado y recuerda el sueño.

Las pesadillas suelen ocurrir más frecuentemente durante períodos de transición, estrés o cambios de rutina del niño. Tienden a desaparecer espontáneamente, pero algunas cosas que podemos hacer para intentar que no se repitan las pesadillas es estimular al niño a hablar sobre lo acontecido durante la pesadilla, mostrarle imágenes agradables antes de que se duerma (un cuento…), y evitar la televisión u otros juegos antes de acostarse a dormir.

Terrores nocturnos

los terrores nocturnos son más frecuentes entre los tres y los ocho años de edad. El niño está intranquilo, solloza, gime, se le acelera la respiración e incluso en ocasiones se incorpora o se levanta de la cama y corre.

A diferencia de las pesadillas, los terrores nocturnos no provocan que el niño se despierte, y aunque parezca despierto (con los ojos abiertos), en realidad solo se trata de un despertar parcial: está dormido mientras ocurren y no suele recordar lo ocurrido al día siguiente. Los terrores nocturnos son más frecuente en niños cansados, estresados, enfermos… y para intentar prevenirlos podemos hacer lo mismo que en el caso de las pesadillas.

Sonambulismo en los niños

el sonambulismo ocurre con más frecuencia a la misma edad que los terrores nocturnos, entre los tres y los ocho años. El niño está entre dormido y despierto y por lo general no recuerda lo ocurrido al día siguiente, aunque, a diferencia de los terrores, no son episodios que les provoquen ansiedad o llanto. Dormir lo suficiente es importante para reducir la frecuencia de los episodios de sonambulismo.

Apnea del sueño

La apnea del sueño afecta tanto a adultos como a niños, hasta un 5% de la población infantil española padece esta enfermedad cuyas características principales son las breves interrupciones de la respiración que se sufren durante el sueño. Se produce con más frecuencia en los niños que comprenden edades entre los dos años de edad y los seis.

Los niños con apnea habitualmente roncan, su sueño es inquieto y pueden manifestar somnolencia durante el día. La causa principal es el aumento del tamaño de las amígdalas. Existen varias formas de tratar la apnea: hay que consultar al especialista para confirmar el diagnóstico y recibir tratamiento.

Narcolepsia infantil

La narcolepsia es un trastorno del sueño que causa somnolencia excesiva y ataques de sueño frecuentes durante el día: el niño se duerme de repente, en cualquier situación, por espacio de unos segundos o minutos, y vuelve a despertar. Por lo general empieza durante la pubertad, aunque puede comenzar antes. Los síntomas narcolépticos a menudo son más graves cuando el trastorno se desarrolla temprano en la vida en lugar de la edad adulta.

Aunque se desconocen las causas exactas, los expertos han comenzado a reconocer que la narcolepsia a veces contribuye a ciertos problemas infantiles de conducta, como el trastorno de hiperactividad y déficit de la atención y deben ser abordados cuanto antes. Si no se diagnostica o se trata, la narcolepsia puede presentar problemas especiales en niños y adolescentes, interfiriendo con su desarrollo psicológico, social y cognitivo.

Como vemos, estamos hablando de trastornos de muy diversa índole, y algunos conllevan riesgos físicos para los niños: los terrores nocturnos y el sonambulismo porque pueden dañarse mientras caminan o hacen alguna actividad semidormidos; y la narcolepsia por el peligro de “caer dormido” en cualquier situación.

Por eso hemos de procurar un entorno seguro en los dos primeros casos (habitaciones y pasillos despejados, determinadas puertas cerradas, protección de escaleras…) y una vigilancia continua en el caso de la narcolepsia, que ha de ser tratada por un especialista.

Hay investigaciones médicas que revelan que un porcentaje elevado de niños sufren algún desorden del sueño, aunque por fortuna la mayoría no son graves y son transitorios. Siempre que tengamos sospecha de alguno de estos trastornos, o notemos que el niño no está descansado durante el día y padece de somnolencia, conviene consultar al pediatra.

lunes, 25 de febrero de 2013

Malos hábitos: Comer viendo la tele

Los niños que comen en familia se alimentan mejor que los que comen solos. Además, cenar frente al televisor anula la conversación e impide prestar atención a lo que se come.

Alimentarse es mucho más que aplacar el hambre. Es disfrutar de los alimentos con todos los sentidos, saborearlos, percibir su aroma y deleitarse con su presentación.

Lo ideal es comer en familia. Algunos estudios demuestran que los niños que comen junto con sus padres se alimentan mejor que los que comen solos. Toman más frutas y verduras, ingieren más cantidad de vitaminas y minerales, consumen más fibra, poseen mayores habilidades de expresión, establecen relaciones más saludables con los otros y se sienten mejor integrados en su familia.

Comer viendo la tele

Pero todos esos beneficios desaparecen cuando el grupo familiar mira la televisión durante la comida. ¿Por qué?

Cuando los comensales están pendientes de la tele no le prestan atención a lo que comen. No aprecian el sabor de los alimentos ni sus cualidades y además pierden el control sobre la cantidad que están comiendo. En este sentido, el hábito de comer viendo la televisión puede favorecer la obesidad.

Las familias que comen viendo la televisión toman menos frutas y verduras, alimentos que proporcionan fibra, vitaminas y minerales y tienen un efecto protector contra enfermedades cardiovasculares y distintos tipos de cáncer.

La relación entre los comensales se reduce, la familia habla menos y si lo hace, la conversación se centra en el programa que está viendo.

En horario infantil la televisión concentra la emisión de anuncios de alimentos, que pueden influir en los hábitos de consumo del niño. La mayoría de anuncios son de golosinas, chocolates, bollería, refrescos, etc.; estos productos tienen un elevado contenido en grasas, azúcar y calorías, y no se deben consumir a diario, sino una vez por semana.

En resumen: la familia debe apagar la tele mientras come, porque es importante que el niño establezca una buena relación con la comida desde el principio. Por eso la televisión tampoco se debe utilizar como premio si el pequeño come.

Gérmenes y más gérmenes: ¿dónde está el mayor peligro?

No se trata de estar obsesionados con la limpieza ni de intentar tener un entorno aséptico, pero sí podemos prestar atención a aquellos lugares que acumulan más gérmenes. De este modo podemos incidir en su limpieza o procurar que los bebés y niños no jueguen con determinados objetos, para evitar riesgos.


Los gérmenes son bacterias, virus, hongos y protozoos microscópicos que pueden provocar enfermedades.

El hecho de lavarse las manos a menudo previene muchas infecciones, por lo cual esta sencilla medida preventiva debe ser la primera.


No se trata de esterilizar la casa, las ropas, los utensilios de comida… pues el exceso de higiene debilita el sistema inmune y no podemos pretender eliminar microorganismos con los que hemos crecido todos. Además no podemos vivir en una burbuja y el riesgo no solo está en el hogar.


No obstante, tal vez nos paremos a pensar unos segundos antes de permitir que el bebé muerda el mando a distancia, o que juegue con el teléfono, con la toalla del baño, con la esponja, con los zapatos…

Lugares con mayor acumulación de gérmenes 

Según la organización estadounidense Keeping It Kleen, estos son los lugares con mayor acumulación de gérmenes:
  • El mando a distancia, ese compañero inseparable que habita en los salones de las casas (o en varias estancias) y que es manipulado por todos y colocado en cualquier parte. Charles Gerba, profesor de microbiología de la Universidad de Arizona, encontró la bacteria E. coli en un gran número de estos aparatos.
  • El teléfono móvil. Según un estudio realizado en el Reino Unido por la London School of Hygiene and Tropical Medicine, el 16% de los teléfonos móviles está infectado con restos de heces humanas y E. coli (responsable de infecciones gastrointestinales), así como con Staphylococcus aureus (que puede causar afecciones cutáneas, neumonía y meningitis).
  • En relación a lo anterior, las pantallas táctiles de cualquier dispositivo (smartphones, tabletas…) también acumulan múltiples gérmenes y bacterias fecales, pasando fácilmente de mano en mano.
  • El bolso de mano, ese gran aliado que puede encerrar cualquier cosa cuando tenemos bebés, se convierte también en un importante foco de gérmenes. Una investigación a cargo de la microbióloga Amy Karen en Salt Lake City, reveló que casi todos los objetos analizados estaban contaminados con Pseudomonas, que ocasionan infecciones en los ojos, y Salmonella, E. coli, materia fecal y Staphylococcus aureus, que desata irritaciones en la piel. Curiosamente, los bolsos de cuero resultan más limpios que los de tela.
  • La almohada después de dos años de uso incluye múltiples gérmenes, polvo, ácaros, secreciones de estos animales, piel muerta y saliva. El estudio que determinó estos “vecinos” no deseados de sueños fue realizado en los principales hospitales ingleses, ya que las almohadas estaban asociadas con la proliferación de infecciones y bacterias entre las cuales se encuentra el Estafilococo Áureo.
  • El carrito del supermercado: merece la pena limpiarlo con una toallita desinfectante antes de sentar en él al bebé o niño. De acuerdo a una investigación realizada en la Universidad de Arizona, en un carrito hay más gérmenes que en un baño público; el 72% de los examinados tenían restos de materia fecal y 50% presentaban E. coli.
  • Los zapatos, para el suelo. Tal vez en esto tengamos que alegrarnos de que los niños no quieran llevarlos. Eso sí, mejor mantenerlos fuera de su alcance. Tras tres meses de desgaste, el 13% de las suelas de calzado presentan restos de E. coli y 90% presenta materia fecal
  • El interior del coche, y especialmente el volante: un estudio de la Universidad Queen Mary de Londres reveló que el volante posee nueve veces más bacterias que el asiento de un baño público. En el resto del automóvil pueden multiplicarse más de 700 tipos de gérmenes.
  • El baño, aunque no sea el mayor foco de gérmenes, sí incluye elementos como la bañera, la esponja, las manillas de los grifos, la manivela de la puerta o la toalla de baño a los que hay que prestar atención. El cambiador de bebés, especialmente el de los baños públicos, hay que usarlo sobre una protección.
  • Otros objetos y lugares favoritos para la proliferación de gérmenes son las monedas y billetes, los cajeros automáticos, los menús de restaurantes, los dispensadores de condimentos, el teclado y el ratón del ordenador, los útiles escolares, las consolas de videojuegos, el suelo…
Como vemos, sería imposible mantener todos estos objetos y lugares con más acumulación de gérmenes controlados y perfectamente esterilizados. Pero no olvidemos mantener precauciones básicas para prevenir muchos contagios e infecciones en nuestros hijos y en nosotros mismos.

martes, 19 de febrero de 2013

Cómo evitar esguinces de repetición en los niños

El esguince es una lesión de un ligamento. Pude ser distensión (esguince de grado 1), desgarro (grado 2) o fractura (grado 3). El tratamiento consiste en inmovilizar el tobillo con una venda para que las fibras ligamentosas se recuperen. El reposo puede durar de siete a diez días, si solo es una distensión hasta cerca de un mes si es una fractura. Para saber por qué tu hijo sufre esguinces con frecuencia habría que revisar su historia clínica.

Quizá esa supuesta fragilidad del pie no guarde relación con la lesión, hay que ver si tiene alguna malformacion leve que dificulte ciertos movimientos, como pies planos o lasos, o una debilidad de músculos y ligamentos, o incluso si el calzado que usa es apropiado. Pedid cita con su pediatra.

lunes, 4 de febrero de 2013

Video: Qué deben comer los niños cuando están malitos


Cuando nuestro hijo está resfriado, con gripe o cualquier otro malestar suele mostrarse inapetente y no sabemos muy bien qué hacer, si obligarlo a comer para reponer fuerzas o seguir una dieta especial. En este vídeo, el doctor José Manuel Moreno Villares, asesor de nutrición infantil de Ser Padres y pediatra de la Unidad de Nutrición Clínica del Hospital Materno Infantil 12 de Octubre de Madrid, nos explica qué debe tomar y en qué cantidades.

"Castigar no sirve". Entrevista a la psicóloga Ana María Valenzuela

Las entrevistas que hago suelen producirme una gran satisfacción, pero debo decir que, en esta ocasión, me ha encantado hablar con la psicóloga Ana María Valenzuela y descubir que una profesional piensa como yo en estas cuestiones. Vamos a seguir aprendiendo con ella sobre Psicología Positiva, límites, emociones y pensamientos negativos y también sobre positividad y talentos.

¿Es bueno que los niños se atrevan a cuestionarlo todo?

    Una de las fortalezas de las que habla la psicología positiva es, justamente, la capacidad de tener un pensamiento crítico y una mentalidad abierta.

El cuestionar las cosas no es más que ejercitar esta fortaleza. Claro que a veces necesitamos que los niños respondan rápidamente a nuestra petición, porque no es buen momento para deternos a dar explicaciones, sea por urgencia real o peligro, sea porque tenemos delante a una persona determinada.

En esos casos, ha de haber un trabajo previo con ellos para que comprendan que no siempre podremos dar todas las explicaciones, que han de confiar en nuestro criterio un poco a ciegas.

Tienes toda la razón, pero, ¿cómo conseguir que nuestros hijos tengan esa confianza en nosotros?

Siendo auténticos y honestos con ellos, con nosotros mismos y con el resto de personas con que nos relacionemos. Si hemos fallado en el pasado, admitámoslo sinceramente. Tener buenas habilidades de comunicación también ayuda mucho.

¿Debemos mentir a los niños?

¿Tú que crees? Y ahora no me preguntes por los Reyes Magos porque esta es una de las grandes contradicciones intelectuales del mundo, algo que yo racionalizo apelando a las virtudes de la fantasía y la creatividad, pero que mucha gente no acepta como argumento válido.

¿Recuerdas lo que me preguntabas de cuestionar todo? Bueno, hay cosas que pertenecen al ámbito de las creencias no fundamentadas en nada real, son un acto de pura fe, y no hay quien nos convenza de lo contrario.

Otra pregunta sería, ¿debemos decir toda la verdad? Y aquí mi respuesta sería que no siempre es necesario que sepan todos los detalles de todas las situaciones.

Voy a poner un ejemplo a ver si se entiende: ayer y hoy todo el mundo está comentando la situación de la contabilidad escondida de un partido político, ¿cierto?

Ahora piensa en un niño de 8 años que se entere y empiece a hacer preguntas. Las respuestas se adaptarán a su conocimiento previo de la situación, y se ceñirán a lo que él pregunta, ¿correcto?. Si el niño tiene 4 años, se le contestará de otra forma, sin mentirle, pero a lo mejor sin darle tantos detalles. Y si tiene 14, igual se le explican más cosas y usando otras palabras.

¿Y que hacemos si descubrimos que nuestros hijos nos han engañado o mentido?

¿Qué le ha llevado hasta ahí? Necesito saber qué le sucede, cómo se siente, qué necesitaba. ¿Cómo puedo reforzar lo que es naturalmente sano y positivo en él? ¿Cómo puedo ayudarle a que no necesite mentirme?

¿Crees que los castigos son positivos en algunos casos extremos?

    No. En eso soy categórica. El castigo es una necesidad del adulto para decir la última palabra y quedar como autoridad reconocida.


Esa necesidad surge de la impotencia que sentimos de pequeños cuando los mayores mandaban y nosotros teníamos que ingeniárnoslas para salirnos con la nuestra y aún así eso no era válido. Así que la forma “válida” es mandar ahora que somos “los mayores”.

Si sientes que tu hijo de ha engañado, castigarle no va a solucionar nada en el presente, ni tampoco va a prevenir que te vuelva a engañar en el futuro. No sirve.

Pero, ¿y si el niño tiene comportamientos agresivos o peligrosos?

Te contesto lo mismo que cuando antes me preguntabas por los engaños. Si un niño está mostrando algo negativo, es porque no está a gusto, ¿qué puedo hacer para ayudarle a estar a gusto?

A veces, le podemos ayudar a expresar esa agresión de otra manera, o acompañarle en eso peligroso para que no lo sea tanto. Otras veces sencillamente es imposible hacer eso, y entonces hemos de asumir el incómodo papel de impedir que la agresión se repita o que el niño se ponga a sí mismo en peligro o lo haga con los demás.

Pero impedir eso no es castigarle. Yo no hablo de pegarle un bofetón o dejarlo sin tele, sin cine o sin ir de campamentos. Hablo de literalmente ponernos enmedio e impedírselo, acompañarle en todo el proceso de calma, y luego hablar tranquilamente a ver qué sucedió y qué podemos hacer la próxima vez.

¿Que es los límites adecuados que debemos ponerles a los niños?

¿Cuál es el tamaño adecuado de una habitación para que tú estés a gusto en ella? Perdona, sé que choca, pero odio la palabra límite.

En lugar de interpretarla como delimitación, mi cabeza la interpreta como limitación, y odio sentirme limitada.

Sin embargo, la comparación que hace Rebeca Wild en su libro “Libertad y límites, amor y respeto”, me gustó, me cuadró.

A mi también me gustó mucho, si.

Los compara con una pared, que delimita espacios, impide caídas, sostiene el tejado, etc. Así que depende de quién seas tú, quién sea tu niño y dónde estéis, el límite estará más allá o más acá. Así de forma general, si no hay peligro y no hay agresión hacia otro o hacia uno mismo, el límite lo pondrá tu imaginación.

¿Y qué hacemos con los defectos o fallos de nuestros hijos?

Amarlos. ¿Conoces a alguien perfecto? Fíjate mejor en sus talentos, en todo lo que podría llegar a hacer si a él le apeteciera hacerlo. Acompáñale en su autodescubrimiento. Fascínate con él.

¿Las emociones negativas deben reprimirse?

No. Reprimir o ignorar una emoción negativa, tratar de no sentirla a toda costa, es como oír llorar a un bebé y encerrarlo en el armario, poner el volumen de la televisión a tope, y fingir que no lo oímos. Una emoción negativa está expresando una necesidad no resuelta.

¿Pero, cómo les enseñamos a los niños a expresarlas o canalizarlas?

Cada emoción tiene su sentido vital, es lógico experimentarlas en algunas situaciones. Reconocerla, ponerle palabras, encontrar qué la hizo aparecer, ver qué podemos hacer al respecto… de nuevo, pongamos nuestra creatividad e imaginación al servicio del bienestar común.

¿Qué podemos hacer si nuestro hijo dice de si mismo que es tonto o que es malo?

¿Qué le ha llevado ahí? ¿Quién le ha dicho algo así? Tal vez hayamos sido nosotros, bien de palabra o bien con nuestras actitudes. Tal vez sea cosa del colegio. O tal vez lo haya visto en la televisión (dan cada serie por ahí que es como para echar a correr).

Siéntate y haced juntos inventario de todo aquello que se le da bien hacer, es importante que tengas un buen vocabulario de palabras positivas, un inventario de habilidades al que recurrir si a él no se le ocurre nada, ejemplos de su talento.

    Si tienes un niño que suele hacer eso, prepara de antemano la conversación y aprovecha la próxima oportunidad para dirigir su atención hacia todo aquello de bonito que hay en su interior.